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ADELANTO| Souvenirs del último martes de Merino: La autobiografía de ‘Gato’ Escalante

Por: El Desconcierto | Publicado: 10.01.2022
ADELANTO| Souvenirs del último martes de Merino: La autobiografía de ‘Gato’ Escalante 1640907989578_1640907651775_1640907638167_1640907637103_1640907636015_1640907633987_El Muro y La Montaña (1) |
El periodista y cofundador del Movimiento de Acción Popular Unitaria, Jorge ‘Gato’ Escalante, lanzó «El Muro y la Montaña» por la Editorial Ceibo. Una obra autobiográfica donde hace un repaso por algunos sucesos importantes de su vida, como sus años de militancia, la prisión durante dictadura, el exilio en Berlín, su carrera en medios de oposición como el Fortín Mapocho, y eventos de su memorabilia personal como el día que Pinochet lo echó y el último martes de Merino, cuando ‘Gato’ se las arregló para hacerle un regalo que el almirante despreció. Aquí un adelanto del libro.

Pinochet y el Fortín Mapocho

Trabajar como periodista en dictadura en un diario opositor como Fortín Mapocho fue una experiencia maravillosa. Algo ya conté de este período en otro capítulo. Agrego solo dos recuerdos inolvidables.

En 1988, meses antes del plebiscito, como periodista del Fortín quise conocer qué estaba pasando al interior de las Fuerzas Armadas. Sin consultar con nadie en el diario, empecé a tratar de meter la nariz en los institutos castrenses. La Fuerza Aérea fue la primera que me abrió la puerta. Quería ver qué pasaba si un periodista de Fortín llegaba a las ruedas de prensa o pedía alguna información.

Llegó el aniversario de la FACH y junto a otros periodistas me invitaron al almuerzo de celebración en la Base Aérea El Bosque. Asistiría el comandante en jefe, general Fernando Matthei, y los otros integrantes de la Junta Militar. El invitado principal era Augusto Pinochet.

Estábamos sentados a la larga mesa esperando que llegaran todos. En eso veo que el oficial encargado de Relaciones Públicas de la FACH viene a paso acelerado cruzando el inmenso patio para llegar al gran comedor. Se acercó a mí y algo confundido me habló discretamente:

Pucha Escalante, te pido disculpas pero llegó el general Pinochet preguntando qué medios de prensa estaban presentes. Me indicó que el periodista de Fortín debía irse de inmediato. Que él no se sentaba a la mesa con un periodista de tu diario.

Por supuesto que ningún otro periodista solidarizó conmigo. Ya estaba acostumbrado a eso en dictadura y no me importaba. No sentí ni rabia ni vergüenza.

Crucé el largo patio hacia la salida con el pecho hinchado de orgullo. El dictador nos odiaba y eso constituía un tremendo honor. Para eso existíamos.

Último martes de Merino

También por propia iniciativa empecé a colarme para cubrir las actividades de la Junta Militar en el entonces llamado edificio Diego PortalesEspecialmente los noticiosos martes del integrante de la Junta Militar y comandante en jefe de la Armada, almirante José Toribio Merino. Entre las estupideces que Merino decía cada martes, haciéndose el chistoso, había comentado que cuando pasara a retiro se iba a dedicar a jugar al trompo.

No es que Merino fuera un curagüilla. Tomaba lo necesario para su alto grado. Pero había tenido un accidente años antes que le provocó un problema en la mandíbula. Por eso su hablar parecía el de alguien bajo el efecto de alcohol. Aunque para todos quedó como el borrachín Merino.

Llegó el último martes después de la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988. Algunas periodistas de los canales de televisión que siempre se inclinaron ante el poder militar haciéndose las lindas con los milicos, habían estado cuchicheando días antes porque querían hacerle “un buen regalo de despedida” a Merino.

Unas opinaban regalarle unas espuelas de plata. Otras, un lindo poncho huaso. Esa tarde conversaron varias alternativas y pensaron hacer una colecta para costear el regalo. Intervine y dije que me haría cargo del regalo más o menos en ese estilo que pensaban. Que después diría cuánto costó para juntar el dinero.

Ni pensar en comprarle a Merino una porquería de poncho ni espuelas de plata de huasos más falsos que Judas. ¿Será verdad que Judas vendió a Jesús? ¿O será otra de las fábulas de la iglesia católica? A lo mejor Judas quiso salvarle de morir crucificado. Y fue Juan o Santiago el que lo vendió a los romanos. O tal vez Barrabás nunca fue un bandido y era el Maestro Rey de Reyes. ¡Quién sabe! 

El último martes llegué al Diego Portales con el regalo. Una caja de unos treinta centímetros de largo por otros treinta de ancho. Un lujo de envoltorio. Una gran rosa blanca. A la altura de la autoridad de que se trataba. Todos preguntaron qué había comprado, especialmente las periodistas hinchas del almirante que encontraron de maravilla la caja elegante. 

Estaban más cuchicheras que antes en el último martes del almirante. ¡Qué irá a decir con el regalo!

-Solo les digo que le va a gustar harto-, dije a las mujeres pinochetistas.

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Expliqué qué era más o menos lo que ellas querían. Un regalo patriótico, como corresponde. ¡Bien chileno! Salió medio caro pero les dije que después juntábamos la plata.

Terminó la última reunión de la Junta y Merino salió triunfante y dicharachero como siempre. Antes de que hablara sus habituales cabezas de pescado se le entregó el regalo. 

-Con todo cariño, almirante.

Merino se sorprendió. Sonriendo, abrió con cuidado el regalo. Demoró unos minutos. Cuando abrió la tapa de la caja desapareció su sonrisa.

-Ahhh… un trompito…

Ese era su regalo. Se había hecho el lindo diciendo que cuando se retirara se dedicaría a jugar al trompo. Un trompo con su respectiva guaraca bien larga. Para que se dejara de joder insultando a medio mundo siempre con la monserga de los marxistas humanoides.

Las periodistas que querían poncho de lujo y espuelas de plata me quedaron mirando enojadas. Por supuesto que no les cobré la cuota.

Merino habló poco. Se despidió y lanzó un par de tonterías. Pero quedó claro que el regalo no le gustó. Culpa mía no era…

Esa última tarde quedó el desbande en el Diego Portales. Algunos empezamos a robar objetos de las oficinas. Tenían la inscripción HJG: Honorable Junta de Gobierno y… bueno… quedarían como recuerdo. Desaparecieron varios platos, tazas, platillos y otras porcelanas HJG. Yo me eché una taza y un plato al bolsillo. Aún los guardo. Algo así como un botín. Soy cachurero.

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