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VOCES| Cuántos platos, tazas y ollas hemos tenido que lavar solas

Por: Andrea Gutiérrez, actriz, dramaturga, miembro de la Red de Actrices Chilenas. Candidata constituyente Distrito 10 en la Lista Independiente de Movimientos Sociales. | Publicado: 08.03.2021
VOCES| Cuántos platos, tazas y ollas hemos tenido que lavar solas Andrea Gutiérrez |
Hoy, en pleno proceso, yo Andrea Gutiérrez y mis compañeras decimos una vez más y con claridad que no queremos interlocutores. No queremos más invisibilización, no queremos ser las que lavan las tazas de la asamblea y se quedan fuera de las decisiones de la historia y del futuro. Hoy nos encontramos desplegadas en distintos escenarios, en distintas tareas, asumiendo desafíos y roles antes impensados.

Nuestra militancia es el feminismo

La violencia simbólica opera por las cañerías subterráneas de nuestra sociedad. Aplica su opresión sin necesidad de la presencia física de quien la ejerce y se despliega silenciosa disfrazada como “lo natural”. En el mundo político tradicional esa violencia simbólica se desborda volviéndose evidente. Cuántas mujeres han tenido que restarse o pasar a un segundo plano, cuántas veces las causas feministas se han postergado en pos de un aparente bien común, como si las problemáticas feministas no fueran un tema de la sociedad completa. Cuántos platos, tazas y ollas hemos tenido que lavar solas después de una asamblea, de una reunión o de la comida de una toma.

Frente a esta hostilidad y asimetría debemos rebelarnos y sobre todo generar escenarios políticos diferentes que no nos ubiquen en el mismo lugar de subordinación de siempre. Hoy existe una diversidad de articulaciones que constituyen un ecosistema político nuevo, que traen otras formas de organización, otras formas de relación, de desafiar el poder, de abrir las decisiones y los diálogos. En red, hoy podemos redistribuir el poder rompiendo las fronteras de lo representativo hacia lo participativo, reemplazando la verticalidad patriarcal por una construcción política horizontal e integradora, donde los personalismos sean reemplazados por proyectos transformadores y emancipadores.

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Alimentamos la revuelta social que gestó el proceso constituyente con la vitalidad ganada en las movilizaciones feministas. Inspiradas por nuestra memoria y por el presente, somos un solo cuerpo sincronizado levantándose para salir al espacio público, para hacernos ver, para dejar de ocultarnos. Desde nuestras organizaciones nos movimos flexibles siendo calle, concertando reuniones, charlas, conversatorios; levantamos pancartas, manifiestos, declaraciones; intercalamos nuestro accionar político con las múltiples tareas domésticas, laborales y de cuidado, al tiempo que nos sobreponíamos al malestar de las injusticias, de la negación insultante, para aun así seguir adelante, trenzando la voz colectiva del cambio social, empujando los límites.

Se dio la posibilidad del giro cultural que anhelábamos: el inicio del fin de un modelo que nos ha exprimido la vida y que deja a tantas y a tantos fuera, en la más completa marginalidad e invisibilización. Impulsamos juntas, con la insolencia que ameritaba, este proceso constituyente histórico que hoy vivimos.

Pero el desafío político de escribir una nueva constitución nos alentó a mantenernos despiertas y activas, a leer entre líneas y derribar los cercos institucionales que nuevamente amenazaban con excluirnos –y aún lo hacen– Nos articulamos por la paridad y por la conquista del apruebo en el plebiscito. Con la movilización social encendida, a pesar de la pandemia, el triunfo electoral fue elocuente y se generó la posibilidad de participar en la reformulación de este orden social instalado sobre significaciones hegemónicas, patriarcales y colonialistas, y decidí entrar en la disputa desde todas las vías. Hoy, en pleno proceso, yo Andrea Gutiérrez y mis compañeras decimos una vez más y con claridad que no queremos interlocutores. No queremos más invisibilización, no queremos ser las que lavan las tazas de la asamblea y se quedan fuera de las decisiones de la historia y del futuro.

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Hoy nos encontramos desplegadas en distintos escenarios, en distintas tareas, asumiendo desafíos y roles antes impensados. Hoy disputamos todos los espacios, convencidas de que esta vez no delegaremos nuestras voces a quienes han perpetuado la precarización de nuestras vidas. Entramos de lleno al escenario electoral, un escenario histórico de la dominación masculina, para desafiar las relaciones de poder que, rígidas como fósiles, han hecho de las estructuras políticas espacios hostiles para las mujeres.

Espacios de desventaja, de opresión estructural, algunos que nos consideran extranjeras, otros de violencia simbólica. Pero a la hora de los cálculos mezquinos es más posible salir damnificadas, pues la mirada política feminista aún no es genuinamente prioritaria en los partidos, eso lo seguimos constatando en estas elecciones, donde se rompieron acuerdos con importantes candidaturas feministas imponiendo las tradicionales lógicas patriarcales de designación que hemos luchado por superar: un cerco más que se debe correr o desafiar con otras formas de articulación.

Ni yo Andrea Gutiérrez, ni nadie, podemos olvidar que nuestra posición política es el feminismo. Y si este se ve en disputa con alguna estructura patriarcal, hay que tomar determinaciones que no vayan en ningún caso a dañar el movimiento feminista anticapitalista y popular.

Es por eso que debemos seguir concentradas mirando el presente y el futuro constituyente desde el feminismo. Desafiar permanentemente a la política tradicional desde el feminismo. Buscar acuerdos y dialogo desde el feminismo, Abriendo una reflexión política, cultural y feminista, que no se rinda frente a las exclusiones que nos presentan y presentarán en este proceso ¿Cómo alentarnos a seguir? Como siempre: juntas.

 

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