Publicidad

VOCES| ¿Por qué está ardiendo mi bicicleta?

Publicado: 01.10.2021

Publicidad

Miro las llamas repetirse en la pantalla una y otra vez y me pregunto por esa niña o niño que llegó de lejos. ¿Qué sentirá al ver su bicicleta ardiendo?

¡Cuánta ilusión debe haber iluminado su corazón al tenerla! Quién no sintió esa maravillosa sensación de lograr avanzar unos pocos metros manteniendo el equilibrio. Volar de alegría porque era posible dominarla, pasar a una categoría especial con el juguete más poderoso, ese que te hacía correr a contarle a todo el mundo, a tu familia, a tus amigos ¡Aprendí a andar en bicicleta!

Había una razón para levantarse de la frazada en el suelo o del saco de dormir, un  motivo emocionante para correr y olvidar el frío de la noche. Coger la bicicleta y pasar el día correteando entre el desorden de la ropa amontonada en la plaza, las mochilas y un cuanto hay de obstáculos para sortear. Entonces eso que solo era basura para los vecinos se convertía en la travesía del juego, en la alegría que permitía por un rato olvidar las caras de penas de los adultos, la tristeza de la mamá, las palabras bruscas.

Ese día parecía normal, otra posibilidad más de aventuras. Ni el niño ni la niña tenían idea qué pasaría. 

[Te puede interesar]: ADELANTO| ¿Cuántas cosas caben en un bolso?: Las crónicas migrantes de Jorge Rojas

Quisiste ir por la bici pero ya no estaba, todo era caos, las cosas habían desaparecido, los empujones y gritos reemplazaron las cocinas improvisadas, los tiestos de agua para lavarse. Igual pudiste escapar, a pesar de las advertencias de tus padres de no alejarte y corriste a buscar los caminos que recorrías con la bici, pero tampoco estaban. Solo te encontraste con alaridos y clamores, con policías y empujones, y al final, la columna de humo negro. Con un mal presentimiento te acercaste. El calor y unos tipos embravecidos te impidieron avanzar. Igual la encontraste con tu mirada. Como no reconocerla.

¿Por qué está ardiendo mi bicicleta?

Su rueda se dobla y calcina, la magia de volar cada día se deshace frente a tus ojos. Desaparece tu  juguete por los brazos que se agitan poseídos de enojo, alimentando la hoguera con todo lo que encuentran. Pañales, ropa o esas pilchas que huelen mal como dicen las de la Junta de Vecinos. También el piano que alegraba las tardes con esa música tan desagradable para el vecindario. Los brazos se mueven con rapidez y mucha rabia, se apuran por quemarlo todo. 

De un tirón, tu mamá te toma del brazo. ¡Corre!, te grita.

¿Por qué lo hicieron?, le preguntas, pero tu mamá solo apura el paso, no hay tiempo, olvídate de tu bicicleta, te advierte con la cara llena de miedo.

Todos/as alegan tener la razón. Los de la hoguera, los mirones, las de los carteles y las autoridades se echan culpas unos a otros y a nadie le importa tu bici. 

Te quedaste sin tus sueños y  apenas podemos balbucear un perdón por haber ignorado tu mirada de alegría, por estar ciegos a tus ojos brillantes, por haber destruido la magia de ese pequeño pedazo de niñez feliz, entre tanta desazón y hogar vacío.

Publicidad
Contenido relacionado

ADELANTO| ¿Cuántas cosas caben en un bolso?: Las crónicas migrantes de Jorge Rojas

Llega a Chile tercera novela de la escritora Montserrat Martorell: “Empezar a olvidarte”

Publicidad