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La risa que a mí me gusta…

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 28.10.2015

libro salinas

Los que van a resucitar, se salvan riéndose! Hay una risa inmortal, fantástica, estremecedora, la de los condenados a muerte, pero que no creen ni en el poder ni en los designios de la muerte. Ave, Caesar, morituri te salutant! ‘Salve, César, los que van a morir te saludan!’, gritaban los delincuentes o criminales condenados a muerte, dirigiéndose al emperador de Roma (Suetonio, De Vita Caesarum). Lo que nos interesa en la historia de Chile, de la historia de Chile, es algo completamente distinto. Es como la antihistoria de Roma, con sus tiranos y sus delincuentes. Aquí los que van a resucitar se salvan… riéndose!

La risa es la que salva.

Es, pues, una risa sagrada, que proviene del Oriente Próximo:

“Y dijo Sara: Dios me ha dado de qué reír; todo el que lo oiga se reirá conmigo.” (Génesis, 21,6).

“Cuando Yahvéh hizo volver a los cautivos de Sión,

como soñando nos quedamos;

entonces se llenó de risa nuestra boca

y nuestros labios de gritos de alegría.”

(Salmo 126, 1-2).

“Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.” (Lucas, 6,21).

En 1973 el pueblo chileno fue condenado a muerte, por la decisión política y militar del César imperial de la época. Richard Nixon, con sus cónsules, sus procónsules, sus legiones, y sus centuriones. El pueblo condenado, a pesar de los pesares, en vez de someterse al designio mortal, al imperio de la muerte, pudo reírse, logró reírse, se rió, de buena gana, de mejor gana, de Pinochet y de sus secuaces. Se impuso la risa por sobre los poderes del infierno, de los demonios.

Este libro quiere contar esas risas.

Risas francas.

Risas escandalosas.

Risas frescas.

En el video que acompaña este libro aparece la risa y el buen humor de Ana González, de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. A pesar de tanta muerte, de tanta ignominia, que procuró deshacerla a ella, a su familia y a su partido, Ana González supo recomponer y recomponerse mediante la risa y el buen humor popular de Chile.

Este libro, hecho en conjunto con nuestro colega de la USACH, el académico del Departamento de Literatura, Dr. Jorge Rueda, es de historia. Pero contada desde la vida del pueblo. Los historiadores heredamos a veces la perspectiva de los viejos historiadores de Roma, como Suetonio, que sólo contaron la historia de los emperadores y de los delincuentes diciendo apenas: ‘Salve, César, los que van a morir te saludan’.

Aquí no! Se trata de contar la historia desde la resistencia y la resurrección del pueblo de Chile, desde la alegría, desde la invencible esperanza del fin de la dictadura, de la estúpida y grave dictadura de Pinochet.

Queremos agradecer a la distancia, al prologuista del libro, el gran actor y hombre de teatro Oscar Castro, quien nos recuerda que aun se puede llorar de la risa. Agradecer también a Kena Lorenzini, quien supo captar con su ojo mágico la resistencia del pueblo en los ochenta.

Queremos agradecer, por supuesto, a los presentadores, que sostienen la risa escandalosa del pueblo de Chile. A mi amigo, Jorge Montealegre, alegre por los montes, y a mi sobrino, Rodrigo Salvador Salinas, quien lleva en su nombre la huella familiar del atrevimiento por la risa y la liberación de las cortapisas que han tronchado la estampida y la rebeldía histórica del pueblo de Chile. Como señalara la Margarita, la chiquilla del Fortín Mapocho, mantenemos la consigna de 1988: SÍ AL CAOS! (Chilenos / Alegres / Optimistas / Solidarios) (en 61).

Lo mataron sin más ni más

pa’ que se olvide su nombre

y de su bondad los pobres

que no tenían nadie más.

Le salió el tiro p’ atrás,

resucitó en tres días

para seguir siendo guía

de constructores de la paz;

ser consuelo, con su amistad,

de todos los afligidos.”

(Griselda Núñez, Resurrección después de la muerte, Santiago, 1983, en M. Salinas, J. Rueda, ¡El que se ríe se va al cuartel! Risa y resistencia en las poblaciones de Santiago de Chile 1973-1990, Santiago: USACH, 2015, 52-53).

 

 

 

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