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VOCES| Moda Selk’nam: De aros, cojines y otras trivialidades

Por: Josefina León, licenciada en Letras Hispánicas | Publicado: 22.06.2021
VOCES| Moda Selk’nam: De aros, cojines y otras trivialidades |
Al utilizar estos colores y símbolos, que los onas usaban en ciertos ritos como el Hain –en el que se iniciaba a jóvenes varones entre 14 y 18 años a la adultez– se expulsa del símbolo todo su significado, y muere con ello esa tradición con la que podríamos recordarlos. En esta lógica me pregunto, ¿saben quienes compran sus artículos algo de su historia?

Desde que comenzó la pandemia y con el “boom” del comercio online me he topado con la venta, en tiendas grandes y pequeñas, de distintos artículos que remiten a la estética del pueblo Selk’nam. En estos viajes por la web, he encontrado el sorprendente e indiscriminado uso de sus colores, formas y corporalidades en artículos tan triviales como cojines, bolsos, calcetines, posavasos e incluso collares y aros. Estos elementos podrán parecerse superficialmente a su estética, pero poco tienen que ver con su cosmovisión y significado, convirtiéndose así en una tendencia que resulta, a mi juicio, peligrosa, cuando de casos de apropiación cultural se habla. 

No es novedad que los también llamados onas fueron víctimas de uno de los genocidios más brutales y evidentes, aunque menos admitidos de la historia, sin embargo, hoy, un siglo después de su exterminio –pero habiendo algunos descendientes–, la “moda” Selk’nam irrumpe y se ha hecho parte de los hogares de muchos chilenos y chilenas.

Apropiación u homenaje, ¿qué marca el límite entre un concepto y otro? Hay varias definiciones de lo que es apropiación cultural, pero tomaré en esta oportunidad la del sociólogo norteamericano, George Lipsitz, quien acuñó el término en los años setenta para referirse a lo que ocurre cuando una cultura “mayoritaria” toma elementos de una cultura “minoritaria”. Bajo esta definición, resulta lógico pensar que se ejerce sobre grupos muchas veces oprimidos, y no cabe duda que la cultura Selk’nam efectivamente lo fue. Ahora, ¿por qué este uso resulta inapropiado? 

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Algunos y algunas podrán pensar que, quienes adornan con estos elementos sus casas, o usan estos accesorios, buscan combatir con rebeldía esa cultura dominante heterosexual, occidental, terrateniente y racista que en ese entonces provocó su exterminio, y que hoy aún los mira a ellos, y a los pueblos originarios en general, con lejanía y desprecio. También, hay otros y otras que dirán que usan su imaginario estético para revalorizarlos en la actualidad, empatizar con ellos, y rendirles una especie de homenaje. Pero, tal vez sin la intención de hacerlo, ¿no estarían cayendo en una nueva forma –o reproducción– de opresión sobre una comunidad que mira en silencio, luego de que la historia le quitara la voz? 

Pienso que, al utilizar su estética, y llevarla a elementos puramente ornamentales, se repite nuevamente ese afán de dominación, o posesión sobre el cuerpo indígena; posesión que tiempo atrás se materializó en el uso de sus cuerpos para el trabajo, o en la decisión terrateniente de cuándo debían morir, y que hoy se ve reflejada en aquellos y aquellas que, con orgullo, llevan sus siluetas como meros accesorios. Creo que aquí debemos preguntarnos, ¿qué opinarían ellas y ellos? ¿Cuál sería su voz en todo este asunto? 

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Esta especie de “arte por el arte”, se parece a lo que combatió en sus tiempos Walter Benjamin cuando, refiriéndose al concepto de “esteticismo”, señalaba que “la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición”. En esta oportunidad, pienso que utilizar estos colores y símbolos, que los onas usaban en ciertos ritos como el Hain –en el que se iniciaba a jóvenes varones entre 14 y 18 años a la adultez– se expulsa del símbolo todo su significado, y muere con ello esa tradición con la que podríamos recordarlos. En esta lógica me pregunto, ¿saben quienes compran sus artículos algo de su historia? Y si la conocen, ¿es esta la manera de resignificarlos como cultura? A mí me parece que no. 

Igualmente, hay que tomar en cuenta que las tiendas que ofrecen estos productos, y ganan dinero con ello, tampoco están libres de pecado. Si apropiarse culturalmente de estos símbolos parece grave, aún más lo es que algunos y algunas hagan dinero con su comercialización, aprovechando que hoy tienen cierto valor a nivel social; y es que ni siquiera estas ganancias pueden ir en beneficio de esta cultura, mientras otros y otras ganan utilizando sus colores y su imaginario simbólico.  

Si queremos dar una memoria a este pueblo, debemos mirar con un poco más de distancia su cultura y reconocer que no somos parte de ella; y a la vez. tenemos que empaparnos de su historia y cuestionar incansablemente lo ocurrido, a fin de que nunca más algo tan brutal se repita. Tener posavasos o cojines en casa, lejos de recordarlos, los vuelve más pequeños, más triviales, y más insignificantes.  

Esta columna fue producida en el Diplomado de Periodismo Cultural, Crítica y Edición de Libros del Instituto de la Comunicación e Imagen, Universidad de Chile
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