Gráfica

Cecilia Toro y el mundo íntimo de Calfucoy: “El encierro es una feroz enfermedad de estos tiempos”

Por: Claudio Pizarro | Publicado: 30.08.2022
Cecilia Toro y el mundo íntimo de Calfucoy: “El encierro es una feroz enfermedad de estos tiempos” Cecilia Toro |
Acaba de ser presentada la fotonovela gráfica Calfucoy, sobre la historia de una niña de ciudad que decide buscar respuestas volviendo a sus raíces. Cecilia Toro, creadora de la obra y productora general del premiado cortometraje Bestia, conversa con El Desconcierto sobre los alcances de un libro cautivador.

La interculturalidad, el encierro, la abrumadora información, la identidad cultural, los lazos familiares y el retorno a las raíces son algunas de las temáticas que plantea Calfucoy (Ocholibros, 2022), una fotonovela gráfica que tiene como protagonista a una curiosa niña que vive en un departamento junto a sus padres.

Eloísa Calfucoy es una niña champurria -descendiente mapuche que habita en la ciudad- que vive encerrada en su zona de confort, con temor al mundo exterior, y alimentando su curiosidad con múltiples aprensiones sobre lo que sucede «allá afuera».

Pese al apetito insaciable de conocer más allá de lo que ofrece su ventana, Eloísa comienza a disipar sus dudas existenciales con la ayuda de un tío músico, quien empieza a ampliarle sus perspectivas sobre la realidad y, sin ánimo de espoilear, la lleva a emprender un viaje a la tierra de sus ancestros.

 -¿Por qué te interesó contar una historia “champurria”, sobre una pequeña descendiente mapuche que vive en la ciudad?

Creo que es un tema no reconocido, que siempre tuvo una connotación que no me acomodaba y que quise dar un valor distinto, sobre todo para que la niñez pudiera reflexionar sobre eso. ¿Quién soy? ¿Cómo soy? ¿De dónde vengo? Creo que puede ser muy sanador para la sociedad que estas nuevas generaciones se observen de una forma más honesta, sin imposiciones coloniales añejas.

-¿Hay algo de Eloísa Calfucoy en tí, aparte de haberse criado ambas en departamento?

De todas maneras comparto con Eloísa todas las consecuencias de criarse en departamento; ser tan enfermiza cuando chica, el miedo a salir de la zona de comodidad, desconocer los ciclos básicos de la naturaleza y estar muy desconectada de los orígenes de mi familia. La diferencia es que ella se atreve a cambiar todo eso y yo aún estoy en el proceso.

-En el libro existe una mirada crítica sobre el encierro en las zonas de confort y el escaso tiempo que nos damos para compartir con otros. ¿Por qué te interesó abordar el tema desde los llamados “niños de departamento”?

Creo que el encierro es una feroz enfermedad de estos tiempos. Me aterra la vida pasiva real versus la segunda vida full-activa-virtual que tienen niñas y niños frente a las pantallas, que los estimula un montón por un lado, pero los domestica por otro. Me incomoda profundamente que sólo manejen esa forma de socializar y de ver el mundo. Por eso el libro cuenta que en la casa de Eloísa había mucha información sobre plantas, por ejemplo, pero las plantas reales estaban muertas sin riego en un macetero. Son cosas que me cuestiono mucho cuando me pasan, como adulta, y por eso tengo la pulsión de escribir una historia como esta. Quizás tengo esperanza en que la niñez pueda despertar a tiempo.

-En el prólogo planteas que Calfucoy es una radiografía culpable de errores que podemos estar cometiendo como sociedad. ¿Cuáles son esos errores?

La desconexión con la realidad, con la naturaleza. Desconocer nuestros orígenes y nuestros daños. No cuestionarnos hacia dónde vamos, como si no tuviéramos línea editorial. Movernos por el prejuicio y por el miedo. Naturalizar el privilegio, normalizar la desigualdad. En resumen, resignarse.

-Hay algo mafaldiano en Calfucoy que es esa sed inagotable de respuestas. Por eso decide viajar donde su abuela mapuche. ¿Qué piensas de esa metáfora del retorno a la tierra, a las raíces, al origen?

Creo que cuando se está un poco perdido, siempre volver a un lugar que nos sea propio y natural es tranquilizador. Cuando la mente va muy rápido, como le pasa a Eloísa, es mejor la acción para calmar esa ansiedad. Por eso le hace tan bien ese viaje. Ponerse zapatos y salir, en vez de seguir dando vueltas en círculos, la libera y la centra. El contacto real con la naturaleza y con su naturaleza es la metáfora directa de abrazar a su roble azul; a su Calfucoy.

-En el libro agradeces trabajar en una banda con instrumentos afinados y que estabas orgullosa de empujar el talento colectivo del equipo.  ¿Cómo fue el trabajo creativo y el aporte de cada uno en el resultado final?

Fue necesario y fundamental. Partí escribiendo el guión, para continuar un proceso de storyboard que duró tres o cuatro años, mientras hacía otros proyectos. Luego de conseguir un mínimo de financiamiento, aposté por financiar la gran parte que faltaba, y pasé a planificar el proceso fotográfico que duró unos meses, para continuar con la pre-producción de arte: diseñar y construir los personajes y escenarios.

Trabajé junto a Toto Duarte, gran artista, con quien construimos la ambientación del imaginario de Calfucoy. Cada detalle contaba cosas sobre los personajes, y el trazo, la escultura y sobre todo la energía de Toto, fueron súper importantes para este libro.

Vicente Vergara hizo la iluminación y fotografía de más de 400 viñetas, para estas 100 páginas de novela gráfica, donde nos guiamos con un storyboard que estructuraba narrativamente el libro y con un plan de rodaje muy parecido al que usábamos para animación.

El artista y autor/editor de comics, Sebastián González hizo el primer armado de este material, que fue de tremenda ayuda, mientras yo continuaba con el proceso de post-producción de las fotografías. Luego Leo Beltrán , con su experiencia como director, pudo dar perspectiva a todo este material visual, afinando, perillando, ajustando la narrativa y el diseño editorial de esta novela, muy parecido a la precisión del montaje de un cortometraje. Fue demasiada la generosidad de este tremendo equipo, tan talentosos en sus áreas que me ayudaron con energía y experiencia para que este libro saliera a la luz.

¿Cuánto influyó el trabajo que has desarrollado en Plastivida y la experiencia ganada con Bestia en el desarrollo de Calfucoy?

Ser independiente desde hace muchos años me ha permitido desarrollar un imaginario propio, que sirvió mucho para madurar y decantar en Calfucoy. Diseñar personajes, construir sus distintas capas psicológicas y sociológicas, fueron aprendizajes muy útiles.

Además, Calfucoy fue realizado pocos meses después del cortometraje “Cantar con sentido, una biografía de Violeta Parra” hecha en stop motion, que fue nuestro primer cortometraje junto a Leo Beltrán, con quien he aprendido mucho sobre el hacer. Cómo construir historias, cómo visualizarlas y cómo dirigir un equipo. Por eso Leo fue tan buen editor. Estaba muy compenetrado en la historia desde los primeros guiones.

Calfucoy fue hecho muchos años antes que mi participación en Bestia, pero sin duda que ser parte de este importante cortometraje me ha enseñado cómo hacer crecer y difundir los proyectos, observar cómo se pueden diseminar mensajes y cuán importante es la voz del público en el cierre de una obra.

– «¿Y si nos vamos de aquí a un lugar mejor?», es la pregunta que deja la novela gráfica. ¿Por qué crees que cuesta tanto abandonar las ciudades?

Porque son adictivas como el azúcar. Son cómodas y anestésicas. Lo tienen todo cerca, todo fácil, por eso nos adormece y nos desvincula de lo importante. No quiero satanizarla; también amo la ciudad…la conozco y la camino completa, pero creo que debemos re-pensar en cómo habitarla no perdiendo nuestra humanidad.

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