QUÉ SE LEE | Elisa Loncon: El mandato de instalar los derechos de las naciones originarias

Estoy leyendo a cada rato porque ahora las lecturas están diversificadas. Normalmente estoy pendiente de muchas cosas: sea en una reunión cuando descargo un documento interesante que surge de ella, o las lecturas que hago de las redes sociales, las que, por muy rápidas que sean, tengo que hacer. A veces dejo tardes dedicadas a la lectura u ocupo tiempos de viajes para poder leer.

 Últimamente leí La revolución reflexiva de Humberto Maturana y Ximena Dávila, libro que considero no solo interesante sino también importante. Mientras lo leía pensaba que todos los convencionales constituyentes y quienes están haciendo la política debieran leerlo. Es que ellos (Maturana y Dávila) con su pensamiento hacen un llamado a escucharnos, a conversar y hablar sin trampas, considerando al otro sin miedo. En realidad, todos deberíamos leerlo.

Antes de ese leí Ecología y Política de Sara Larraín, quien invita a reflexionar sobre cómo el calentamiento global y el extractivismo implican una preocupación en el futuro de la política.

A partir de la lectura de Dávila y Maturana, resulta evidente que la conversación de los actores es un imperativo dada la diversidad que tendremos en la Convención. Además, nos tenemos que sacudir de los miedos a ‘lo distinto’ que tanto nos acostumbraron en la cultura hegemónica.

¿Por qué tenemos que temer a priori al otro?

Debemos considerar que, para todos los convencionales, esto es completamente nuevo: el cómo vamos a escribir la nueva Constitución. Yo tengo el mandato de instalar los derechos de las naciones originarias, los cuales son derechos humanos. Esta instancia nos exige una ética hacia la condición humana y una ética frente a la naturaleza.  

Hace un tiempo fui parte de un libro compilatorio que se llama Zomo Newen: Relatos de vida de mujeres mapuche en su lucha por los derechos indígenas. Allí mujeres de diversos espacios y quehaceres hacen planteamientos que buscan ser incorporados como derechos o, en su defecto, reconocidos: un ejemplo son las mujeres que trabajan en la producción de alimentos que ofrecen una opción gastronómica que amplía a la ya existente y hegemónica del país, a partir de saberes longevos y elementos que brinda la naturaleza.

[Te puede interesar]: QUÉ SE LEE| Erika Martínez: Hassan Akram y “El estallido” necesario

Otro libro que recomiendo es Aquí estamos todavía de Enrique Antileo Baeza, en el que se analiza el colonialismo y la emancipación de los pensamientos políticos mapuche y aymara. Es fundamental entender el colonialismo porque hemos sido colonizados no solo los mapuche y los pueblos originarios de este continente, sino también el pueblo de Chile. A este pueblo no se les ha permitido reconocer a su madre en el sentido político y cultural.

¿Quién es la madre del pueblo de Chile?

Tal vez son las madres indígenas. Pero el colonialismo redujo a los pueblos originarios a la condición de barbarie, lo cual hizo que dejáramos de ser importantes para que otros nos conozcan. Sin embargo, las naciones originarias seguimos y mantuvimos una manera de instalarnos, resistiendo cultural y lingüísticamente. Estamos todavía, como es el título de este libro. Chile tiene una debilidad identitaria y este libro permite acercar el pensamiento filosófico de las naciones originarias, lo cual, a la vez, permitirá tener una identidad más enraizada en este territorio. Es que la referencia de ser europeos es una mentira: estamos en un territorio de diversidades culturales y naturales, por lo que se hace necesaria una lectura anticolonial.