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PERFIL| Te recuerdo Víctor: Joan Jara por fin es reconocida con el Premio Nacional

Por: Rodrigo Miranda, escritor y periodista | Publicado: 09.09.2021
PERFIL| Te recuerdo Víctor: Joan Jara por fin es reconocida con el Premio Nacional |
La voz fuerte e inagotable de la bailarina inglesa y viuda de Víctor Jara por fin es reconocida con el Premio Nacional como una férrea defensora de los derechos humanos y de la memoria histórica y artística de este país. En paralelo, la comuna de Estación Central nombrará como Víctor Jara la calle Ecuador.

Joan Jara recuerda en su libro de memorias Víctor Jara, un canto truncado que temprano en la mañana, el 11 de septiembre de 1973, dos horas antes del golpe de Estado, Víctor Jara tomó su citroneta en dirección a su lugar de trabajo en calle Ecuador, la Universidad Técnica del Estado (UTE), acompañado de su guitarra, donde cantaría en la inauguración, a las 11 horas, de la exposición Por la vidasiempre!, desde la cual el presidente Salvador Allende se dirigiría al país para llamar a un plebiscito y evitar el golpe de Estado. Académicos y estudiantes fueron sitiados en la UTE y Víctor pasó ahí la noche. 

La mañana del 12 de septiembre, militares ingresaron a la universidad, rodearon el edificio, sus tanques dispararon contra la casa central destruyendo su frontis y los reunidos en ese lugar fueron detenidos y llevados al Estadio Chile. En el subterráneo del estadio, Víctor fue brutalmente torturado y acribillado un 16 de septiembre, poco antes de cumplir 41 años. Previo a ser trasladado al Estadio Chile, tiró su carnet de identidad con la esperanza de no ser reconocido. Pero los militares golpistas lo reconocieron de inmediato y se ensañaron.

El Estadio Chile se emplazaba a pocos metros de la Estación Central y de la UTE. A su vez, la línea del tren al sur que comienza en esa estación de ferrocarriles atraviesa varias comunas de Santiago hasta llegar al muro que limita con el Cementerio Metropolitano. Fue ahí donde a primeras horas de la mañana del domingo 16 de septiembre pobladores encontraron seis cadáveres que yacían en fila. Todos baleados con metralletas. Al verlos, una vecina del sector exclamó: ¡Víctor Jara! Se habían conocido cuando Víctor cantó en su población y ella lo invitó a su casa a comer un plato de porotos. Luego, militares de civil arrastraron el cadáver de los pies y lo arrojaron al interior de una camioneta. Desde allí el cuerpo fue trasladado a la morgue destinado a desaparecer en una fosa común, en el ominoso Patio 29, pero fue reconocido por uno de los funcionarios que trabajaban en el Servicio Médico Legal, quien avisó a la valiente y inagotable Joan, quien fue a reconocer y retirar el cuerpo masacrado con 42 heridas de bala.

Joan, aplaudida bailarina inglesa y figura del Ballet Nacional Chileno, fue profesora de Víctor en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Tras separarse de su primera pareja Patricio Bunster, Joan recuerda en su libro de memorias el inicio de la relación con Víctor: una monótona tarde oí una llamada bastante tímida a la puerta del departamento. Preguntándome quién sería, abrí la puerta y me encontré ante una ancha sonrisa de dientes blancos que me saludaba desde el pasillo a oscuras. Era Víctor Jara, uno de mis alumnos de la Escuela de Teatro, de pie, con un ramito de flores que sostenía ante sí como un escudo, una robusta figura de pelo negro y rizado. Le invité a pasar unos minutos y le agradecí las flores. Creo que me preguntó si conocía un libro sobre teatro japonés Noh, modalidad escénica que le interesaba. Fue una conversación breve pero, de todas maneras, me hizo sentir un poco menos desesperada durante un rato. Era agradable comprobar que mis alumnos se acordaban de mí”.

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La de Joan y Víctor fue una historia de amor truncada, pero las balas no pudieron acallar sus voces y su mensaje se convirtió en un referente, un modelo a seguir de seres humanos y artistas para las nuevas generaciones. En julio de 2018 se condenó a nueve militares en retiro por el asesinato de Víctor. La primavera y la justicia llegaron tardíamente, 45 años después. Todo gracias a la fuerza y coraje de Joan y de la fundación Víctor Jara, una de sus obras mayores.

En su canción ‘Cuando voy al trabajo’, Víctor Jara expresa sus preocupaciones cotidianas y le habla a su compañera, a su amada Joan, para contarle que en cada momento de su jornada de trabajo piensa en ella, que siempre la lleva consigo. La canción transmite una sensación de incertidumbre, un presentimiento de fin de época, de fin de historia, como si intuyera que el proyecto de la Unidad Popular fuera un tijeral destinado a no terminarse, una gran obra pública, una construcción, un deseo o un proyecto de sociedad condenado de golpe a quedar trunco, inacabado. Aquí la identidad personal Víctor se difumina, se emparenta y se espejea con las preocupaciones de una generación entera.

En 2016, la canción ‘Cuando voy al trabajo’ fue presentada ante un tribunal federal de Estados Unidos, junto a una serie de fotografías familiares, para probar el impacto del asesinato en la familia Jara Turner y su entorno más íntimo. Como narra el documental ReMastered: Masacre en el estadio de 2019, algunos chilenos que presenciaron el juicio narraron lo emotivo que fue escuchar la canción y la voz Víctor en esa corte estadounidense, una hermosa voz que le hablaba al jurado como desde el más allá. El jurado finalmente dictaminó que el militar responsable de la tortura y muerte de Víctor Jara fue Pedro Pablo Barrientos.

Este militar siempre alardeó frente a sus subalternos que él había matado a Víctor Jara, en 1989 huyó de Chile, se nacionalizó norteamericano y hasta hoy continúa en libertad, en Orlando, Florida. Un fantasma recorre Estados Unidos, el de tu memoria Víctor, que vuelve para cantar las verdades verdaderas.

Antes de ser asesinado, Víctor Jara grabó varias canciones proféticas. En ‘Vientos del pueblo’ hace un vaticinio. En colaboración con Inti-Illimani, la canción está inspirada en un verso del poema “Vientos del pueblo me llevan”, de Miguel Hernández, y es una respuesta a la inminencia de un golpe fascista. Joan recuerda en sus memorias que en el estudio de grabación Víctor decidió cambiar la frase hasta que la muerte me llevede la última estrofa por mientras el alma me sueneporque la original era demasiado deprimente. No quería entristecer al pueblo chileno.

Vientos del pueblo

De nuevo quieren manchar

mi tierra con sangre obrera

los que hablan de libertad

y tienen las manos negras,

los que quieren dividir

a la madre de sus hijos

y quieren reconstruir

la cruz que arrastrara Cristo.

 

Quieren ocultar la infamia

que legaron desde siglos,

pero el color de asesinos

no borrarán de su cara.

Ya fueron miles y miles

los que entregaron su sangre

y en caudales generosos

multiplicaron los panes.

 

Ahora quiero vivir

junto a mi hijo y mi hermano

la primavera que todos

vamos construyendo a diario.

No me asusta la amenaza,

patrones de la miseria,

la estrella de la esperanza

continuará siendo nuestra.

 

Vientos del pueblo me llaman,

vientos del pueblo me llevan,

me esparcen el corazón

y me avientan la garganta.

Así cantará el poeta

mientras el alma me suene,

por los caminos del pueblo,

desde ahora y para siempre.

El 5 de octubre de 1973, Joan y sus dos hijas –Manuela y Amanda– abordaban un avión en el aeropuerto Pudahuel, escoltadas por el cónsul británico, para seguir exigiendo justicia por el asesinato de Víctor ahora desde el extranjero. Sobreponiéndose al dolor, Joan logró salvar de las garras de los militares el último álbum que grabó Víctor para el sello Dicap (Discoteca del Cantar Popular), Tiempos que cambian, con doce canciones originales que el golpe de Estado de 1973 dejó truncas. Jan Sandquist, periodista de la televisión sueca que estaba en Chile, le sugirió a Joan que él podía sacar de Chile las cintas como parte de su equipo técnico. Ya en Londres, Joan llevó este material al estudio Abbey Road para su edición. Así Tiempos que cambian fue rebautizado Manifiesto y publicado por primera vez en 1974. La difusión póstuma de la canción ‘Manifiesto’ sorprendió por el triste contenido profético de sus estrofas.

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Manifiesto es más que una canción o el nombre de un disco, es un sueño y un deseo colectivo, un dispositivo político, una crónica de esos años donde se construía un proyecto de sociedad común basado en la colaboración y la solidaridad. En la letra, Víctor remarca la importancia de la canción nueva que busca erradicar la injusticia y la pobreza a través de la protección de los trabajadores, los recursos naturales, el agua y la tierra y la producción de bienestar, conocimiento, consciencia y sentido para la mayor cantidad de la población, desde los andamios a las estrellas, desde las venas palpitantes hasta el fondo de la tierra. La composición es un manifiesto, inspirado y visionario. 

Joan rememora que durante su creación Víctor le pidió refugiarse, junto a Manuela y Amanda, en Isla Negra para protegerlas del ambiente de violencia que se vivía en Santiago. Acababa de ocurrir el Tanquetazo, el 29 de junio de 1973, primer y fallido intento de golpe de Estado contra Salvador Allende. En junio de 1973, Víctor estaba en gira en Perú, invitado por el Instituto Nacional de Cultura de ese país. A las 8.45 de la mañana del viernes 29 de junio, vehículos militares y tanques al mando del coronel Roberto Souper cercaron y dispararon contra el Palacio de La Moneda. Los francotiradores del grupo paramilitar fascista Patria y Libertad salieron a la calle para anular cualquier foco de resistencia popular, pero para su decepción, el Ejército fue leal al gobierno de Allende: el general Carlos Prats, nombrado comandante en jefe tras el asesinato de René Schneider, dominó la intentona de golpe. El resultado fueron siete muertos y veintidós heridos, entre ellos varios civiles. El diario Clarín tituló al día siguiente: Ejército y Pueblo somos invencibles, como ratas huyeron fascistas asesinos. P´tas que es choro el general Prats. Cuando Víctor Jara se enteró en Perú de la noticia, suspendió la gira y regresó a Chile. En ese contexto de violencia y sedición, compuso ‘Manifiesto’, un inspirado presagio creado meses antes de su brutal asesinato.

Joan cuenta en su libro Víctor Jara, un canto truncado que él compuso esa canción en julio de 1973 en una pequeña y sencilla casa de madera en Isla Negra. Sentía urgencia en componerla, antes de que fuera demasiado tarde, para expresar los profundos motivos por los que decidió dedicar su vida al canto popular. En ella no habla de sí mismo, sino de toda una generación, de un movimiento truncado. Joan recuerda: Estaba tranquilo mientras trabajaba en la canción, introvertido y ensimismado. Le oía tararear suavemente en el taller mientras yo trabajaba en casa. A ratos se asomaba y me llamaba para que la escuchara. Aunque era bellísima, se me encogía el corazón al oírla. Sabía que Víctor estaba escribiendo su testamento.

Manifiesto

Yo no canto por cantar

ni por tener buena voz,

canto porque la guitarra

tiene sentido y razón.

 

Tiene corazón de tierra

y alas de palomita,

es como el agua bendita

santigua glorias y penas.

 

Aquí se encajó mi canto

como dijera Violeta

guitarra trabajadora

con olor a primavera.

 

Que no es guitarra de ricos

ni cosa que se parezca

mi canto es de los andamios

para alcanzar las estrellas,

que el canto tiene sentido

cuando palpita en las venas

del que morirá cantando

las verdades verdaderas,

no las lisonjas fugaces

ni las famas extranjeras

sino el canto de una lonja

hasta el fondo de la tierra.

 

Ahí donde llega todo

y donde todo comienza

canto que ha sido valiente

siempre será canción nueva.

 

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