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CRÍTICA| Sobrevivir a la barbarie: Marchant Lazcano lee a D`Halmar

Por: Tomás Henríquez | Publicado: 09.03.2021
CRÍTICA| Sobrevivir a la barbarie: Marchant Lazcano lee a D`Halmar | Jorge Marchant Lazcano, Escritor. Foto Reinaldo Ubilla
Jorge Marchant Lazcano ha escrito una novela estupenda. De ahí venía el miedo (Tajamar Editores, 2020), su entrega más reciente, merece todos nuestros elogios. Como en buena parte de su obra, habla de homosexualidad. Y su actor principal es otro gran uranista del parnaso chileno, el también escritor Augusto D`Halmar.

Lo retrata de joven, con 25 años, cuando apenas había publicado sus dos primeras novelas. Atrás quedaba la colonia tolstoyana, ese proyecto de comunidad de artistas en San Bernardo y su relación con Fernando Santiván. Acá lo vemos viajando por primera vez a Europa, de camino a la India, donde habría de ejercer de cónsul. En una librería de Liverpool conoce a George Merrill, escritor como él, que lo invita a pasar un fin de semana en la acomodada casa de campo de Edward Carpenter, otro viejo intelectual y activista que —oh, sorpresa— también practica en secreto el execrable vicio de los griegos.

De entrada el autor nos advierte que si bien nombres, fechas y lugares son perfectamente verosímiles, todo aquí es ficción. Lo que poco importa, mirando el relato. Cada capítulo está centrado en una de las cinco voces protagonistas que se alternan contando los pormenores de dicho paseo. Todos —cuál más, cuál menos— gozan de una buena vida, y sin embargo, han debido sortear la violencia de un mundo hostil.

Así pues, D`Halmar ingresa de forma involuntaria a las bambalinas de Bloomsbury, una tropa de jóvenes y alocados ingleses, grupo ahora canónico, que por ese entonces ensayaban formas de rebelarse ante la casta sociedad victoriana imperante. De este modo, quedan todos locos por ese muchachito buenmozo, de piel lozana, vuelto repentina presa de sus fantasías. Y si bien lo tratan con delicadeza, no dejan de sentir cierta ternurita colonial por este ejemplar poco usual para las tierras del sur.

En la policía habita el alma conservadora de una nación

Este fresco lo completa el señor Harris, oficial de policía que encuentra el cadáver de Miss Violet, travesti ultrajada por un supuesto asesino serial. No habría problema sino fuera porque la occisa mantuvo vínculos, dizque laborales, con el propio señor Carpenter. Esto le sirve de pretexto al agente para interrumpir el paseo y advertirles del peligro. Sin embargo, todo parece más bien una vulgar excusa, una forma encubierta de hostigamiento. Su deseo real es limpiar el país, imponer la norma y hacer regir el imperio de la decencia. Y aunque resulte risible e incluso patético, sabemos, siempre en la policía habita el alma conservadora de una nación. En este caso, Harris busca desterrar el recuerdo todavía fresco de Oscar Wilde: blasfemo socialista, escritor de comedias livianas, cuya licenciosa vida privada era conocida, no solo por haber sido frecuente visitante a clubes de caballeros solos, sino sobre todo, por festinar y peor aún, promover su desviación. Los maricones eran campeones para el disfraz, dice el policía, justificando así su prepotencia y falta de nobleza.

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Con todo, D`Halmar acá luce como un meteco, aquel arquetipo literario del escritor turista que le cuenta a los de su aldea cómo es la metrópolis que jamás van a conocer. Augusto viaja al primer mundo para ocupar un cargo político, pero en el fondo parece más interesado por vivir aquellas aventuras librescas que le permitan dar rienda suelta a los deseos proscritos de su época. Acaso escapando de la violencia provinciana, del recato y el conservadurismo chileno, cansado ya de recibir una y otra vez la misma pregunta —Augusto, ¿cuándo vas a formar una familia?— llega al primer mundo, pero involuntariamente se enreda (lo enredan) en el caso de un crimen de odio. Cotejo y desilusión. No importa dónde vayas, vives una época en la que incluso la tierra de Wilde promueve la persecución y el asesinato de hombres cuyo único supuesto pecado es amar a otros hombres. Hemos guardado silencio más tiempo del necesario, se lee en estas páginas, no sin razón, quizá como la radical constatación de vivir ante la amenaza constante de ser asesinado.

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Estamos sin duda ante un lujo de novela. En apariencia tradicional incluso conservadora, pero que brilla sobre todo por una prosa apasionada, sensible, elegante, reposada y triste. Muy triste. Que se despliega entre los versos de Whitman, las pinturas de Whistler, o el fino y delicado recuerdo del pequeño Lord Fauntleroy. Que parte como una novela de iniciación, pero deriva en un misterio, que por suerte no logra eclipsar una bella paradoja: tratando de escapar de la violencia, el joven escritor chileno se la encuentra de frente.

En tiempos donde la política disidente cae con facilidad en el griterío y la estridencia sorda, el proyecto literario de Marchant Lazcano conserva la calma, la erudición y la sensatez, sin mermar un ápice el irrefrenable deseo (y a ratos también la culpa) de cuerpos que viven en peligro. Esto lo convierte en una de las escrituras más atrevidas de la narrativa chilena actual, y confirma, una vez más, que la buena literatura nos permite sobrevivir a la barbarie. O ante el odio, que ayer y hoy —así lo dice la novela— mantiene rasgos sospechosamente similares. Ya lo sabía D`Halmar, hermoso extranjero de un lejano país llamado Chile. De ahí venía el miedo.

De ahí venía el miedo

Jorge Marchant Lazcano

Tajamar Editores, 2020

312 Páginas

$19.900

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