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Ensayos para la memoria fértil: Réplicas Escritos sobre literatura, arte y política, Diamela Eltit

Por: Javier Edwards Renard | Publicado: 11.08.2016
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Réplicas. Escritos sobre literatura, arte y política, Diamela Eltit (Seix Barral, Santiago, 2016, 400 págs.) es un texto que genera una profunda y maravillosa impotencia al momento de escribir sobre la densidad positiva de su contenido, la riqueza de las reflexiones, la impecabilidad de las ideas y las estructuras de narración, la diversidad de los temas tratados que lo definen; su riqueza genera vértigo ante la necesidad de transmitir con efectividad las infinitas razones y motivos que me llevan a recomendarlo como una lectura indispensable.

Nadie que haya leído de verdad a Diamela Eltit, en Chile o en el extranjero, puede dejar de reconocer que su escritura (novela, ensayo, texto experimental) es de aquellas que rompen la superficie de lo obvio y banal con el filo de un bisturí perfecto que se abre paso a través de las múltiples capas de ese tejido que es la realidad. Poner una etiqueta a la familia ideológica o estética de la mirada, cuando estamos frente a una lucidez como la de Eltit, decir que es de izquierdas o estructuralista o feminista, es sólo buscar la salida de emergencia para escapar a una apelación al juicio individual y colectivo que deja desarmado, bajo la obligación de reflexionar y dialogar con su propuesta, desde la generosidad de lo honesto.

Lo anterior vale con especial fuerza si me refiero a la reciente publicación de Réplicas, escritos sobre literatura, arte y política, libro que reúne una tercera colección de ensayos y artículos de la escritora, publicados a lo largo de los años en distintos medios y formatos. Más de sesenta ensayos y tres entrevistas, separados por 7 textos que, como la autora explica, provienen de un trabajo que publicara hace unos 30 años en conjunto con el lingüista Oscar Aguilera y que reunió relatos de la etnia kawésar, recopilados por él en Puerto Edén. Como siempre, la intervención de Diamela Eltit en ese proyecto y en los textos que aquí se reúnen, ha tenido por objeto llevar a la palabra, al sentido -en la orilla del significado que ocupamos- del imaginario de lo otro. Sin duda una interesante manera de articular un libro que habla de tanto temas, que explora los significados políticos, sociales, culturales y humanos que, en los intersticios de lo literario, lo artístico, lo político manifiestan mensajes de lo que somos –una identidad- en las caras de lo luminoso que hace, proyecta, espera, como también, de la oscuridad que bloquea, prohíbe, desconoce, trivializa.

Éste no es un libro que meramente recopila y se publica, es un libro pensado con claridad, armado con una columna vertebral que le da sentido y que se convierte en una verdadera provocación intelectual al momento que vive hoy nuestro país, con tantos de sus paradigmas violentados por una inconsistencia medular en las estructuras de poder organizado, en los hábitos de conservación y reforma, con la dislocación evidente de los referentes políticos tradicionales amarrados por la codicia común de dinero y poder, el gran golazo que dejó pasado la dictadura de Pinochet. Réplicas es tan bien un libro que reflexiona sobre la cultura subterránea, esa que se va manifestando de maneras más o menos claras, pero decididamente; sobre esas corrientes poderosas que generan subversiones de distinto tipo, en un análisis en el que el término subversión no es visto como una amenaza sino un signo de transformación vital.

Pienso en el primer párrafo del texto que Eltit leyó en el Primer Congreso Internacional: La experiencia intelectual de la mujer en el siglo XXI (México, 2011), titulado Con la cultura en la mano (pág. 13) , y que dice: “La escritura literaria llegó hasta el escenario social para dislocar la hegemonía de la letra burocrática. Esa letra –ley que regía la totalidad del contrato social, letra de compra y venta, letra fundante del nacimiento y certificadora de la muerte, letra rígida. Pero la literatura, con su carga poética, estableció el espacio para densificar los sentidos, para –es un decir- romper el pragmatismo robótico de una letra-ley que ordenaba el transcurso vital en torno al poder y a la sumisión del poder.”.  Sólo una mínima muestra de la manera en que este libro y sus ensayos nos obligan a entender de distintos modos, ya sin ingenuidad, con el ojo crítico abierto, con la invitación a pensar de qué maneras, hoy, esa escritura literaria está dislocando (o no) el control de la letra-ley o los discursos que imponen desde la burocracia del poder (político y económico) la inmovilización de las transformaciones profundas, la instalación de lo trivial como discurso de manipulación y sometimiento. Si el hombre es capaz de nombrarlo todo, como lo dicen importantes corrientes filosóficas, de las que se hace eco el pensamiento de Eltit, entonces resulta evidente que el poder que teme ser perdido o sustituido debe poner especial énfasis en buscar las formas en que se restringe esa capacidad de decir, de nombrar, de sacar del silencio o la tergiversación realidades necesarias para comprender y liberar al hombre de sus distintas maneras de esclavitud.

Diamela Eltit escribe sobre las armazones del poder, el lugar de las minorías, las discriminaciones de género y las discriminaciones en general,  las construcciones de significado, la manipulación de la realidad, las manifestaciones de la violencia en nuestra cultura, el problema Mapuche y sus lecturas oficiales y alternativas, la función y operaciones que se manifiestan en el mundo de lo virtual; y también nos muestra la riqueza de nuestra cultura en el generoso acto de sacarlo desde el claustro de lo estrictamente intelectual y académico, al de la conversión abierta e integradora. Eso es un libro, este libro, un legado que invita a pensar y donde nos encontramos con la discusión sobre, por ejemplo, el proyecto CADA, las propuestas de Lotty Rosenfeldt o Rubí Carreño, la fotografía de Paz Errázuriz, una referencia a La amante fascista, de Jaime Moreno Jashés, la integración de lo externo y lo local, lo presente y lo histórico, la capacidad de transitar por las propuesta narrativa de Joyce y las vanguardias, las implicancias de wikileaks y el hackeo de información, o señalar que esperamos a Godot (Beckett) mientras intentamos sobrevivir la sociedad del espectáculo en que estamos sumidos. Y más, de una manera que seduce la inteligencia no para someterla a perspectiva, sino para hacerla pensar sobre posibles significados. Que compleja y esperanzadora textura es la de la superficie que describe y piensa Eltit en estos ensayos y reflexiones.

Réplicas es un texto que genera una profunda y maravillosa impotencia al momento de escribir sobre la densidad positiva de su contenido, la riqueza de las reflexiones, la impecabilidad de las ideas y las estructuras de narración, la diversidad de los temas tratados que lo definen; su riqueza genera vértigo ante la necesidad de transmitir con efectividad las infinitas razones y motivos que me llevan a recomendarlo como una lectura indispensable. Para hacer justicia a un libro como éste habría que escribir una reseña con la extensión de infinitas reflexiones, una tarea borgeana, imposible, que sólo logra esbozarse a través de la provocación a una lectura que instale sus contenidos en la reflexión individual y en el diálogo social.

Desde su primera novela, Lumpérica (1983) hasta este libro, treinta y tres años de escritura en serio, Diamela Eltit ha ido armando una de las obras literarias más sólidas y lúcidas de nuestro país, honesta, fiel a sí misma, a sus reflexiones y descubrimientos; tramado narrativo que será clave para entender –el día que de verdad decidamos entender- lo que nos pasó en este tránsito que ha significado ir del siglo XX al XXI, con las revoluciones y reacciones que se han desplegado, con la globalización y el mercado como horizonte precipicio, con la velocidad y la ignorancia rampante de lo frívolo convertido en estándar de lo permitido.

Réplicas, es un libro que devuelve la fe en que algo bueno pasa bajo la mediocridad de la superficie y que hace pensar, sin exagerar y sin miedo a la potencia de mi convicción, que si Chile debiese recibir nuevamente el reconocimiento de un Nobel, es la obra de Diamela Eltit la que realmente tiene los méritos para ser postulada.

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