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Muestra “Palimpsesto: los muros del estallido”: Cuando nació la Plaza Dignidad

Por: Rodrigo Hidalgo | Publicado: 19.08.2022
Muestra “Palimpsesto: los muros del estallido”: Cuando nació la Plaza Dignidad Muestra “Palimpsesto: los muros del estallido” |
La exposición del fotógrafo Alexis Díaz Belmar es una experiencia inmersiva, en que el espectador o transeúnte entra a una atmósfera sonora y participa del registro testimonial fotográfico y audiovisual del estallido, teniendo como punto de referencia el emplazamiento mismo del GAM. Y hay que decir que es muy emocionante.

La muestra interactiva “Palimpsesto: los muros del estallido” en el GAM, invita a revivir el itinerario de aquel fin de semana que cambió para siempre el entorno de la ex Plaza Italia dibujando en el centro del país la palabra Dignidad, allí donde luego lo harían nuestras históricas compatriotas.

La exposición del fotógrafo Alexis Díaz Belmar es una experiencia inmersiva, en que el espectador o transeúnte entra a una atmósfera sonora y participa del registro testimonial fotográfico y audiovisual del estallido, teniendo como punto de referencia el emplazamiento mismo del GAM. Todo sucedió ahí mismo, a pasos de la Universidad Católica donde alguna vez un lienzo nos advirtiera que “El Mercurio miente”, a pasos de donde murió ahogado Mauricio Fredes. “Palimpsesto: los muros del estallido” es una instalación que extiende el hilo de la memoria y ata cabos, pues sucede o se realiza en el edificio que alguna vez fuera la oscura sede de gobierno de una Junta Militar y hoy es un espacio que invita desde el arte, a la constante reflexión sobre lo que como país nos pasa, nos ha pasado y nos está pasando.

Y hay que decir que es muy emocionante. Porque nos hace revivir esos días, los primeros. Cuando no paraban de escucharse los helicópteros y las explosiones, toda la noche. Si usted fue a más de una jornada a la Plaza Dignidad, sabe de qué estamos hablando. Hubo una primera semana feroz. De sangre y torturas. Fue una batalla constante por el dominio de la estatua. Y cuando se cumplió una semana del salto al torniquete, cuando ya habían ardido empresas, el metro, las bodegas Kayser y en todo Chile estaba la escoba, el viernes 25 de octubre se organizó la marcha del millón y medio, y de ahí en adelante no hubo más Plaza Italia. Ardió un hotel, un cine, un museo. Vendría una rutina de dibujos animados, digno de la Pantera Rosa: las autoridades pintaban de blanco o gris las murallas que al día eran intervenidas de nuevo. Burdos intentos de silenciar un huracán, erupción o tsunami de expresiones artísticas de dimensiones incalculadas. El derecho de vivir en paz se convirtió en himno, los hermanos Gana y las proyecciones de Delight Lab recorrieron el mundo, y todo fue simbolismo puro, partiendo de los grafittis y afiches callejeros, hasta que se tuvieron que llevar el caballo de bronce.

Palimpsesto

La muestra en el GAM nos recuerda ese control real de la calle a manos del pueblo sublevado, una vez que los militares guardaron las tanquetas. Esa calle que no se detuvo en su incandescencia ni con el acuerdo del 15 de noviembre, que para el año nuevo ofreció nuevas postales de multitudes abrazándose desbordadas. Y a la vuelta del verano vendría incluso la más grande y trascendental de todas las marchas, con Las Tesis haciendo un gesto que se tornaría planetario, la marcha histórica del 8 de marzo. Esta invitación del GAM, con Alexis Díaz a la cabeza de un equipo mucho mayor, ordena en una línea de tiempo los hechos, y el efecto es revelador porque producto de la pandemia a muchos la memoria se les confunde. El encierro nos produjo un jet-lag colectivo. Parece tan lejos y está tan cerca. Hace muy poco se regresó a cierto tránsito vehicular relativamente normal en esas cuadras. Y aún hoy los viernes se instalan de Salvador a Portugal, en las inmediaciones de Plaza Dignidad, con sus mangueras chorreantes de ácidos, los zorrillos y guanacos blancos.

Cientos de emblemas y símbolos urbanos cayeron a manos de la poblada. Alameda con Vicuña Mackenna se convirtió en una llaga abierta, que aún supura. La exposición que nos convoca registra los muros de la breve calle Irene Morales, los del edificio celular en la esquina de Parque Bustamante, y los del propio GAM, que en sí mismo es otro hito simbólico con su historia a cuestas. Y nos lleva también a las regiones, proyectando sobre ruinas mineras, campos de concentración, zonas de sacrificio o centros de detención, las imágenes de esos muros metropolitanos, con sorprendentes resultados en apariencia solo estéticos, pero en el fondo de tremendo espesor simbólico. Porque a fin de cuentas el estallido es el fruto tardío de la dictadura, del modelo y orden social que instaló la dictadura. Así de larga es la huella, el trauma, la irradiación de una tragedia.

Entonces es un parto. Esa es la imagen. Un parto con sangre, llantos de emoción y vagidos de recién nacido. O nacida. Porque es femenino sin duda el signo de la nueva república, del nuevo país a cuyo nacimiento asistimos. Plaza Dignidad. O Plaza de la Dignidad. Como sea, este acto de bautismo, de recuperación, es como una mano de vuelta a los españoles que llamaron al Huelén cerro Santa Lucía. Es haber vuelto a llamar Gabriela Mistral al que se llamó edificio Diego Portales. Así operan los símbolos, ese acto de renombrar, es también el palimpsesto. Porque eso significa, la expresión escrita debajo de la cual hay otra y debajo otra, y debajo otra, como las capas de afiches superpuestos, los rayados uno encima del otro. Y al mirar y recorrer la muestra en GAM, reconocemos las caras que tuvo y tiene la criatura que está naciendo. Pedro Lemebel, Mon Laferte, Camilo Catrillanca, Gustavo Gatica, Gabriela Mistral, Violeta Parra, Jorge González, Fabiola Campillai, el perro matapacos, la tía Pikachu y el sensual Hombre Araña, ese pastiche reunido en un mismo grito de demanda, en una misma plaza. Dignidad.

En estos momentos como país y como humanidad entera, las hijas del sol poniente nos están dando a luz una esperanza. Está sucediendo. Una Constitución paritaria es un parto del planeta, y la muestra fotográfica, sonora y audiovisual que en el GAM se presenta, da cuenta de que, a pesar de las décadas de embrutecimiento y alienación, la conciencia histórica colectiva y la sabiduría ancestral sólo necesitaban una sacudida. Un refresh. Los muros del estallido nos hablan de esta patria como un sujeto social responsablemente protagónico de su destino. Que elige declararse solidario, plurinacional, inclusivo, ecológico. Un país en el que -como dijera Patricio Manns en su Palimpsesto-: “Si nos va a arder la gana en toda luna, y hemos de andarla juntos tierra a tierra, que en las raíces Libertad nos una».

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