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“Aguas servidas”: La poesía al óleo de Fernanda Barceló Urrutia en Emilio Vaisse 561

Por: Rodrigo Hidalgo | Publicado: 14.01.2023
“Aguas servidas”: La poesía al óleo de Fernanda Barceló Urrutia en Emilio Vaisse 561 Fernanda Barceló en “Aguas servidas” | Fotografía de Carla Balcázar

El ojo en su agua se retrae, / entre las paredes. // Es el ojo rojo / que cae entre las formas / viscosas y vislumbra / y pasa con lo informe. // Es el ojo azul / en el vendaval de las bombas y el sonido seco que golpea que salta / que golpea entre coronas. // Es el ojo sin color en las cavernas, con el ruido. / En las paredes / las sustancias se adhieren al aire. / Es el del aire que se aspira y espira en un salto a la boca / para reventar el párpado.

“Estructura de la mirada” (Fragmento). Aguas Servidas, Carlos Cociña.

“Aguas servidas” es un libro de poesía de Carlos Cociña de 1981. Pero acá y ahora es una exposición de Fernanda Barceló Urrutia, conformada por una veintena de óleos sobre tela de variados tamaños, con el mar como protagonista, y la constante de sus bípedos más trasegadores, las aves y los seres humanos. Hay algunos títulos que aluden a la contingencia política por los que se filtra la realidad. El conjunto es fruto de varios años de trabajo, las primeras series de cuadros son de antes del estallido, y son años en que Barceló, entre otras cosas, fue madre. De hecho, el conjunto tenía originalmente un subtítulo: “crónica de un puerperio pintado”.

La muestra se extenderá hasta el 30 de enero, en la Galería Emilio Vaisse 561, antes de regresar a Puerto Montt, ciudad donde reside la artista.

Digamos ahora que la visualidad que despliega Fernanda Barceló en “Aguas servidas”, es poética en los mismos términos que la poesía de Carlos Cociña es visual. Hay coincidencias o concomitancias, hay una clara sintonía. Partiendo por la más evidente: la Galería Emilio Vaisse 561 es el taller del artista visual Rodrigo Cociña, hermano del poeta. Pero todo ha sido fortuito, fruto de la mera casualidad.

La verdad es que Fernanda no había leído completo y a cabalidad el libro de Cociña cuando decidió ponerle el mismo nombre a su exposición. Y que antes de exponer en Providencia, la idea original era traer la muestra a La Perrera Arte. Pero las cosas no se dieron y los astros tenían otro plan. Para fortuna de Fernanda Barceló y de su exposición, tras un impasse de fechas con La Perrera, la galería de Rodrigo Cociña la acogió. Y sobre la misma, apareció otro ilustre poeta para oficiar como presentador, Héctor Hernández Montecinos. Diríase que la poesía buscó a Barceló.

Lo cierto es que esta pintora oriunda de Corral, Valdivia, buscó desde temprano el contacto con artistas de distintas disciplinas y con variadas escenas o circuitos de creadoras e intelectuales. Podríamos decir que el nombre de “Aguas servidas” apunta, de modo grueso, al efecto contaminante de las y los chilenos en aquel mar que tranquilo les baña. No nos distinguimos tanto de las gaviotas o de los pelícanos del borde costero, a la hora de verter nuestros desperdicios. Pero todo eso debe inteligirlo el espectador. No estamos ante cuadros de denuncia, como ante canciones de protesta. Las imágenes de “Aguas servidas” son mucho más poéticas, metafóricas, sin llegar a ser abstractas. 

Por eso, en el acto inaugural, el poeta Héctor Hernández Montecinos, se refirió al gesto nostálgico que supone la trinchera de la pintura “realista”. La simple imagen de la gaviota, ya como vigía solitaria, o bien reunidas en una patota o pandilla (o en una “convención constituyente”), abre los abanicos de la interpretación por la carga semántica que su sola presencia convoca. O la pura arena, como un paño rasgado, como una manta raída. Todo paisaje es nostalgia, dice Hernández. Una ventana es un marco y por lo tanto convoca la sed de lo que lo excede. Por la ventana entra todo lo que está más allá de lo que muestra: es decir que por la ventana también salimos. Las pinturas de Fernanda Barceló insisten en esto, son un gesto de condensación poderoso. Su ojo elige capturar este pedazo de arena y cielo azul, y no otro. Y pasa y repasa por esa arena y ese cielo específicos y puntuales porque si fuese otro el pedazo de azul en que se empeñase, podríamos por ejemplo irnos al azul originario de la cosmovisión mapuche, y estaríamos hablando de Elicura Chihuailaf y no de Carlos Cociña.

Fotografías de Carla Balcázar

Aguas servidas o aguas residuales, son las aguas cuya calidad se vio afectada negativamente por influencia antropogénica. Cociña trabaja sus poemas como si los estuviese obrando. Los puja, los pare. Los huele y entierra. Entra en el lenguaje como una bacteria descomponedora. El gesto que realiza Barceló en sus lienzos es erosivo, oxigena y oxida, percude y descalcifica. Te lanza como el viento la arena en los ojos. Te deja el rastro sucio del mar en la piel. La sequedad rasguñando la vista. Y como olas reiterativas, en sus lienzos se alcanza a oír el mantra salado retumbando detrás de los oídos, junto con las carcajadas burlonas de las gaviotas. Se permite finalmente un auto-retrato tangente y testimonial, el contexto de los hechos. Y la operación se completa con los títulos (de los poemas y de los cuadros), los títulos son parte de la obra, son como los marcos: umbrales de significación.

Es importante destacar, por último, que “Aguas servidas” se exhibió en la Casa Varas de Temuco y en el Teatro Diego Rivera de Puerto Montt durante el 2022, y que esta temporada en Santiago, en la Galería Emilio Vaisse 561, es posible gracias a que Fernanda ganó un Fondart de circulación para financiarla, y por eso también para la jornada inaugural se contó con un número musical proveniente de Los Lagos, el @duo_acontramano, que interpretó algunos tangos que dieron un merecido realce al evento.

De cualquier manera, para una experiencia remota no presencial, puede echar un ojo a estas “Aguas servidas” de Fernanda Barceló, en https://issuu.com/typonatgraphy/docs/aguasservidassegundaversion

 

 

 

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