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CRÍTICA| «Plaza de la Dignidad», de Carmen Berenguer: Y se encendió la mecha

Por: Rodrigo Miranda, escritor y periodista | Publicado: 05.03.2021
CRÍTICA| «Plaza de la Dignidad», de Carmen Berenguer: Y se encendió la mecha |
En su diario vivir como vecina histórica de los combativos Edificios Turri, la poeta fue testigo del 18 de octubre de 2019 y los días sangrientos y pandémicos que le siguieron. Subversiva y cuántica, “Plaza de la Dignidad” de Carmen Berenguer es un diario que permite saltar y deslizarse a épocas y luchas pasadas y avanzar hacia un tiempo trágico que puede ir también hacia atrás.

Subversiva y cuántica, “Plaza de la Dignidad” de Carmen Berenguer es un diario que permite saltar y deslizarse a épocas y luchas pasadas y avanzar hacia un tiempo trágico que puede ir también hacia atrás. 

Como la historia es pendular, la memoria se desplaza a 1949, a la Revolución de la Chaucha, a la Batalla de Santiago contra el alza de las micros de Carlos Ibáñez del Campo en 1957 y a las protestas por un salario digno, donde se encuentra con la tía Elsa, huérfana, proletaria y siempre alegre.  

Este iluminado documento, entre crónica y poemario, espejea sus obras anteriores: Naciste pintada (1999), donde Berenguer ya mapea el hito urbano de la rebautizada Plaza de la Dignidad, y Bobby Sands desfallece en el muro (1983), el día a día de la huelga de hambre de este poeta irlandés y miembro del IRA que muere de hambre en la cárcel en la lucha por la liberación de su país en 1981.

La palabra hambre fue proyectada la noche del 18 de mayo de 2020 por el colectivo Delight Lab en la torre Telefónica en plena pandemia y como señal de alerta en un país donde esa palabra, culturalmente cargada de historia, tortura y tragedia, cobraba, al igual que en dictadura, una contingencia aterradora en las ollas comunes de los barrios populares de Santiago.

“Lo viví. Mi plaza está viva y colorea, es la guernica sudaca del sur”, presagia Berenguer

En su diario vivir como vecina histórica de los combativos Edificios Turri, la poeta fue testigo del 18 de octubre de 2019 y los días sangrientos y pandémicos que le siguieron. 

En ese cuadrante se abrió un portal que el pueblo mapuche había esperado por 500 años. Lautaro, los hermanos Vergara Toledo, Catrillanca, enumera Berenguer. La presencia de la bandera mapuche flameando en lo alto de la estatua del caballo de Plaza de la Dignidad es un hito ineludible. Esa imagen es el umbral que aún no se cierra, un portal de expresión colectiva de rabia contenida y deseos de justicia por siglos. 

Berenguer narra que organizó un cabildo poético con casi una veintena de escritores. La mejor poesía barrioca se leyó en esa jornada a megáfono limpio, acompañada del mejor arte joven chileno como telón de fondo. El mejor arte contemporáneo chileno nunca ha estado dentro de los museos, está en las fachadas de la Alameda y en el monumento a Baquedano. 

La poeta registra la revuelta, los estudiantes que saltaron los torniquetes, El derecho de vivir en paz, los ojos mutilados de Gustavo Gatica, LasTesis y el capucha de primera línea.

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Plaza de la Dignidad fue escrita en la calle desde el primer día de la revuelta social contra el neoliberalismo, simbólicamente, desde el óvalo del caballo, en los cabildos de los vecinos, en la expresión de rabia del graffiti y del arte callejero. No quedó ni un centímetro sin rayar. 

Ella vivió la revuelta del 18 de octubre y escribió el libro entre la brutal represión, las lacrimógenas y la fuerza de las demandas feministas multitudinarias del 8M de 2020. Había algo que atraía a esa plaza, un magnetismo. Había que estar ahí. Los ciudadanos golpeaban los metales con piedras y el estruendo se podía escuchar a cuadras de distancia. Era el nacimiento de la matria.

Este documento de la rebelión y de la peste es un alarido como si la poesía gritara que es un habitante más de Plaza de la Dignidad, uno de los “sin casa” del Parque Balmaceda y los tajamares del Mapocho, un poblador más de la comuna de El Bosque que organiza una olla común para no morir de hambre, un joven luchador de la primera línea que al protestar por sus derechos le mutilan sus ojos, lo encarcelan sin pruebas y torturan brutalmente. 

En Plaza de la Dignidad, el testimonio de Berenguer construye un proyecto estético, social y político, a través del despliegue de una trama urbana de signos y dispositivos callejeros. Mediante estas maniobras propias del graffiti rebelde, se teje la lucha colectiva contra la desigualdad, la inequidad y la exclusión que genera el sistema. El ágora como gesto poético y de resistencia.

“Y se encendió la mecha”, aúlla Berenguer.

Plaza de la Dignidad

Carmen Berenguer

Mago Editores

73 páginas

Precio de referencia: $15.000

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