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CRÍTICA| «La escena temblorosa»: Una perspectiva oficialista del teatro valdiviano

Por: Gonzalo Schwenke, profesor y crítico literario | Publicado: 11.06.2021
CRÍTICA| «La escena temblorosa»: Una perspectiva oficialista del teatro valdiviano Valdivia |
«La escena temblorosa» (2019) y «La luna austral» (2020) de Roberto Matamala Elorz, publicadas por la mítica editorial sureña Kultrun, son dos libros de difusión que relatan los vaivenes del teatro valdiviano, muy ligado a la universidad y a lo oficial.

La escena temblorosa (2019) y La luna austral (2020) de Roberto Matamala Elorz sirven como material de estudio e información para un público amplio y donde el autor ha sido partícipe y protagonista de la escena cultural nacional. Asimismo, es necesario indicar que el primer volumen tiene apoyo investigativo de Ruth Belmar y Guissel Vera.

En esta primera entrega, me enfocaré en el primer trabajo publicado donde La escena temblorosa hace el corte histórico producto del terremoto de 1960. La publicación menciona antecedentes fundamentales como las primeras obras: El triunfo del deseo y Jura de Carlos III, escritas por el cronista y poeta valdiviano Pedro de Usauro Martínez de Bernabé para las “Fiestas Reales de la Plasa de Baldivia” de 1760, y Camila ó la patriota de sud-américa de Fray Camilo Henríquez en 1817. De igual manera, el impulso dado por los empresarios españoles durante la primera mitad del siglo XX, para asistir a las zarzuelas o comedias. La construcción de estos espacios de entretenimiento fomentó el movimiento teatral entre aficionados y estudiantes.

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Este fenómeno cultural en Valdivia se produce, principalmente, tras el empuje de la Universidad Austral de Chile, donde los y las estudiantes y profesores organizan presentaciones en el Teatro Cervantes, colocando en movimiento intereses propios al servicio de la ciudad y el desarrollo de las artes escénicas. Las pesquisas del periodo anterior al golpe de Estado, deslizan una sutil crítica a la desprolijidad del periodismo local.

Formación

No podemos continuar sino pasamos por el segundo capítulo. Dicha esta obviedad, en esta sección aparecen antecedentes de formación de muchos actores y actrices, siendo Rubén Sotoconil la figura fundamental presente en la ciudad.

Él, fundador del Teatro Experimental de la Universidad de Chile, llega a Valdivia a fortalecer el Teatro Universitario en los 70. La experiencia académica y los espacios barriales (las tomas de la época) son aplicadas e impregnadas en distintas ciudades del país.

El caso local es que el grupo se consolida hacia final de 1970 montando 14 funciones. Enseguida, la Escuela se amplía a dos cursos: la práctica y enseñanza se profundiza. Por lo que esta euforia incesante por crear y montar obras solo se detiene con el golpe de Estado. Tema del que poco se ha escrito desde Valdivia y que el autor aprovecha de despolitizar, omitir o tocar muy por encima.

Puede deberse a la sensibilidad de pérdida de maestros/as y compañeros/as donde algunos fueron exonerados, exiliados o fusilados, pero en tanto escritor y la misión autoencomendada, tiene la obligación de ampliar la visión.

De la Escuela de Teatro a las catacumbas

A partir de lo que relata La escena temblorosa (2019), la Escuela de Teatro es desarticulada y el director Jaime Silva tuvo que reestructurar o acomodarse bajo los parámetros que la dictadura cívico-militar posibilitaba. Probablemente el último estertor fue el enorme montaje Oratorio 1850 (1974) dirigido por Jaime Silva y música de Luis Advis.

La obra escenifica la colonización alemana y alaba la capacidad profesional e industrial de los inmigrantes desarrollada en Valdivia. La que obviamente, entre los descendientes y militares de la época tiene una magnífica acogida. Luego de esta elegía, los militares cierran la carrera de Teatro en 1976.

La debacle significa la “era de las catacumbas”, como popularmente se le conoce a este período. Desmantelada la Escuela pasan a los ensayos del Taller Municipal de Teatro (1977-1982) y que se realizaban en los subterráneos del edificio consistorial. Espacios rústicos y poco amables para el ejercicio dramático.

Son años de precariedad donde los actores y actrices eran pagados con sueltos mínimos junto a los obreros del PEM en sobres (información que no está presente sino apenas referida). Por otro lado, comienzan a aparecer nombres relevantes como Maha Vial y el escritor Marcelo Lillo.

Espacios censurados

Debido a lo anterior, probablemente el capítulo V es el más débil y uno de los más importantes. El mismo autor afirma que el periodo comprendido entre 1977 a 1982 es heroico. Más bien por lo sustantivo de la experiencia de tener espacios artísticos vigilados, censurados y cómo los artistas intentaban sacudirse de los contratiempos que significaba lidiar con las representaciones del autoritarismo de la dictadura en regiones.

Tampoco otorga contexto al probable factor de cambio de alcalde Ibarboure que permite mayores libertades creativas dentro de lo que significa la dictadura y el aparato represivo. Incluso, entendiendo que Valdivia es una ciudad donde todos se conocen, no hay registros de lecturas poéticas dramatizadas y la relación en los medios radiales que intermedian, ¿o hacer teatro solo es válido para los “montajes grandes”?

En este sentido, se observa que no está del todo equilibrado y hay ciertos párrafos que no son óptimos. No se constata el trabajo del profesor y poeta Jorge Torres en el Colegio Alemán que en sus Obras Completas, en contraste con Roberto Matamala, sí menciona un montaje en otro colegio tradicional por aquel tiempo. Tampoco hay un lugar especial para el poeta Jorge Ojeda, muy querido entre la generación, con obra y proyectos, pero que cada vez se está quedando más en el olvido.

Por lo mismo, habría que preguntarse si en estos años realmente hubo un “apagón cultural”, o si existe una intencionalidad en darle pie a la premisa de un periódico santiaguino: El Mercurio.

Después de la crisis

Tras la crisis económica de 1982, comienza un lento y sostenido crecimiento del teatro, llegando en un momento con varios grupos además del Taller Municipal de Teatro (hay que precisar que muchos/as pasaron inicialmente por este taller y después, tomaron sus propios caminos): el Teatro Independiente de Cámara seguido de Altazor, La Búsqueda, El Bufo; y finalizando la década con la aparición del Taller 772, organizando tres festivales de teatro y cinco encuentros juveniles.

Finalmente, el lector debe tener cierto bagaje de las obras dramáticas enunciadas. Bajo ese supuesto, La escena temblorosa (2019) es una obra de consulta que toma una perspectiva oficialista ligado a la universidad y a los grandes montajes teatrales valdivianos.

Dentro de lo difícil que es contar un período histórico, en los puntos altos, está el diseño por capítulos que hacen rápida la lectura, la inclusión de los testimonios que le otorgan dinamismo al relato y la nutrida base de la hemeroteca constatando los variados eventos.

No obstante, hay ciertos aspectos en el periodo de la dictadura que todavía están frescos, que aparecen aislados y que deberían retomar ese relato cotidiano y mínimo que nos diferencia de cualquier fenómeno objetivista. Por esto, desvincular los fenómenos políticos y sociales como si no afectase al mundo del teatro es mañoso.

La escena Temblorosa

La escena temblorosa

Roberto Matamala

Ediciones Kultrún, 2019

148 páginas

Precio de referencia $10.000

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