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Mauricio Celedón, nominado a Premio Nacional de Artes: «La pandemia ha sido un tiempo de reflexión sobre la propia fragilidad del ser humano»

Por: El Desconcierto | Publicado: 13.07.2021
Mauricio Celedón, nominado a Premio Nacional de Artes: «La pandemia ha sido un tiempo de reflexión sobre la propia fragilidad del ser humano» Mauricio Celedon © Rodrigo Orozco |
Escribiendo para el nuevo espectáculo del Teatro del Silencio se encuentra Mauricio Celedón en París, ciudad a la que llegó el año 1981 y que se convirtió en uno de sus primeros escenarios de teatro callejero. Si el paisaje urbano ha sido la principal escenografía de este artista, la calle es su escenario favorito, desde los cerros de Valparaíso hasta el cerro Renca, comuna donde realizó su último trabajo en Chile el 2019. Celedón piensa en su próxima obra, y su nominación al Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales 2021 por parte de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano lo tiene esperanzado, con más energías para emprender nuevos proyectos en Chile.

«Estoy preparando una escritura para el 2023. Como siempre en el teatro, son cosas que se mantienen en sorpresa, pero es un buen tiempo para empezar a trabajar después de esperar que la pandemia pase, para realmente estar con mis actores y actrices. Este proyecto también contempla un trabajo participativo, con un taller en Santiago, en las comunas y en las regiones, para luego reunirme con una gran cantidad de gente para hacer este nuevo espectáculo del Teatro del Silencio. Me estoy preparando para eso. En París estamos en plena pandemia todavía, igual que en Chile. Europa está con el nuevo virus Delta y esto no deja trabajar bien, no estamos completamente libres aún. Esto va y viene», comenta.

 Han sido tiempos de silencio, frustración y resignación para los y las artistas, con escenarios, teatros y cines cerrados por la pandemia. En París, el teatro Odeón, centro de las protestas de mayo del 68, fue ocupado durante meses por actores, actrices, bailarines/as, técnicos/as, músicos/as y trabajadores/as del sector cultural como forma de protesta por la falta de apoyo gubernamental. Incluso el «El pueblo unido jamás será vencido» fue interpretado en las afueras del Odeón en señal de la lucha y resistencia que se daba por esos días en la capital de Francia.

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 ¿Cómo reflejará estos tiempos en sus próximas obras? «Este tiempo nos ha servido a todos. Ha sido un tiempo de reflexión de nuestra propia fragilidad, de la fragilidad del ser humano. Habernos encontrado en este momento histórico, somos el mundo entero que vive lo mismo y eso te da un cuestionamiento muy fuerte sobre la precariedad en que sigue viviendo el mundo, y esta precariedad tenemos que cambiarla. Hay un abuso de nuestras tierras y de nuestro clima. Quizás va a devenir en un cambio de mentalidad y una conciencia de lo que el ser humano es y lo que quiere ser para el futuro, para las nuevas generaciones. La pandemia es el símbolo de una gran alerta para todo el mundo y esa alerta nos lleva a una reflexión hacia el futuro y para nuestro cotidiano», cuenta Celedón.

 Su última visita a Chile coincidió con el estallido social. Llegó a Santiago el 18 de octubre de 2019 y ese tiempo lo vivió frente al Centro Cultural GAM, en las torres San Borja, en el epicentro de las manifestaciones. «Vi la represión brutal que había en Chile y la fuerza muy grande que había en la juventud, y que finalmente llevó a este cambio fundamental que es la elaboración de una nueva constitución. Los símbolos que vemos, lo que está pasando ahora es muy importante, que los pueblos originarios tengan una representación muy fuerte por primera vez. El teatro es una herramienta social que nos da la posibilidad de hablar de lo que estamos viviendo en nuestro presente, siempre con una transposición artística que está en la estética, en la belleza, sobre todo en el teatro que nosotros hacemos, que es un teatro que usa muy poco la palabra, casi nada, que viene del cuerpo, de un estudio del cuerpo».

Foto de Sandia Frérot
Foto de Sandia Frérot

Los inicios

 Celedón estudió en el Liceo Lastarria y fue en su adolescencia cuando comenzó a seguir a los grandes maestros de la pantomima nacional, como Enrique Noisvander. Durante el periodo de la Unidad Popular ingresó a la Academia de Mimos del Teatro Petropol. Tras el Golpe de Estado de 1973 viajó a Europa, primero a España y luego a Francia, donde fue formado por Étienne Decroux y Marcel Marceau.

 «Siempre soñé con eso. Dos compañeros del Liceo trabajaban con Noisvander y ahí fui a conocer el Teatro. Tenía 15 años, pero eso fue interrumpido por el Golpe. Y ese lugar donde vivía, en la calle Villavicencio, y el Teatro Metropol, eran espacios de libertad, que lo está volviendo a ser ahora, pero fue completamente reprimido. Y entonces partí a buscar a otros maestros de mi maestro, a Europa, para poder especializarme», recuerda Celedón.

 Sobre el arte del mimo dice: «Lo importante es que tiene una gramática corporal. Ettienne Decroux escribe una gramática corporal de la estatuaria móvil, entonces todos los gestos, por ejemplo, las posiciones de manos tienen nombre, del cuerpo, está escrito. Y él lo hizo justamente para que se pueda transmitir, así como los coreógrafos. Y eso ha sido importante también porque saca al actor de un realismo y pone al artista en una transformación de su cuerpo gracias al maquillaje, al vestuario».

 Celedón se inició en España con el teatro callejero y luego en París. «Primero lo hacía para ganarme la vida, pero siempre con un sentido de la belleza. Con una compañera nos íbamos a Notre Dame y hacíamos mimo. Y de eso vivía al principio hasta que pude ser becado por Marceau y el gobierno de Francia. Luego entré al Soleil».

 Su encuentro con la directora teatral Ariane Mnouchkine, una de las más influyentes de la escena teatral contemporánea, y el Théâtre du Soleil fueron un punto de inflexión para su trayectoria. Fundado en 1964 por Mnouchkine y la Asociación Teatral de Estudiantes de París, el teatro se concebía como una cooperativa obrera de producción, con el desafío de establecer nuevas relaciones con el público y desarrollar un teatro popular de calidad. Ese ha sido un sello indeleble en el teatro de Celedón, quien regresa a Chile a fines de la década de los 80 para crear su compañía.

Foto de Rodrigo-Orozco

Teatro Popular

 «El Teatro del Silencio es un teatro que es popular pero en el buen sentido de la palabra. Hace pensar al espectador, provoca una reflexión, Y la emoción está muy fuerte, lleva la emoción y el mensaje. Mnouchkine fue muy importante para mí, con un teatro que hacía talleres gratuitos. Y así se generó el Teatro del Silencio, con talleres abiertos para todo el mundo. Cuando empecé a venir a Chile me di cuenta que había mucha fuerza, una fuerza retenida, una juventud que tenía una gran pasión, hay que tener una pasión fuerte para hacer teatro, eso es lo primordial. «, explica Celedón.

 En Valparaíso comenzó a desarrollar sus primeros talleres y pantomimas como Gargantúa, teatro participativo donde llegaban personas que nunca habían actuado. «La idea era hacer participar a una comuna o a una ciudad dentro de un espectáculo. En Chile hay mucha cultura teatral, gente que ama el teatro. Chile es un país de poetas pero también de teatreros», dice. Luego vienen «Ocho horas» y «Malasangre», el teatro itinerante que lo lleva a recorrer todo el país, Taca Taca Mon Amour -obra ícono de los años 90- y los premios Apes.

 Para Celedón, la postulación al Premio Nacional no es solo un reconocimiento a él y a su compañía. Constituye un merecido homenaje al teatro callejero. «Al ser gratuito da la posibilidad para que todo el mundo lo vea, los temas y el lenguaje tienen que ser universales. Popular no significa bajar la cultura, sino democratizar la cultura. Por eso estoy contento por ser nominado, se está valorizando el trabajo de calle actualmente en Chile, a este arte, a los saltimbanquis que han empezado a contar historias. Existen compañías como la Gran Reyneta, la Patogallina. Por eso es que me da mucha fuerza para el futuro».

 Es en la periferia de las ciudades donde prefiere desplegar su arte y recoger lo que el público siente cuando las compañías llegan a sus barrios y pasajes. «En Renca, que es una de las comunas donde más he trabajado en el último tiempo, las personas me dicen que quisieran ir al teatro, pero que no tienen cómo regresar en la noche a sus casas. Siento casi como un deber llevar la cultura a donde no está. Y donde la cultura no va a llegar».

 El valor de las artes

 Otra de las experiencias relevantes en la trayectoria de Mauricio Celedón fue su residencia en Aurillac, Francia, entre los años 1999 y 2007, dando inicio con su compañía a una nueva etapa de búsqueda y creación. Esta residencia se realizó con el apoyo del Ministerio de la Cultura y la Comunicación de Francia, la Dirección Regional de Asuntos Culturales de Auvergne y de la ciudad de Aurillac.

 «Aurillac está en uno de los lugares más fríos de Francia, pero es capital mundial del teatro de calle. Tuvimos una carpa y luego se creó un lugar maravilloso de residencia teatral, el Parapluie. Al hacer teatro en la calle estás siempre relacionado con lo que es urbano, con los muros de las ciudades, aunque tengas una escenografía siempre la escenografía más grande es la plasticidad que te da la calle, la ciudad», relata Celedón.

 Esta experiencia y el apoyo y reconocimiento que ha recibido del Estado francés lo hace reflexionar sobre las políticas culturales en Chile y cómo debiera reflejarse en la nueva constitución la importancia de las artes:

 «El artista tiene que ser considerado como artista y no como un libre trabajador que boletea, que es lo que ha hecho el neoliberalismo en todas partes. Tiene que haber una conciencia de que el arte es algo muy importante para la sociedad. Hay que valorar el tiempo de crear. Tiene que ser un derecho el que se subvencionen las salas independientes, el teatro de calle. Para tener generaciones de creadores, para crear nuevos pensamientos, para tener procesos de reflexiones profundas, para que la creación pueda ser desplegada, es necesario este apoyo», concluye.

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