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VOCES| La dictadura de los vacunados

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 03.08.2021
VOCES| La dictadura de los vacunados |
La libertad estuvo de inmediato vinculada a esta pandemia. La restricción a la libertad de información en un comienzo, en la propia China, y luego las de acción y movimiento. La vigilancia se impuso, la sospecha, como plantea Agamben. El léxico fue cubriéndose de nuevos vocablos: infectar, confinar, cuarentena, contagios. Los estados de emergencia propios de gobiernos totalitarios regresaron en gloria y majestad. Agamben va más lejos y propone una teoría conspirativa en que la “invención” de la pandemia, reemplazaría al terrorismo como excusa para el control social y la militarización, imponiendo el pánico colectivo. El pánico ha sido gradualmente reemplazado por la euforia de los vacunados que salen a las calles y copan todos los espacios públicos y privados, confiados en su superioridad numérica y moral. De los vacunados será el reino de los malls, el consumo, los aviones.

Bajo el sugerente nombre de Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia, el profesor de comunicación social de la Universidad de La Plata, Pablo Amadeo, compiló escritos de 15 intelectuales de renombre mundial aparecidos al comienzo de la pandemia de COVID-19 en distintos medios de comunicación, que muestran una visión crítica respecto a lo que entonces se desencadenaba desde Wuhan, China, al resto del planeta. Con textos de Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Jean Luc Nancy, Franco “Bifo” Berardi, Santiago Lopez Petit, Judith Butler, Alain Badiou, David Harvey, Byung- Chul Han, Raul Zibechi, Maria Galindo, Markus Gabriel, Gustavo Yanez Gonzalez, Patricia Manrique y Paul B. Preciado, publicados entre fines de febrero y fines de marzo del 2020, el libro gratuito y en formato digital comenzó a circular libremente en abril del año pasado. 

Entre murciélago y dragón

La portada enseña ilustraciones de murciélagos de distintas formas y tamaños, y en distintas poses, abriendo la boca para luego metamorfosearse y aparecer como una mezcla entre murciélago y dragón chino. El título podría pensarse, tal como explicó el compilador, en la idea de mezclar distintos autores en un mismo plato. Esto en defensa por haber sido acusado de fomentar el estigma, el racismo, y vincular nuevamente el origen del COVID a las “salvajes” y “sucias” costumbres culinarias del país oriental, que atribuían a la sopa de murciélago la capacidad de detonar una pandemia mundial. Nada es inocente. En la página 3 del libro se ratifica todo lo anterior con el dibujo de un plato de sopa de ingredientes inciertos. Una de las críticas, apuntando ya al contenido de este causeo, habla de “oportunismo del pensamiento crítico”, pues se trata de pensamiento exprés, aun cuando los textos hayan sido producidos por los más brillantes filósofos del momento. De acuerdo al editor, o más bien ‘compilador’, la publicación “busca reflejar las polémicas recientes en torno a los escenarios que se abren con la pandemia del Coronavirus, las miradas sobre el presente y las hipótesis sobre el futuro”, según propone en la presentación.

Leer a Giorgio Agamben en forma desfasada cuando ya la “supuesta” epidemia ha cobrado cuatro millones de vidas a nivel mundial y ha intervenido profundamente en nuestros hábitos y libertades, demuestra la pérdida de vigencia y validez de reflexiones que intentan hacer calzar la propia ideología con la contingencia mundial. En la “La invención de una epidemia”, columna de opinión producida al calor de los hechos en febrero del 2020 y que abre Sopa de Wuhan, el filósofo italiano alude a comportamientos a su juicio desproporcionados para justificar el uso del estado de excepción. A primera vista suena razonable, sobre todo considerando la realidad chilena, en que el estado de excepción venía implementándose desde antes de la pandemia y el COVID le vino al Gobierno como anillo al dedo para restringir todavía más las libertades y mantener a raya la protesta social. Pero hilando más fino, asoma cierta ingenuidad o visión simplificada en su lectura. Sin bien el control social es indesmentible, la máquina neoliberal que no se detiene por nada ni nadie es una realidad aún más monstruosa que la teoría conspirativa que describe.

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Y aquí llegamos a los famosos pases o carnets de vacunación, para que la máquina pueda seguir rodando, sin parar. Mientras en Chile, la Fase 3 saca de nuevo a todxs a la calle, y quienes están vacunados deben mostrar su pase de movilidad que cual varita mágica les permite ir al estadio, ingresar a cines, comer al interior de los restoranes, el resto que aún no la tiene o que desconfía de la vacuna debe mirar por la ventana. En Italia las protestas se suceden por aquella razón y un grupo de diputados se agarra prácticamente a combos por el derecho a manifestarse contra el Green Pass (aquí nos sobran otras razones para protestar). 

Creer para ver

La pregunta que se levanta es en qué medida así como la prensa construye realidades, también la intelectualidad, los filósofos y sus textos pueden hacerlo, a partir en este caso de lo que un amigo venezolano llamaba “creer para ver”, a propósito de la estrambótica situación de su país bajo el gobierno de Maduro. Personalmente presencié en Caracas una conversación en un bar, entre un trabajador de la petrolera PDVSA que aseguraba que los habían llevado “acarreados” a una manifestación en apoyo al Gobierno, y otro que no había estado ahí ni trabajaba en la petrolera y sin embargo se sentía con el derecho de asegurar que eso jamás había ocurrido. 

La lectura de la realidad según el propio mapa conceptual o ideológico permite creer solo lo que se ajuste a él. El análisis que realiza Agamben es interesante y hasta creíble, si no fuera porque los propios hechos lo han desmentido con posterioridad. Y el “control” y “vigilancia” a la que alude, en muchos casos se han vuelto un descontrol y desregulación para permitir que la máquina capitalista siga funcionando aun exponiendo la vida de miles de personas pertenecientes a la clase trabajadora, mientras los grupos privilegiados podían seguir viajando al extranjero, de vacaciones o viajes de negocios, desperdigando virus. Otros morían de hambre o inventaban ollas comunes y distintas estrategias de supervivencia ante la caída de las actividades económicas o culturales que les daban el sustento. 

Infectar, confinar, cuarentena, contagios

La libertad estuvo de inmediato vinculada a esta pandemia. La restricción a la libertad de información en un comienzo, en la propia China, y luego las de acción y movimiento. La vigilancia se impuso, la sospecha, como plantea Agamben. El léxico fue cubriéndose de nuevos vocablos: infectar, confinar, cuarentena, contagios. Los estados de emergencia propios de gobiernos totalitarios regresaron en gloria y majestad. Agamben va más lejos y propone que la “invención” de la pandemia reemplazaría al terrorismo como excusa para el control social y la militarización, imponiendo el pánico colectivo. El pánico ha sido gradualmente reemplazado por la euforia de los vacunados que salen a las calles y copan todos los espacios públicos y privados, confiados en su superioridad numérica y moral. De los vacunados será el reino de los malls, el consumo, los aviones. Mientras los no vacunados se quedarán sin trabajo y se verán restringidos en su libertad de movimiento. Se formarán fiestas, reuniones, cumpleaños de vacunados y no vacunados; estos últimos serán señalados con el dedo. Invención o no, las corporaciones farmacéuticas seguirán ganando.

ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), Buenos Aires, 2020
188 págs.
Esta columna fue producida en el Diplomado de Periodismo Cultural, Crítica y Edición de Libros del Instituto de la Comunicación e Imagen, Universidad de Chile
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