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Carolina Tohá: “La ex Concertación está por el Apruebo”

Por: Marcelo Mendoza | Publicado: 03.08.2022
En entrevista con Marcelo Mendoza, editor de Opinión de El Desconcierto, la exministra, exdiputada y exalcaldesa de Santiago, Carolina Tohá (también expresidenta del PPD) expone por qué se hace imperioso aprobar la nueva Constitución. “Gabriel Boric me parece interesante. Es una persona muy reflexiva, muy esponjosa: está permanentemente procesando las cosas que pasan, incorporándolas”, también dice.

Desde hace 6 años, Carolina Tohá ha estado en cierto ostracismo público, pero ha vuelto con mucha fuerza a defender el Apruebo a la nueva Constitución. Es categórica: “La nueva Constitución es buena, sistemática, coherente, y resuelve de una buena forma las prioridades del país”. Y agrega: “Este proceso constituyente tiene la oportunidad de clavar las bases del Chile del futuro. No da lo mismo clavar las bases en lo que nos propone la nueva Constitución o clavar las bases en lo que nos deja la Constitución del 80. Es otro planeta”.

– Tu papá fue presidente de la FECh, y tú fuiste vicepresidenta de la FECh, y ministra, como él. Heredaste la política, que a tu padre le costó la muerte. Para el plebiscito del 88, fuiste rostro joven del “nuevo Chile” (acompañaste a Ricardo Lagos cuando su “dedo” interpeló a Pinochet). En esta hora, cuando otra generación sí está haciendo el relevo en el poder, que no hizo la G-80, la tuya, ¿cómo recuerdas a José Tohá, tu padre, que como ministro de Defensa de la UP tuvo cercanía con Pinochet?

Ufff… Siempre pienso que no pude tener una conversación con mi padre sobre esto, porque yo tenía 8 años para el Golpe. Siempre he escuchado de los adultos de la época que mi papá estuvo muy atormentado por la confianza que llegó a tener en Augusto Pinochet. Por la forma en que él, como ministro de Defensa, y Allende creyeron en la lealtad de Pinochet con el general Prats, y le confiaron la Comandancia en Jefe (en agosto de 1973) después de la renuncia del Carlos Prats. Eso era algo para atormentarse porque terminó siendo él quien encabezó el martirio de ellos dos y le arrebató la democracia a Chile.

– Y tu padre terminó siendo asesinado…

Es una historia bien triste. Porque él nos traía regalos para mi hermano y yo, los niños. Mi padre tuvo confianza en él, por cierto, pero nunca fueron amigos. Tengo recuerdo de que cuando fue el Golpe de Estado y empezamos a saber, como niños, lo que estaba pasando, porque mi madre no nos contaba que mi papá estaba preso ni que había habido un Golpe de Estado. Mi mamá nos decía que mi papá andaba de viaje. Como todos nuestros amigos tenían a sus papás presos, en verdad sí sabíamos, pero no teníamos una versión oficial de mi mamá. La tuvimos más adelante, cuando mi papá volvió de su reclusión en isla Dawson.

– ¿Por qué esta reaparición pública ahora? ¿Por qué has sacado la voz refutando a algunos amigos tuyos concertacionistas, hoy rostros del Rechazo?

Porque me pareció necesario e importante. Soy parte de una trayectoria que es fundamental dónde queda parada en este momento y el papel que va a cumplir. Este sector (ex Concertación) no sólo tiene que estar por el Apruebo sino pararse con personalidad con el Apruebo. Yo muerta no estaba, claramente (se ríe). He estado más en la reflexión, no en la primera fila. Hace bien salir de la primera fila, porque esa es una bomba de contingencia que consume la energía, el mate y el corazón. Salir de ahí te da grandes posibilidades, y te quita otras, como la influencia del poder. Tengo la convicción de que es vital que este sector del que yo soy parte se la juegue por el Apruebo. Es verdad que hay algunas personas están por el Rechazo, pero la ex Concertación está por el Apruebo. Todos los partidos de la ex Concertación están por el Apruebo, y las figuras importantes y ciertamente las militancias y el electorado que apoyó ese proyecto también van a terminar estando en el Apruebo. ¿Ha sido doloroso que algunas personas que fueron parte de la Concertación ahora estén al otro lado? Sí, no le resto importancia. Pero no podemos decir que el sector está dividido. Hay deserciones, podemos decirlo así.

– A nivel masivo y de redes sociales no se ve tan así. La campaña del Rechazo ha ocupado principalmente rostros vinculados a la ex Concertación (Ximena Rincón, Matías Walker o los «Amarillos por Chile»). Y ha habido tibia reacción ante eso…

Es cierto. Está muy visible. Pero no es porque la mayoría de la ex Concertación esté por el Rechazo. Eso es porque la derecha, muy inteligentemente, ha decidido esconderse y poner por delante a estas personas. Yo entiendo algunas razones de esa gente de la ex Concertación que han llevado a dar ese paso, pero creo que tienen que poner en la balanza el rol que se les está haciendo jugar y que no manejan ellos: lo maneja la derecha que todos conocemos.

– ¿Y no se dan cuenta de esa utilización?

Pasa un fenómeno bien particular: cuando alguien da un paso como ese, necesita profundizar mucho sus argumentos, convencerse de que lo que hay al frente es muy malo porque, o si no, se siente muy conflictuado, cuestionándose a sí mismo. Se les provoca una especie de nube que impide ver las consecuencias de sus actuaciones. Y en las elecciones se pueden cruzar las fronteras.

– Como que no hay retorno…

Yo espero que sí lo haya. Porque la apuesta que debemos hacer las personas que estamos en el Apruebo es reconocer que las aprensiones que han manifestado personas que están en el Rechazo hay que escucharlas y demostrarles que no tenían razón. Hay que demostrarles, después de la experiencia, que este texto constitucional puede incluir a toda la sociedad. Que la implementación de la Constitución se va a hacer de forma razonable. No se va a hacer de forma improvisada. Y cuando esto vaya andando esta nueva Constitución va a ir rompiendo muchos de estos temores y mitos o de frentón mentiras que se han instalado. Entonces creo que se va a ir corriendo esa frontera de vuelta. Me parece muy equívoco irse al Rechazo porque (la derecha) puede recibirte bien, les conviene, pero después no. El texto constitucional que surgió de la Convención tiene un corazón respecto del Pacto Social que es muy coherente con las cosas en las que hemos creído la gente izquierda y de centroizquierda históricamente. Es correr una frontera en temas que en Chile y en Latinoamérica es muy difícil de hacer: cómo se distribuye el poder y cómo nos hacemos cargo de las desigualdades en la sociedad. La nueva Constitución está hecha para cerrar esas brechas. Y lo hace en derechos sociales, en el tema de género, en temas indígenas y en el tema territorial, que son las llagas de las sociedades nuestras. Eso es demasiado importante y significativo. En eso yo no veo a la derecha con un cambio de postura. Para nada lo tienen incorporado. En cambio, sí veo que hay una mayoría de centroizquierda en el Congreso para corregir aspectos de la propuesta constitucional que hay que hacer.

– ¿Estás de acuerdo en que, si se aprueba la nueva Constitución, implicaría el inicio de un nuevo orden? Lo digo porque el próximo año se cumplen 50 años del Golpe militar y seguimos con la Constitución de la dictadura.

La razón de por qué aún estamos con la Constitución de Pinochet no es sólo porque se gestó en ese plebiscito (del 80) fraudulento, sino porque tenía cerrojos que la hicieron tan difícil moldearla. Se cocinó en su propia salsa y esos mismos cerrojos hicieron que la sociedad dijera: “¿No quieren cambiarla?, entonces adiós, queremos nueva Constitución”. Y esta nueva Constitución, esencialmente, es un nuevo norte. Le pone a la sociedad chilena un norte sustantivamente distinto al que tiene la Constitución actual, porque sólo apuesta a que si la sociedad facilita que la economía se despliegue, las cosas se van a ir resolviendo por añadidura. La nueva Constitución entiende que la economía se debe desplegar, y garantiza que la economía progrese, pero acto seguido dice: la sociedad hace este esfuerzo principalmente para cumplir los derechos sociales de la población, para lograr la igualdad sustantiva, para distribuir el poder de manera más justa. Es un Pacto Social muy distinto. Los cambios no van a ser automáticos. Pero las decisiones las tomamos con esas prioridades.

– Nuestra generación debía ser el relevo y no lo fue. Hay una nueva generación, la de nuestros hijos, que sí llegó al poder. Empezó en las calles, liceos, universidades, y terminó en el gobierno. ¿Cómo ves el gobierno de los jóvenes?

Lo veo como un fenómeno en desarrollo. Es una historia que tiene muchos más elementos de continuidad de cómo la hemos mirado hasta ahora. Se han hecho lecturas de ruptura y yo las he visto de continuidad, como evoluciones (…). En gran parte el proyecto (de la Concertación) se agotó porque no fue capaz de construir ese hilo, esa evolución; se aferró a cosas que se hicieron irrompibles, y hubo que romper para avanzar. Esta generación, para ser protagonista en política, tuvo que eludir el camino que le ofrecían los partidos a los que naturalmente hubieran pertenecido de acuerdo a sus posturas políticas. Gran parte del Frente Amplio es medio socialista. ¿Por qué no fue socialista? Porque ser socialista era ponerte debajo de los caudillos que estaban en el gobierno, y cuando tú eres joven con ambiciones de cambio no quieres administrar el poder: quieres romper el poder para que las cosas cambien. Se hizo imposible para una generación encontrar un espacio político en un sector muy instalado en el ejercicio de gobernar. Yo soy una gran defensora de la política, con todas sus dificultades y falencias, creo que el gobierno es súper importante para mejores políticas públicas, pero la política no es sólo gobierno ni políticas públicas. La política también es disputar los sentidos, poner nuevas metas… Cuando llevas mucho rato gobernando es muy difícil imaginar eso y tu tendencia es a defender lo que hiciste, más que en hacer lo que no has hecho. Eso generó las condiciones para que una generación se pusiera fuera de ese espacio político y no en la reproducción generacional de los partidos. Y como todas las rupturas generacionales fue fuerte y dolorosa… En mi sector se instalaron dos tipos de lecturas que no me representan: los renegados y los conformistas. Y no se fue capaz de leer lo que estaba pasando. No se rescató la historia ni se reconocieron las falencias.

– Hay una idea que ha puesto la gente del Rechazo (me refiero a los defensores del orden actual): que la propuesta constitucional sería de izquierda o ultraizquierda. Pero es bastante socialdemócrata. Eso me recuerda un artículo de un cientista político norteamericano que a fines de los 90 definió a Chile así: “Un país de tecnología del siglo XXI y de relaciones sociales del siglo XIX”. En esta disyuntiva del Plebiscito quizá el conflicto no es derecha-izquierda, sino adecuarse o no como sociedad al siglo XXI. ¿Estás de acuerdo?

Sí. Creo que somos un país al que le cuestan mucho los cambios. Y que tiene aversión a los momentos de mucha deliberación y debate: apenas abrimos un debate, estamos apurados en cerrarlo. Pero la característica del momento que vivimos es que vamos a demorarnos en procesar, porque son muchos temas. De hecho, lo de derechos sociales es un tema del siglo XX. Y a eso se suman nuevos temas. Por ejemplo, ya no es posible el nivel de centralismo que tenemos. Para qué decir los temas ambientales, los de género… el tema indígena no es del siglo XXI: lo arrastramos desde nuestro origen como Estado independiente, y nunca hemos cumplido los pactos a los que hemos llegado. ¿A qué voy? A que cuando llegan momentos de cambios, y llega por ejemplo el estallido social, todos se asustan se abren inmediatamente a la idea de bueno, hagamos estos cambios. Pero se calman un poquito las aguas y vuelve a predominar el temor al cambio. Vamos de temor en temor: el temor al estallido, al cambio… Cuando Ricardo Lagos fue electo Presidente, se decía que se iba a acabar Chile… Cuando se dictó la Ley de Divorcio, se iba a acabar la familia… Todas las reformas importantes en Chile han sido criticadas desde el terror.

– ¿Qué opinas de la postura del “Rechazo para reformar”?

No me cabe duda de que, de ganar el Rechazo, la Constitución del 80 no va a quedar como está. Le harían cambios. Pero tampoco me cabe duda que esos cambios, o ese nuevo proceso constitucional, se harían en la medida de lo que está dispuesta a aceptar la derecha y sólo hasta ahí. Volveríamos como país a ver qué pasada nos da la derecha. Porque el candado de esos cambios, incluso con la reducción de quorum, lo tiene la derecha en el Congreso. “Rechazo para reformar”, para la derecha es “rechazo para reformar lo que nosotros queramos reformar.

– Ximena Rincón ya ha dicho que, si gana el Rechazo, la nueva Constitución la debe hacer un “Comité de Expertos”…

Hay gente que está diciendo eso. ¿Y quién nombra a los expertos? Si a la gente le gustan tanto los expertos, hubiera votado por los “expertos” para la Convención.

– ¿Plantear un “Comité de Expertos” es no creer en la democracia?

Es más que eso incluso. Porque cuando tú dices: ya, muestre su “Comité de Expertos”… y no lo hacen. En verdad, el “Comité de Expertos” sería nombrado por el Congreso o por el Presidente, o mitad por uno y mitad por otro. Eso es inadmisible. La sociedad chilena no lo va a aceptar. Y quienes lo plantean no terminan de mostrar esa propuesta porque saben que es inaceptable. Además, eso ya se votó: hubo cerca de un 80% de los chilenos que prefirió una Convención electa para hacer una nueva Constitución. Es importante entender que es poco creíble y poco confiable eso de “rechazar para reformar”. Acto seguido, para quienes estamos con el Apruebo, es entender por qué hay tanta gente dudosa y asustada con el Apruebo. Si queremos que esta Constitución sea mayoritaria tenemos que escuchar eso. Y hubo efectivamente en el proceso de la Convención una manera de conducir el debate que a algunos les generó distancia. O el protagonismo de ciertos temas. Pero la Convención se cerró bastante bien. Llegamos a un texto que es bueno, que evitó situaciones extremas, pero el ruido quedó resonando. Y la gran mayoría de los artículos que causaron polémica no llegaron ni a la esquina, porque el quorum de los 2/3 para su aprobación era muy alto. La nueva Constitución es buena, sistemática, coherente, y resuelve de una buena forma las prioridades del país: el Estado social y de derechos, lo regional, el desarrollo armonizado con la naturaleza, el tema de género y lo indígena. Dicho eso, tenemos que estar dispuestos a discutir cosas laterales. De hecho, la nueva Constitución está concebida para que sea revisada, a diferencia de la Constitución del ’80. No es un muro, se puede revisar por mayorías razonables.

– ¿Qué te parece la figura de Gabriel Boric?

Gabriel Boric me parece interesante. Siempre me ha parecido, desde mucho antes que fuera candidato presidencial. Es una persona muy reflexiva. Muy esponjosa: está permanentemente procesando las cosas que pasan, incorporándolas. Partió con posturas muy cerradas y categóricas, pero muy rápidamente, incluso cuando era presidente de la FECh, uno empezaba a ver que tenía sus posturas firmes, pero rápidamente decía “pero escuché tal cosa y me hace pensar en tal otra y quizás hay que ver otra alternativa”. Eso lo demostró desde muy jovencito, y en la política eso se requiere demasiado. Es una época en que las respuestas políticas convencionales están muy superadas por los tiempos y las recetas de todo tipo se quedan cortas… Por eso hoy la política se mueve más por castigar lo que no le gusta que por instalar lo que le gusta. Y Boric tiene la capacidad de otra cosa: de juntar las distintas piezas que él ha juntado y transformarlas en algo. Y esas piezas son muy cercanas a la sociedad porque él pertenece a un grupo político que hasta hace muy poco estaba en el movimiento social. Le une a eso su apuesta por seguir un camino institucional y por políticas públicas responsables. Todo eso junto hace muy interesante a Gabriel Boric, y potente, si lo consigue realizar.

– ¿Vas a asumir algún rol en la campaña del Apruebo?

Ningún rol formal. El único rol que tengo es dar mi opinión. Participo mucho, me coordino con mucha gente, pero no tengo una responsabilidad formal, y me gusta bastante.


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