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«Las feministas también perreamos»: La aguda columna que reflexiona sobre Maluma y sus «4 babys»

Por: El Desconcierto | Publicado: 24.02.2017
«Las feministas también perreamos»: La aguda columna que reflexiona sobre Maluma y sus «4 babys» maluma |
«Oprimiendo la música de la calle, de los pobres, de los nacos, de los mismos oprimidos, estamos reproduciendo el modelo autoritario del machismo: subyugando al otro, suprimiéndolo, aplastándolo, borrándolo, censurándolo», argumenta Andrea Ocampo. El colombiano se presenta esta noche.

Durante este viernes, el artista colombiano se presentará en la Quinta Vergara, mostrando uno de los shows más esperados del certamen. Sin embargo, la presentación de Maluma también ha acarreado numerosas polémicas, especialmente por las letras de una de sus canciones, «4 babys», que ha sido acusada desde algunos sectores de misógina y de promover la violencia hacia las mujeres.

Sin embargo, esta discusión amerita una reflexión profunda y bien argumentada. Especialmente, cuando las críticas apuntan a la supuesta consecuencia -o falta de ella- del feminismo al respecto, donde muchas mujeres han sido cuestionadas por disfrutar de la canciones del reggeatonero y no comenzar una guerra en su contra.

En este escenario, la columna publicada por la licenciada en Filosofía Andrea Campo, quien escribió el libro «Ciertos ruidos: Nuevas tribus urbanas chilenas» (Planeta) parece fundamental para alimentar el debate con visiones que suelen escapar de los comentarios condenatorios de las redes sociales. El texto, publicado en Noisey del espacio mexicano Vice, hace hincapié que la censura no genera cambios culturales, y más bien hace pasar por rebeldía una concepción conservadora de la sexualidad. Aquí, sus argumentos.

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«Sí, es cierto. La canción «Cuatro Babys» de Maluma junto a Noriel, Bryant Myers y Juhn es machista y hasta misógina. Esta es la noticia de la semana en el género urbano, originada por el artículo de la activista española Yolanda Domínguez en El Huffington Post y por la petición en Change.org que requiere bajarla (además de otra segunda, que pide que investiguen al colombiano por posible delito de apología de violencia de género). Pero no basta con decir esto para desacreditar o desentenderse de una canción así. Aclaremos el panorama:

1. Esta canción no es reggaetón, es trap. El trap usa otros beats, otra temática y tiene otros exponentes – y tanto Bryant Mayers como Noriel son astros del género. El trap conecta con el reggaetón en tanto le devuelve su espíritu underground, de calle, de donde nació. Ese flow violento con el que comenzamos a saber sobre Daddy Yankee y que luego blanqueó sus letras, para volverse cada vez más románticas, más comerciales, más naif. Así nace el reggaetón colombiano. Exponente de esas letras es el mismo Maluma, que últimamente canta un insípido «Vente pa’ cá» con Ricky Martin, cada uno a dos metros de distancia del otro, en una piscina. Por tanto, que Maluma cause este impacto, se condice con el espacio que ocupa dentro de la industria musical; él es un ídolo infantil y adolescente que, intuyendo correctamente para dónde va el género urbano, invitó a los jóvenes más prometedores de esta escena a cantar cómo ellos saben hacer, con Auto-Tune saturado, letras barrio bajeras, mucho sexo y, de paso, descripciones medio burdas de las mujeres. Pero esto, dejémoslo claro ahora mismo, no es algo adjudicable a Maluma, sino que al trap.

Por tanto, amiga activista, si te molestó esta canción, es que te molesta el trap. Y si quieres censurar esta canción, quieres censurar a un género completo; que si investigas bien, no sólo habla de cómo un hombre eyacula en la boca de una mujer, sino que también de armas, revanchas, drogas, billetes, de cómo vas a desaparecer a otro que se adueñó de la calle o de quien simplemente habló mal de ti. Es música de matones o de quienes quieren parecerlo. El trap hereda hoy en día la cultura gangsta que antes radicaba en el rap, pero lo hace pasar por máquinas, le pone bling bling y le suma las antiguas tiraderas del reggaetón.

El rap, recordémoslo, tampoco estuvo exento de culos de mujeres y champañas espumeantes; de hecho, las tiraderas del reggaetón también son una herencia de este hermano mayor estadounidense. El trap es la trampa callejera, es la violencia de esa trampa y eso no tendría por qué ser censurable, pues este género responde no sólo a inquietudes de determinada población, sino que refleja de algún modo, sus aspiraciones vitales. No todos los adolescentes latinos tienen oportunidad de estudiar, de viajar, de comprar ropa, de alcanzar cierto «éxito material» o de ser educados y cuidados por sus familias. Insisto, al censurar el trap, lo que estás haciendo también, es censurar una realidad que existe y cientos de aspiraciones que este mismo sistema de vida valida y les ha heredado. Si quieres realizar algún cambio, lo peor es la ceguera.

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2. Hablemos de sexo en serio, de una buena vez ¿Cómo se vive la sexualidad en una población/cacerío/barrio latino? Yo soy feminista, como mi colega columnista de El Huffington Post, pero me niego a pensar como madre. Me niego a pensar desde la moral del bien superior. Más bien, prefiero pensar sobre lo que hay y lo que no hay en Latinoamérica, sobre lo que vivo a diario: una sexualidad intercultural e interracial, una sexualidad de (no con) clase, donde el hombre no sabe darle placer a la mujer, porque ni la mujer sabe darse placer a sí misma, ni el hombre accede a información a causa de ese tabú masculino y masculinizante que inviste toda erección como igual a placer femenino. No es cierto que las mujeres tengamos sexo para quedar «preñás» como sugiere Maluma; tampoco es cierto que pase algo si tu pareja sexual no «se va» dentro tuyo –en caso que sea varón-: eso no nos da placer. A muchas les da asco. Pero me parece más interesante que leamos otra cosa: antes de esa sarta de idioteces que cantó Maluma y los traperos (que deben estar avergonzados pero enriquecidos por esta colaboración), comenzó la canción diciendo que las Cuatro Babys lo maltratan en la cama. Que le exigen. Que dos están casadas, que una le paga «para que se lo hunda», que lo tienen confundido. Prefiero pensar esta canción desde la crisis de todo lo que se exhibe.

Esa masculinidad que los chicos tanto quieren subrayar está en crisis, pues son ellas las que pagan, las que reclaman, la que se ponen cabronas. Y a pesar de que después se peguen un tiroteo de machismo, son esas sombras de la canción las que a mi parecer son estructurales. Porque sí es posible enamorarse a través del sexo, sí es posible enamorarse de más de una persona, sí es posible tener sexo entre tres o cuatro, e incluso es posible amar a más de una persona, al mismo tiempo. Existe un término llamado «poligamia», otro llamado «poliamor». Así como existe otro que se llama «machismo». Y estamos de acuerdo en que esta canción es eminentemente la tercera; pero no seamos mojigatas, no sólo se desea o se ama de un modo. Incluso, no sólo se desea cuando se ama.

Si a eso le sumamos las ya tres generaciones completas que hemos aprendido a follar mirando porno y de las enfermedades, sólo por la muerte de personas cercanas, eso te da por resultado un continente hipersexual, con cuerpos y música disponible, además de cero políticas públicas enfocadas a las ETS o VIH, unido al estigma, no sólo de ser portador, sino que también de ser una «puta», ser un «maricón»: un excluido. Así ocurre acá, en el tercer mundo, donde ni siquiera tenemos derecho a tirar o abortar en paz. «Cuatro Babys», en ese sentido, nos está poniendo sobre la mesa la crisis de esa identidad masculina que ya no puede proveer, porque ella paga para que le den placer. Y, tal y como ella da, exige su paga (en cash o placer, eso es lo intercambiable en el capitalismo). Insisto en este punto: a pesar de que él diga que manda, ellas –durante toda la canción- demandan.

Entonces, Maluma objetualiza tal y como está siendo objetualizado. Esos hombres necesitan reafirmar una y otra vez su virilidad, porque ésta ha sido vaciada desde que ellas han dejado de amarlos y los usan para su placer, para su «relajo». Ellas, incluso les han permitido tener sexo con otras y han participado de ello. Además pongamos esta canción en contexto. Hay algunas de alto calibre como «La ocasión», donde el reggaetonero Arcángel nos cuenta cómo desea a una mujer lesbiana que a veces lo usa y demanda, por eso él quiere que se repita la ocasión (esta canción también puede leerse en clave gay, por eso es un hit: es transversal). Entonces tenemos una pregunta que cae de cajón ¿Es tarea de la música educar sobre la sexualidad, sobre el feminismo, sobre cómo desear? ¿Es tarea de la música enseñar algo?

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3. En alguna parte de esta canción Maluma dice que ellas «chingan cuando yo les digo/ninguna me pone pero» y me parece bien. Latinoamérica, no España, Latinoamérica, sigue viviendo en el cartuchismo moral heredado de la moralina que nos trajo la Iglesia Católica, esa que llegó y arrasó con todo junto a la conquista española. Hasta antes de eso, la sexualidad no sólo cumplía una función reproductiva en los pueblos de América, por tanto, que las mujeres de ahora, sean solteras, casadas, nalgonas, flacas, locas, etc., y no tengan peros para sentir placer, me parece saludable. Tener sexo, darse placer, exigir placer, es una práctica saludable. La ciencia lo recomienda. El problema es que Maluma, a lo eyaculador precoz, se jacta demasiado en circunstancias en que acaba de hacer un video Ricky Martin, ícono gay (¿Acaso no responderá también a una estrategia comercial de ese tipo, del dejar «las cosas claras»?.). Pero el problema de la crítica, considero, es seguir viendo disponibilidad cuando lo que hay es posibilidad. Así como él las usa, ellas también lo hacen. El sexo da para eso y más.

4. Hay machismo y hay misoginia cuando la mujer queda reducida a su mínima expresión: «Dos son casadas / hay una soltera / la otra medio psico / y si no la llamo se desespera». Pero hay misandria cuando en la crítica se le espeta al colombiano hablar mal, tener problemas de dicción, no ser un genio, no servir para nada. Hay misandria cuando se habla del trap desde el oscurantismo de la moralina. Cuando se desoye un modo nuevo –que incluye machismos- de gozar la cuerpa en el sexo colectivo.

5. Las mujeres en el género urbano tenemos pocas exponentes. Muchas, la mayoría, siguen patrones machistas y, sin embargo, se hacen un espacio en el género; hacen concesiones. Ivy Queen –como su nombre lo indica- es la reina de todas y es feminista: su última placa se llama Vendetta (2015) y está escrita contra el machismo del género musical. Sin embargo, la proliferación de varones blinblineados no se detiene y, sin previo conocimiento más que la propia experiencia, hacen germinar letras agresivas que no sólo violentan, sino que llegan a ser de mal gusto. Allí la mujer sigue siendo resumida a los glúteos duros del twerk, las tetas con pezones parados y esa idea de mujer caliente que les encanta, pero que también es tan mala porque es caliente. De algún modo en el género urbano, en el trap sobretodo, esa mujer es juzgada a través de quién la desea. Vale decir, al mismo tiempo de ser requerida es sumida en la moral del gángster, que es tan moral como cuando se dice que en «Cuatro Babys» las mujeres son intercambiables.

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Amiga activista, yo también he amado a más de un hombre y también he tenido que decidir con cual estar; eso no implica, en ningún caso, que no valore sus condiciones particulares; más bien, las estoy pensando. Qué es lo que quiero, qué es lo que me hace bien, qué es lo que me hace sentir mejor. Y eso es empoderamiento. En el caso de Maluma, no pongo en duda, que tenga a su disposición a cuatro, ocho, dieciséis babys ¡Es Maluma! De las más altas estrellas del reggaetón y así como él las provoca, ellas se le lanzan encima. Basta con tener un mínimo de rose con algún cantante de reggaetón para ver cómo los buscan para ser «irrespetadas», si quieres ponerlo en esos términos.

Más bien, compañera feminista, habría que hacer un trabajo de activismo por otro lado. No basta con espetarle al hombre su machismo, sino que ante todo, es necesario que las mujeres sean conscientes de su posición dentro de este juego de fantasía, deseo, discos y reggaetón. El camino no es acusar al «machista-misógino-reggaetonero», sino empoderar a las «abusadas», desestabilizar las certezas desde las cuales se las pueda violentar. Y para hacer eso no es necesario, e incluso es inútil, estigmatizar a un género musical. El mismo estigma sobre el trap que estamos viendo hoy, lo vivieron en Puerto Rico hace veinte años atrás con el reggaetón. Les prohibieron incluso publicar y comercializar sus canciones. Y eso no detuvo la evolución, ni aceleración del género. Lo comento sólo porque la historia de la música urbana nos enseña cómo estas críticas tienen por consecuencia justo el efecto contrario.

6. ¿Somos las mujeres intercambiables? Pareciera que cuando Maluma no sabe con cual quedarse, las valora, las sopesa, como también las avalúa cuando dice que «me salieron más caras que un reloj de Ulysse Nardin». La objetualización hace que no sólo sean intercambiables entre sí «cuando chingan gritan todas por iguales», sino que también sean equiparables a un reloj. Y más allá de que esté bien o mal cantar esto, deberíamos pensarlo en un contexto global de objetualización y fetichización de la mujer ¿Está mal que Maluma cante esto o está mal que estén las condiciones para que una canción así tenga sentido? Censurando una canción, insisto, no vas a generar un cambio cultural en la cabeza reggaetonera de miles de adolescentes, lo que vas a hacer es reafirmar su capital rebelde, haciendo pasar por rebeldía una concepción conservadora y profundamente materialista de la sexualidad. El asunto, por tanto, no es que Maluma cante algo así, sino que pueda tener sentido y –para mi colega del Huffingtonpost- que lo pongan en un programa para adolescentes asesorándolos. Todo eso se puede, porque sistémicamente es posible. Quizá Maluma no sabe mucho de mujeres, me parece; pero de industria musical sí sabe. Eso salta a la vista.

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Pero además, otra cosa ¿Desde cuando la TV tiene una responsabilidad ética con los personajes que exhibe? Yo nací en los ochenta y nunca, jamás, me ha parecido que los canales de televisión se responsabilicen por ello. Incluso la TV de dictadura del cono sur se desentendió y exhibió los primeros culos de la pantalla chica. La televisión subsiste gracias al avisaje y la entretención. Y Maluma entretiene, con su sexualidad machista, con su hashgtag de #Nomasfeminismo, entretiene. Detengámonos en esto: en agosto del presente año habría posteado algo en contra del feminismo. Volví a revisar su cuenta de Twitter y no encontré nada. Lo borró. No le convenía, seguro. Sin embargo, fue noticia. Y ahí estuvieron las feministas para hacerlo noticia, para denunciarlo. Como es noticia este enjuiciamiento, que es una denuncia, sobre su trabajo.

Es sano que seamos capaces de exigirle cosas a los ídolos y es más sano que sus fans se den cuenta de ello. Pero cuando hagamos la crítica, hagámonos el favor de no repetir las formas de lo que criticamos. Oprimiendo la música de la calle, de los pobres, de los nacos, de los mismos oprimidos, estamos reproduciendo el modelo autoritario del machismo: subyugando al otro, suprimiéndolo, aplastándolo, borrándolo, censurándolo ¿Qué autoridad tiene la moral feminista en el reggaetón? Ninguna: la moral (feminista o no) no tiene nada que ver con la música, la moral es personal. Y así como lo personal es político, la música también puede serlo cuando la leemos en su contexto real; no cuando se toma un índice y se le arranca de su subtexto original. Maluma tiene muchas cosas por aprender, sin duda, pero nosotrxs, lxs que escribimos y lxs que perreamos sus canciones también.

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