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Maluma, sexismo y el rol de mujeres y feministas

Por: Bárbara Brito | Publicado: 24.02.2017
Maluma, sexismo y el rol de mujeres y feministas |
¿Es responsable Maluma? Totalmente, hoy es un megáfono vivo del machismo en cada lugar en el que podemos estar y su música también. ¿Podría hacer algo? Sí, sino veamos el caso de Café Tacvba, quienes al tomar la bandera contra los femicidios, decidieron dejar de tocar “La Ingrata”, la que reproducía brutalmente la violencia. ¿Es la solución? Claramente no, pero sí es un gesto concreto dentro del sistema en el que vivimos.

*Escrito en co-autoría con Constanza Bohle, presidenta Feusam Santiago e integrante de Coordinadora Ni Una Menos Chile

Como mujeres y feministas dentro del sistema capitalista, patriarcal y su cotidiana violencia, no hemos querido dejar pasar la tan llamativa y polémica presencia del cantante colombiano Maluma en Chile debido a su participación en el Festival de Viña del Mar. Todo esto se da dentro de un contexto en donde las mujeres venimos despertando, con movilizaciones masivas en todo el mundo por nuestros derechos, contra la violencia hacia las mujeres, contra los femicidios. Con el movimiento Ni Una Menos no sólo se abre el cuestionamiento abierto a los brutales crímenes de odio de los cuales muchas mujeres son víctimas, también las diversas expresiones de violencia que nos toca vivir por el solo hecho de ser mujeres. Uno de esos debates es la supuesta contradicción de avalar que hayan personajes con una tribuna tan importante como la música para fomentar y naturalizar el machismo y la violencia dentro de nuestro cotidiano vivir.

Sexismo y reggaetón

Más allá de cualquier debate, lo cierto es que el reggaetón, como muchos géneros musicales, está plagado de letras sexistas que denigran a la mujer y naturalizan toda violencia machista. La canción “4 Babys” de Maluma no se escapa de ello y es que, tal como el género musical “trap” del cual es parte esta canción, tiene referencias sexuales explícitas a la violencia de género.

La cultura musical constantemente relega a la mujer a los estereotipos de género tradicionales e impuestos: la cocina, el cuidado de los niños, la limpieza y en nuestra feminidad, nos muestra como algo inferior a la masculinidad, como un objeto (sexual o no) según “roles”, o directamente evidencian la violencia machista, desde malos tratos hasta violaciones y asesinatos. Lo cierto es que, aunque el mensaje que transmite Maluma a la juventud es totalmente reprobable, las letras machistas o violentas no son una excepción en el mundo de la música ni se suscriben solo al reggaetón o al trap (Maluma se maneja en ambos géneros musicales).

Hoy Maluma es quien está en el ojo del huracán por el contenido de sus canciones, y es uno de los tantos que forman parte de la construcción cultural machista. La crítica es correcta, está en el ojo del huracán porque sigue fomentando la violencia hacia la mujer y naturalizando situaciones que pueden llegar a matarnos y, con ello, al conjunto de la humanidad, pues quiéranlo o no, las mujeres somos la mitad de esta sociedad y la mayoría de la clase trabajadora, remunerado o no. ¿Dónde vemos los efectos de aquello? En las cifras diarias de femicidios, homicidios por violencia machista, casos de acoso callejero, micromachismos y discriminación cotidiana e incluso violaciones en el pololeo.

¿Es responsable Maluma? Totalmente, hoy es un megáfono vivo del machismo en cada lugar en el que podemos estar y su música también. ¿Podría hacer algo? Sí, sino veamos el caso de Café Tacvba, quienes al tomar la bandera contra los femicidios, decidieron dejar de tocar “La Ingrata”, la que reproducía brutalmente la violencia. ¿Es la solución? Claramente no, pero sí es un gesto concreto dentro del sistema en el que vivimos.

¿Qué nos queda a las mujeres y a la lucha contra la violencia de género?

Creemos que hay que partir por el cuestionamiento cotidiano, pues ésta sociedad se configura y sostiene sobre la violencia a la mujer que va desde no valorar el trabajo no remunerado en el hogar, la constante brecha de género en menores sueldos por el mismo trabajo hasta sus expresiones más deplorables de violencia. Hay que revolucionar nuestras vidas, dejar de concebir nuestras relaciones como privadas y comprender que se nos forma en una sociedad que reproduce y fomenta esta violencia desde distintas aristas: la música, publicidad, educación, etc.

Sin reconocer aquello es muy difícil avanzar en un camino fuera del sistema patriarcal. Entonces, por una parte, es un ejercicio cotidiano de todas nosotras y nosotros el reconocer cómo el entorno nos oprime y, junto con ello, cuestionar nuestro diario vivir. Cada una de nosotras puede aportar además a que este no sea un cuestionamiento individual, sino de todo nuestro círculo pues, así como hay canciones que hablan de la violencia hacia la mujer y de la cosificación, también tenemos grupos de amistades que hablan como quieren de nosotras, de nuestro cuerpo y vida, es solo cosa de mirar los grupos de WhatsApp masculinos y su brutal contenido cosificador hacia las mujeres; tener una actitud pasiva frente a estas situaciones, es permitir que el patriarcado siga su camino bien tranquilo y con menores molestias, es no aportar a que las y los trabajadores, que sufren la explotación, o que la diversidad sexual, indígenas, entre otros grupos de la sociedad también oprimidos, no abran los ojos, no cuestionen y reproduzcan estas violencias, lo que nos mantendrá divididos en nuestra cotidianidad y forma de relacionarnos, siendo que debemos combatir juntos y juntas una sociedad que se ha dispuesto bajo imposición a un pequeño sector enriquecido.

¿Es una contradicción ser feminista y que te guste Maluma o bailar hasta abajo? Sí, puede ser, pero nuestra decisión no es restarse de la sociedad en que vivimos si no transformarla, en este sentido cada mujer decide si quiere bailar o no reggaetón y este no es el problema, sino la industria musical que respalda el machismo y lo convierte en un bien de consumo. Más allá de que sí podemos y tenemos que aportar a cada segundo con una crítica radical a este sistema de miserias, no es nuestra principal responsabilidad que exista ni que se reproduzca. Tenemos derecho a bailar, a disfrutar, a pasar un buen rato lo que no significa que no cuestionemos cada expresión de machismo evidentemente presente. La principal contradicción yace en no reconocer la validez de la crítica feminista ante este tipo de canciones y que su contenido machista siga con total libertad en la cultura. Nuestra preferencia tiene que ser transformarlo en un debate en nuestros espacios, y a la vez reconocer que la principal responsabilidad la tiene la industria cultural, la Iglesia (o religión) y el Estado que manejan a su antojo estereotipos y violencias que atentan contra nosotras en sus diferentes facultades y voluntades. Los responsables son el capitalismo junto al patriarcado, quienes se han introducido en la industria cultural basándose en el sexismo machista, no las mujeres.

La crítica es necesaria

La crítica debe ser reconocida y realizada por mujeres, hombres y diversidades, porque no es sólo el reggaetón, ni sólo Maluma, sino todos los géneros musicales en los tiempos que estamos. A su vez, hay artistas que buscan conscientemente no reproducir la violencia machista y, por el contrario, combatirla, generando un punto de quiebre dentro de sus propios géneros musicales. La crítica es necesaria y mínima, nuestra lucha en este terreno es revolucionar los espacios en los que participamos, empoderar a mujeres y que se entienda que no nos pueden seguir violentando con tantas herramientas a su disposición. Una de nuestros campos de batalla es la cultura. Cuestionar su machismo, detectar estereotipos, y la marginación de la mujer en la sociedad, es una tarea necesaria y transformadora.

Necesitamos un movimiento de mujeres organizado y en las calles.

Sólo en lo que va del año, se registran 7 femicidios consumados, 17 frustrados (Ministerio de la Mujer y Equidad de Género) y 1 homicidio por violencia machista. La respuesta del Estado es tratarnos únicamente como víctimas y si bien lo somos, no estamos relegadas a cumplir ese rol, debemos levantarnos como sujetas políticas, organizadas y en las calles para luchar por todos nuestros derechos.

Ante cada femicidio se fortalecen las medidas punitivas contra los agresores (que es una necesidad), pero los programas de prevención son precarios, están desfinanciados y son completamente desconocidos, hay muy pocas casas de acogida, no se asegura viviendas para aquellas que no posean y vivan con sus agresores, no hay subsidio estatal para sus hijos o hijas ni ayuda sicológica permanente e inmediata, oportunidades de empleo no precario, entre otras medidas que aporten a que las mujeres escapen de la dependencia económica que es uno de los grandes factores de los femicidios. A través de sus leyes, el Estado y el actual gobierno de la Nueva Mayoría a través del Sernameg (dirigido por Claudia Pascual del PC), individualiza la violencia de género, la reduce a un conflicto entre un hombre y una mujer, entregando respuestas igual de parciales e individuales (aunque necesarias) sin ver un problema sistemático, la prevención de nuevos femicidios y cómo la sociedad sustenta esta violencia.

El problema es profundo y, más allá de que cada mujer tenga derecho a bailar lo que quiera, la crítica, debate, concientización y educación son necesarios y urgentes si el machismo y la violencia son evidentes en la cultura, aún más, lo primordial es la organización de las mujeres junto a quienes abandonen sus privilegios en la lucha feminista. Debates como el de Maluma vuelven a enrostrarnos el Chile machista-neoliberal en el que vivimos regido por una de las legislaciones más conservadoras del mundo, por lo cual necesitamos de un movimiento de mujeres internacional, organizado y en las calles, para conquistar hasta la más mínima demanda, para erradicar hasta el más mínimo micromachismo. Necesitamos un plan nacional de emergencia que prevenga nuevos femicidios financiado por el impuesto progresivo a las grandes riquezas nacionales y transnacionales; y a la vez convertirnos como mujeres en sujetas políticas de transformación social donde juntas, con aquellos compañeros que se propongan cuestionar sus privilegios otorgados por género, podamos derribar esta sociedad capitalista y patriarcal en la que vivimos.

Bárbara Brito