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La novela de la explotación forestal: El territorio de Simón López Trujillo

Por: Cristian Hualacan | Publicado: 26.11.2021
La novela de la explotación forestal: El territorio de Simón López Trujillo cristian hualacan |
“Antes de escribir la novela, sabía de las grandes forestales lo que sabe la mayoría: que son empresas que traen violencia, sequía y pobreza a los lugares donde se instalan”.

Un trabajador de una gran forestal enferma extrañamente y comienza a delirar  que es un profeta así que deja a su familia por una congregación. Por otro lado, una bióloga estudia una extraña enfermedad relacionada a los hongos en la extracción de madera del sur chileno.

Así más o menos, se configura El vasto territorio (Alfaguara, 2021). Que en distintas capas de explotación describe como es el abuso laboral en el subcontrato y la violencia en el sur chileno extractivista. Así el autor, Simón López Trujillo (Santiago 1994), narra entre la violencia y la ternura un relato intimista ahogado en la realidad chilena de los últimos treinta años.

Dedicada al dirigente Rodrigo Cisterna, en resumen la novela tiene una ficción política sobre las relaciones laborales precarizadas, los ambientes familiares destruidos por la pobreza y la destrucción de bosques para llevar -digamos- el pan a la casa. «Dios sabe si hay más verbos para referirse a estas cuestiones», escribe Trujillo.

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Simón López Trujillo ganó el Premio Roberto Bolaño y fue becario de la Fundación Neruda. Cursa Estudios Latinoamericanos y en enero participará en la residencia en MacDowell en Estados Unidos. En definitiva, El vasto territorio entrega atisbos de poesía y una estructura arrebatada por la destrucción del medio ambiente donde pueblos originarios y trabajadores viven en un campo de batalla entre la pobreza y la destrucción.

-¿Cómo empezó la idea de la novela? 

Todo empezó viendo un documental sobre el reino fungi donde contaban que a fines de los noventa en la isla de Vancouver (Canadá), hubo un brote del hongo Cryptococcus gattii que mató a varias personas. Cuando descubrí que ese hongo es endémico del eucalipto, me pregunté qué pasaría si ese brote ocurriese en Chile. Donde tenemos casi tres millones de hectáreas de plantaciones de pino y eucaliptos. Con esa excusa, me puse a investigar sobre hongos y forestales y empecé a escribir la novela.

Potencial político

-¿Por qué ficcionar sobre la tala de árboles, el avance de un hongo y la destrucción de territorios ancestrales?

De cierto modo, siento que en la ficción narrativa hay un potencial político cuyo valor excede al de otros lenguajes. No solo en términos de contar una historia, sino con lo que ocurre con las palabras. Para mí, un texto me hace pensar, primero, cuando me abre el oído a otra sintaxis. Adoro cuando una novela es capaz de hacer eso. Sospecho que por ser mejor lector de poesía que de otra cosa. Pero principalmente porque creo que la imaginación solo se despliega en toda su potencia cuando las palabras están usadas de otro modo que el habitual. En esto puedo estar siendo tan ingenuo como montalbettiano, pero al menos para mí, si la ficción va a ayudarnos a pensar algún asunto, primero tiene que afectar las formas en que lo estamos pensando. Y esas formas son palabras.

El mundo narrativo

-¿Qué tiene que decir la ficción sobre la realidad chilena?

Durante harto tiempo, pensé que estaba escribiendo una novela de denuncia, pero en el camino fui transformando esa intención.  En el borrador que trabajé durante la pandemia, había saturado las texturas del libro con información sobre las consecuencias terribles del extractivismo forestal y sobre la historia de Rodrigo Cisterna. Con el afán de mostrarle al lector lo terrible del asunto. Pero, al final se estaba perdiendo el tono y el ritmo del texto. La lectura se hacía pesada y un poco pedagógica, en el mal sentido. Si la ficción dice demasiado, se sale de sí misma. Narrar es diferente a decir algo. Hay que construir un mundo y adentrarse en él, dejarlo que madure por sí mismo y aprender a respetarlo del mismo modo que se respeta al lector.

Dictadura forestal

-La plantación de los bosques de pino en el sur ha tomado una relevancia enorme, no solo desde el punto de vista ecológico, también desde la defensa de los territorios mapuche. ¿Cómo fue que trabajaste las variantes de lo extractivista? 

Antes de escribir la novela, sabía de las grandes forestales lo que sabe la mayoría: que son empresas que traen violencia, sequía y pobreza a los lugares donde se instalan. Ahora creo que sé lo mismo, pero he podido confirmarlo con algunas lecturas y complejizar un poco el asunto, la profunda vinculación del modelo forestal chileno actual con la dictadura. Por un lado, por el Decreto de Ley 701, con que desde 1974 en adelante el Estado chileno subsidió el monocultivo de pinos y eucaliptos por hasta un 75% de los costos por hectárea plantada.

Y por otro lado, por lo que sucedió con proyectos como el Complejo Forestal y Maderero Panguipulli (COFOMAP). Una de las empresas insignes de la Unidad Popular. Con control total de parte de los trabajadores que tras el golpe fue desmantelado a punta de torturas y desapariciones y luego rematado a precio de huevo por el entonces director de la CONAF, Julio Ponce Lerou.

Para escribir la novela, leí un montón de cosas sobre las forestales. Desde libros sobre su tremendo impacto ambiental y social hasta fichas técnicas de prevención de riesgos de sus trabajadores, que dan cuenta de la cantidad de accidentes laborales a los que están expuestos.

-¿Qué significa que la novela está dedicada a Rodrigo Cisterna?

De cierto modo, el libro está dedicado a Rodrigo Cisterna para denunciar que el modelo de las grandes forestales produce una violencia que se expresa no sólo de modo sistemático sobre el pueblo mapuche, con la usurpación ilegítima de sus tierras y la criminalización de sus demandas, sino también sobre sus propios trabajadores, a quienes se suele mantener en regímenes de extrema precarización laboral.

 

El vasto territorio

Simón López Trujillo

Alfaguara

156 páginas

Precio de referencia: $12.000

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