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«Nomadland» y «El Agente Topo»: Las vidas no útiles para la sociedad

Por: Ismael Rivera, poeta y editor | Publicado: 03.05.2021
«Nomadland» y «El Agente Topo»: Las vidas no útiles para la sociedad Nomadland |
Ver «Nomadland» después del boom mediático de «El agente Topo» es raro. Evidentemente hay diferencias en sus historias que apuntan a distintos focos. Pero si hilamos un poco más fino no es tan así. Ambas películas tratan sobre la vida del que ya no tiene nada útil que ofrecer a la sociedad.

Ambas películas retratan a lo que botó la ola de la vida productiva, el neoliberalismo descarnado. Una vida, al parecer, solo “valorada” por las grandes corporaciones como mano de obra barata o como nota de prensa en la cual se “dignifica” la persistencia del trabajo (no es difícil ver aquí, en plena pandemia, a la tercera edad levantada como heroica por trabajar en Cornershop).

Distintos casos, misma vida precaria

En el caso de Nomadland, es la vida precaria –el proletariado devenido en boletariado como bien le llamó Nona Fernández– que obliga a ser nómade para comer. Como si volviéramos a los inicios de la civilización. Nos movemos para comer, y para arrancar de nuestros dolores, de la pérdida que nos deja sin rumbo. En El agente Topo, lo que fue mano de obra, es hoy transformado en desecho invisitable. La pérdida que lleva a hacerse cargo del timón propio porque ya no está quién lo guiará. Los contrastes del primer mundo con su espejo viejo: lo que somos acá.

Se acentúan las diferencias al verlas en contraste. Tanto Fern como Sergio enviudan. Ambxs están huérfanos sin sus compañerxs. Ese es el sentir del personaje. Y mientras en Nomadland se desnuda la absoluta falta de protección social ante quienes envejecen y solo pueden optar a las caravanas como forma de vida, y su consecuente vida de “temporerxs”, El agente Topo nos muestra a los ancianos con una pensión que apenas alcanza para pagar el asilo en el cual se encuentran.

Ganas de seguir vivos, de sentirse útiles.

Puede que lxs personajes de la película chilena tengan la edad suficiente para ser parte de las bellas escenas de la película estadounidense, pero cómo contrastan sus escenarios, sus condiciones de vejez, sus posibilidades.

Este contraste funciona también como espejo. ¿Qué pasa cuando una zona rural, que depende del único sustento al que lo obligó el capitalismo, muere? Empujadxs por los mismos motivos, la precariedad de las pensiones, son obligadxs a hacer algo. Moverse, buscárselas, trabajar en lo que se pueda. Suicidios sobran y sigue siendo una opción silenciosa. Pero aquí lxs protagonistas siguen, impulsados por esa fuerza que no entendemos: las ganas de seguir vivxs, de sentirse útiles. Una opta por la carretera. Sergio acepta ser el sapo de la película.

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¿Qué posibilidades existen en Chile realmente para quienes pierden su “edad productiva” según el mercado? No hay caravanas, difícilmente se encuentra la posibilidad de comprar una casa rodante para vivir en ella porque no alcanza para tener una casa (ahí sí nos parecemos), con suerte un auto.

¿Cuánto se paga en Chile por un trabajo de temporerx? A veces no alcanza a los $10.000 el día. Ni hablar de derechos laborales cuando se es temporal. A Fern solo le queda trabajar en Amazon (no es casual la cita aquí al gigante capitalista) y lugares similares que se repiten como un laberinto. Temporera de la posmodernidad. Cualquier salida no es tal, es desconfianza, porque dónde estar cuando no te quieren ahí. Cuando no hay más posibilidad que cubrir el eslabón que falta en la cadena de producción.

El final que nos espera

Qué duro cuando ese eslabón está gastado y debe ser cambiado. Qué facilidad con la que se cambian los eslabones en este tiempo caníbal. Pura fuerza de trabajo, somos carbón alimentando la hoguera. O la Chamynea. Y no, no es error de tipeo.

Nomadland me deja solo preguntas acerca de la precariedad en la que vivimos, esa precariedad que vemos como destino de tragedia griega que se nos viene encima sin importar lo que hagamos al respecto. Pero se me presenta como una precariedad a la que nunca tendremos acceso en un lugar como Chile. Acá solo nos espera el desecho, y un asilo. Nunca un asilo contra la opresión. Más bien un asilo contra la dignidad (aquí sí es importante lo que muestra el topo).

La película, sin querer ser un documental, logra mucho más de lo que se propuso El agente Topo. Quienes actúan en ella, además de McDormand, mantienen sus nombres reales. No son grandes actores ni actrices, son ellxs. Se optó por la misma lógica de los no rostros, de quienes viven una vida real para ser sinceros al mostrar. Viven una vida olvidada al borde de la carretera, viven una vida posible.

La unión entre realidad y ficción

Sergio Chamy necesitó una película que le diera un nuevo aire a la suya, fuera de la ficción; él la excepción para hacerla distinta, frente a quienes actuaron en El agente Topo. Los “actores” siguen encerrados, sin posibilidades de tener una road movie (curiosamente el único libre ahí es un torturador) que les haga protagonistas.

Realidad y ficción pueden ser cruzadas. Debe ser tratada, sin duda, la miseria de una edad con fidelidad. Cuánto nos enrostra esa realidad la propia parece ser la clave. Qué hacemos al respecto es la pregunta que no respondemos aún.

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