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Crítica de cine| “La conferencia”: La banalidad del mal, así de crudo

Por: Paula Frederick / Culturizarte | Publicado: 24.11.2022
Crítica de cine| “La conferencia”: La banalidad del mal, así de crudo Una escena de La conferencia, película del realizador alemán Matti Geschonneck |
Aunque el cine y la televisión ya hayan explorado ante este evento histórico de la tristemente célebre Conferencia de Wannsee, en la Alemania nazi, pareciera que nunca es suficiente.

En 1961, la escritora y filósofa Hanna Arendt acuñó el término “La banalidad del mal”, inspirada en el juicio contra el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann. La expresión, que analiza la psicología y el raciocinio mecánico y superficial de quienes participaron en la masacre del pueblo judío, interpreta plenamente el sentimiento que despierta La conferencia, película del realizador alemán Matti Geschonneck. Situada en la Alemania del 1942, narra lo ocurrido en la tristemente célebre Conferencia de Wannsee, donde un grupo de altos funcionarios gubernamentales de la Schutzstaffel (SS) se reunieron a planificar la estrategia que ellos denominaron “la solución final”: el modo más eficaz y económica de eliminar al pueblo judío europeo. Es decir, la antesala al Holocausto.

En una enorme y lujosa casa en las afueras de Berlín, con uniformes impecables y peinados impolutos, el grupo de hombres se sienta alrededor de una mesa. En absoluta calma, como si se tratara de una discusión de presupuesto, analizan las formas más eficaces para eliminar lo que ellos consideran el gran problema del país. Así, desmenuzan el plan a ejecutar, hablan de cifras, campos de exterminios y trenes que no llegarán a destino. Y nosotros, con incredulidad, vemos cómo se entreteje uno de los exterminios más atroces de la historia de la humanidad. En el encuentro, estuvieron presentes gobernadores de las zonas ocupadas del este de Europa, juristas, directores de transportes e industriales. Todos hablando de gestión eficaz, optimización de recursos y tiempos, logística de transporte y ratios de eliminación de prisioneros como si se tratara de las estrategias de funcionamiento una fábrica para obtener los mejores resultados.

Y de eso se trata la película. Así de simple, así de crudo. 108 minutos de una suerte de plano fijo, donde no existe cambio de escenario, movilidad, acción ni puntos de quiebre. Solo la conversación definitiva, que despliega sus argumentos más racionales y al mismo tiempo la brutalidad humana más primitiva que se pueda presenciar. Una coreografía de planos contra planos, que cumple a cabalidad su máximo objetivo: transmitir la frialdad con que se ejecutó este encuentro. Y el resto de la historia, tristemente conocida por todos.  La misma indolencia en la forma de filmar, se refleja en la actitud impertérrita de sus protagonistas, quienes nunca pierden de vista el objetivo ni muestran atisbos de humanidad. Sus problemas son logísticos, pero nunca morales.

La cinematografía de Geschonneck tiene una cierta vocación teatral, al tiempo que recuerda grandes clásicos de conversaciones largas y planos fijos, como 12 hombres en pugna, La soga o la más reciente Carnage, de Roman Polanski. Un cine que realiza una declaración de principios en su ejecución, al utilizar la cámara en un registro silente de una experiencia que habla por sí sola, sin necesidad de adornos, vértigo ni recursos visuales. Así, el poder del diálogo, los primeros planos bien ejecutados, la expresión exacerbada, o la ausencia de sentimiento en este caso, se transforman en herramientas autovalentes que pueden sostener una película y transformarla en una pieza única, cargada de dinamismo y emoción.

Aunque el cine y la televisión ya hayan explorado ante este evento histórico, como el caso de La conferencia de Wannsee, telefilme austríaco de 1984, y La solución final, premiada producción de BBC/HBO interpretada por Kenneth Branagh, Stanley Tucci y Colin Firth, pareciera que nunca es suficiente. Más que nunca, el cine se reafirma como un documento histórico gravitante y esencial, en su infinita capacidad de abordar desde distintas perspectivas un mismo momento, una mirada, una reacción, un gesto que puede cambiar la Historia. Pero no importa cuántas veces nos lo cuenten, no deja de sorprender como si fuera la primera vez. El ser testigos de la génesis de uno de los hechos más tristes y repudiables de la historia de la humanidad, que además de su atrocidad intrínseca, despliega las formas más peligrosas de la indolencia humana, esa que anula todo atisbo de empatía o piedad en pos de alcanzar un objetivo.

El seguimiento minucioso de las actas de la reunión, la representación de los personajes y la fidelidad histórica, se unen a la gélida y distante puesta en imagen que refuerza la sensación de registro documental, sabiendo que, de todas formas, la objetividad es una utopía. La decisión de filmar con distancia y dejar correr la esencia del relato sin interferencia, es también una manera de elegir un punto de vista. Así como la elección de ver la película, vivirla intensamente, absorber cada una de las escenas y los planos que propone el director, por dolorosos o brutales que sean. Con la conciencia de que el cine no es solo arte, sino también memoria.

Título original: Die Wannseekonferenzaka
Dirección: Matti Geschonneck
Guion: Magnus Vattrodt, Paul Mommertz
Fotografía: Theo Bierkens
Reparto: Philipp Hochmair, Johannes Allmayer, Maximilian Brückner, Matthias Bundschuh, Fabián Busch, Jakob Diehl, Lilli Fichtner, Godehard Giese, Peter Jordan, Arnd Klawitter
Año: 2022
Duración: 108 min.
País: Alemania
Centro Arte Alameda (Sala Ceina)

Artículo publicado en alianza con Culturizarte.

 

 

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