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Pilar Calveiro, politóloga: «Las violencias resistentes no potencian la violencia del Estado, sino que la limitan»

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 19.08.2015
pilar calveiro

Pilar Calveiro

Pilar  Calveiro, destacada politóloga argentina, quien reside en México desde su exilio en 1978, ha sido invitada recientemente por el Programa de Psicología Social de la Memoria de la Universidad de Chile para participar en el seminario: «Descolonización, autonomías y prácticas de resistencia». En esta actividad, compartió testera con la Lonko Juana Cuante, el Historiador Martín Correa y la Antropóloga, Francisca Fernández.

En sus últimos libros “Poder y Desaparición” (1998), “Política y/o violencia”  (2007) y “Violencias de Estado” (2012), Calveiro ha desarrollado profundas reflexiones sobre la militancia de los años setenta, la memoria y la violencia en sus  diversas formas. Sin embargo, a partir de sus últimas investigaciones sobre  experiencias comunitarias autónomas, hoy sus análisis se centran en las políticas de resistencia que están ocurriendo en Latinoamérica como respuesta a las violencias públicas y privadas.

Pilar Calveiro en entrevista con eldesconcierto.cl, reflexiona sobre las experiencias de resistencia que hoy se levantan en el territorio mexicano y la capacidad de respuesta que han tenido frente a las últimas arremetidas de las políticas del miedo, como el asesinato de los 43 estudiantes en Ayotzinapa.

«Yo creo que la resistencia es una de las formas principales de lucha política»

¿A tu criterio, cuáles son las expresiones más concretas de experiencias de resistencia que ves en México?

En el contexto mexicano una de las formas principales de la resistencia es la que están realizando sobre todo las comunidades indígenas. Me parece que el espacio comunitario ofrece unas posibilidades privilegiadas para la resistencia, pero no porque allí sean más fáciles. Sin embargo, por sus características, la comunidad tiene una mayor consistencia ya que el vínculo social se mantiene de una manera más poderosa y esto es fundamental para enfrentar las políticas de miedo de las sociedades neoliberales. Por otra parte, también en el ámbito de lo local, los conflictos y las relaciones que existen entre el poder público y las formas privadas, entre el Estado y las redes ilegales, son más visibles y eso hace que sean más comprensibles, lo cual facilita la posibilidad de idear cómo oponerse a ellas. Y en ese sentido es que me parece que son muy importantes, aunque claro, hay otras resistencias que son también muy relevantes.

¿Y en esas resistencias es posible que se generen proyectos políticos con características más revolucionarias o la experiencia queda solamente en la resistencia?

Yo creo que la resistencia es una de las formas principales de lucha política; no me parece que sea secundaria. Tampoco me parece que sea más importante la confrontación directa. Creo que ambas son formas diferentes y que la resistencia es fundamental. Ahora, algunas características de las resistencias es que son locales, son subterráneas, tratan de no ser demasiado visibles, es decir, tienen estrategias que no las llevan a confrontar de manera abierta. Pero desde mi punto de vista, esto no habla de la debilidad de las resistencias sino más bien de su eficiencia. Esas características son precisamente lo que les permiten encontrar resquicios y puntos de fuga con respecto al poder. De alguna manera, hoy estamos frente a resistencias diversificadas, que en determinados momentos encuentran articulaciones, coincidencias y líneas de confluencia, y esa es su potencia.

Y en esa experiencia ¿cuáles son los puntos de fuga del poder que ves?

Muchos. A veces lo local opera como un punto de fuga que, en ciertos momentos, es un punto de invisibilidad e incluso de impotencia para los poderes centralizados. Por ejemplo, creo que algunas de las prácticas comunitarias subsisten, no tanto por una tolerancia del poder sino que por una incapacidad o impotencia del poder instituido en relación con ellas. Entonces, ahí creo que hay puntos de fuga muy interesantes, porque mientras más global es un poder o más total pretende ser un poder nacional, más resquicios y puntos de fuga abre, más espacios se le escapan. La idea de control completo es siempre una falsedad, una ficción, una imposibilidad.

En el contexto actual de organización comunitaria en México, ¿cómo participa la violencia en las prácticas de resistencia?

La violencia es casi inseparable de las prácticas de resistencia, pero en realidad lo que ocurre es que la violencia es inseparable de la política. Sin embargo, la violencia en términos generales como si fuera una sola cosa, es algo equívoco. En realidad lo que tenemos son violencias y son distintas las violencias desde el poder que las que se ejercen desde la resistencia. Las violencias del poder son violencias masivas, que intentan controlar e impedir prácticas alternativas que impliquen un condicionamiento o una restricción del poder vigente. En cambio, las violencias resistentes intentan limitar la violencia del Estado, no sobrepasarla, sino limitarla, restringirla. Entonces, las violencias que resisten no son violencias que potencien la violencia del Estado, no intentan sobrepasarla sino limitarla, detenerla. Toda resistencia recurre a alguna forma de la violencia en este sentido, porque cuanta más absoluta es la violencia estatal más se potencia; es necesario ponerle un límite, un tope, que proviene regularmente de las resistencias.

«La idea de control completo es siempre una falsedad, una ficción, una imposibilidad».

En el contexto mexicano y frente al asesinato de los estudiantes de Ayotzinapa, ¿qué efecto busca instalar en la sociedad mexicana esa violencia?

En Ayotzinapa lo que se visibiliza es la articulación de la violencia del Estado, de fracciones del Estado, con las violencias de las redes mafiosas del crimen. Y digo que se visibilizan porque esa articulación excede al caso de Ayotzinapa y del estado de Guerrero, o sea es una articulación que se está dando a un nivel mucho más amplio en el territorio nacional y en el mundo. ¿Por qué se ejerce esa violencia? Hay distintas razones: por un lado, tiene que ver con el control del territorio y de sus recursos, por parte de redes público-privadas. Yo creo que para lograr ese control del territorio se desplazan a algunas poblaciones y se amedrenta a otras. El tema del miedo es fundamental en este esquema porque el miedo intenta generar un control sobre la población. Entonces, no se pueden separar estas violencias mafiosas de la conformación de un miedo social con usos políticos. Sin embargo, aunque se intente, este nunca es absoluto. En el caso de Ayotzinapa tenemos estas políticas del miedo e incluso signos que hablan de terror, por ejemplo el caso de Julio César Mondragón, quien fue desollado vivo y su cadáver abandonado. Todo eso busca es el control de la sociedad a través de políticas del miedo que pretenden inmovilizar a la sociedad o retraerla hacia el espacio privado, sin participar en el espacio público y político.

¿Y crees que el efecto fue ese. La gente después de los asesinatos en Ayotzinapa fue amedrentada o al contrario generó una reacción pública?

Justamente, lo que muestra la reacción frente a lo de Ayotzinapa es que la violencia es tan brutal, arbitraria y corrupta que genera una reacción social exactamente inversa, y entonces, lo que vas a ver es la movilización de amplios sectores de la sociedad como hace mucho tiempo no se veía en México. Y no es el único caso. Las políticas del miedo pueden tener eficiencia durante cierto tiempo, pero también podríamos decir que hay un momento en que “vacunan” a la población en contra de eso, y existe la posibilidad de sobrepasar ese miedo y actuar.

¿Pero también puede ocurrir que se naturalice el miedo y que la sociedad no reaccione?

Desde luego, todo eso ocurre simultáneamente. En algunos sectores se va a naturalizar, será inmovilizante y en otros más va a haber esa especie de “vacuna” de la que hablábamos y se podrá pasar más allá del miedo. Depende, porque la sociedad no es homogénea y los sectores son afectados de distintas maneras por estas políticas del miedo; a la vez, su historia y posicionamiento político van a propiciar respuestas diferenciadas. Es importante señalar eso porque siempre hay una intención hegemónica  pero las respuestas frente a eso son diversas y ese es el lugar de incertidumbre de los poderosos.

Y en ese sentido el desarrollo de prácticas autónomas o experiencias de resistencia, ¿cuáles te parecen a ti las más interesantes que has conocido en México?

Realmente, México es un mosaico de prácticas resistentes, no sólo de tipo comunitario, y creo que no se contraponen entre sí sino que pueden potenciarse. También en lo comunitario hay una gran diversidad. Yo he analizado un poco más el caso de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) en Guerrero y el del Municipio Autónomo de Cherán, K’eri en Michoacán, y me parecen muy interesantes ambos, cada uno en su modalidad. Pero podríamos identificar otras experiencias, como el Zapatismo en Chiapas. A mí me parece que lo interesante es que siendo todas experiencias que tienen un componente autonómico son también diferentes. Es decir, cada una responde a una construcción propia de la comunidad o de la región de la que proviene. Y creo que eso es parte de su interés y de su éxito.

 

 

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