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Opinión

Piñera: El fantasma de Trump que recorre Chile

Por: Richard Sandoval | Publicado: 16.05.2017
«México nos envía a la gente que tiene muchos problemas, que trae drogas, crimen, que son violadores», dijo Trump. “Perú y Bolivia son los mayores productores de coca del mundo”, dijo Piñera en el mismo relato de la “mano dura” contra lo malo que llega de otros países. Extraña coincidencia.

Piñera 2017: homofóbico, xenófobo, mentiroso y más oportunista que nunca. Los que lloraron a Trump en USA, hoy lo tienen aquí mismo y peor. “Chile debe construir un muro que proteja a nuestros ciudadanos de los malos que vienen de Bolivia y de Perú. Un muro que, sin discriminar, opere como un gran candado que cierre el paso a lo peor que nos mandan los países que son los más grandes productores de coca del mundo. Esto sí es mano dura para controlar lo que entra a Chile”. Lo que usted acaba de leer no lo ha dicho ningún candidato presidencial en Chile, en su integridad, pero hay uno que se acerca a pasos agigantados, uno que sin mencionar la palabra “muro” ya lo está construyendo, azuzando a la estigmatización, a la discriminación y a la más descarnada violencia. Ese candidato se llama Sebastián Piñera, el fantasma de Trump que recorre Chile, quien con un discurso calcado al del presidente de Estados Unidos en campaña, se propuso crecer junto a un símbolo que lo va a acompañar hasta el día de la elección, el del muro discursivo que contenga a los malos que ensucian a los buenos, en base a mentiras y exageraciones que nada tienen que ver con la realidad, sino con el puro afán de ponerse un traje que haga sentido en la xenofobia y las frustraciones de un público que en silencio le entregará su voto.

Piñera no ha dicho que va a levantar un muro, pero sí ha dicho todo lo demás. Dijo que “vamos a abrir las fronteras de Chile de par en par a todo lo que le hace bien y vamos a cerrar con candado a todo lo que le hace mal a Chile. A los delincuentes, al narcotráfico, al contrabando y a la inmigración ilegal«. Dijo que se perfeccionará el sistema para controlar «lo que entra a Chile», porque «desgraciadamente, Chile tiene las fronteras muy abiertas», y se comprometió a poner «mano dura» con los extranjeros que llegan, recalcando en el mismo speech que los extensos kilómetros que tenemos en el norte nos ponen en peligro ante la inmigración proveniente de “los países mayores productores de coca en el mundo”.

Pero hay que decir que todo este “discurso del muro” está en abierta oposición a la realidad, en franca contradicción con los datos de crimen en el país, que arrojan que la ínfima cifra de extranjeros que delinquen incluso bajó en un 6% entre el 2014 y el 2015, mientras que los inmigrantes que sufren un delito por parte de los chilenos aumentó en un 14% en similar período, según la Defensoría Penal Pública ¿Qué quiere decir esto? Que Piñera le está mintiendo, está metiendo el dedo en su yaga de desconfianza y discriminación, está echándole bencina a su odio a los negros para captar su atención, para que sienta en su discurso –ese discurso que levanta muros, simbólicos, imaginarios y reales- una protección que invisibilice todas las razones que en realidad lo tienen inseguro: pensión indigna, ausencia de derechos garantizados, sensación de inseguridad, deudas, falta de oportunidades. Pero claro, centrar el debate en echar la culpa a lo peor que nos mandan los peores –no los croatas, no los alemanes, no los ingleses, esos nos trajeron lo bueno- es más fácil, y conviene, más si esos países peores los apuntamos con el dedo cuando son de piel oscura. La lógica perfecta que le dio el triunfo a Donald Trump. Piñera siguiendo al pie de la letra el manual de la victoria de Trump, sin la necesidad de siquiera mencionar la palabra muro, pues en sus palabras éste ya se construye.

Pero no basta con el refuerzo al odio al inmigrante vulnerable, ese que hace filas del demonio en Extranjería para evitar más abusos laborales, ese que no puede encontrar un trabajo digno porque las estrictas reglas del decreto de Pinochet lo tratan como un muñeco porfiado, expulsado una y otra vez de la firma de un contrato de trabajo, por meses, por años. No basta. El guion del triunfo de los discursos neofascistas debe encontrar más objetos de denuncia para justificar nuestras precariedades, y al racismo hay que agregarle homofobia, ignorancia, machismo, aprovechamiento político, mentiras, oportunismo, menosprecio a la decisión de la mujer y ganas desenfrenadas de figurar sin ningún apego al sentido común. Piñera es el fantasma de Trump que recorre Chile, porque tal como el magnate estadounidense, Piñera se permite burlas y discriminación con el único objetivo de  ser centro de atención, el que se siente bien dejando en claro que lo quiere todo a su gusto y el de los suyos, a pesar de las inclinaciones de la mayoría, como un niño mal criado que puede decir frases violentas con muecas simpáticas para que todos terminemos hablando de él.

«México nos envía a la gente que tiene muchos problemas, que trae drogas, crimen, que son violadores», dijo Trump. “Perú y Bolivia son los mayores productores de coca del mundo”, dijo Piñera en el mismo relato de la “mano dura” contra lo malo que llega de otros países. Extraña coincidencia.

Con la imagen de Dios puesta por delante de todo, en su precampaña Trump llegó a decir que quienes aborten deberían ser castigadas. «Como Ronald Reagan, soy provida con excepciones, que he señalado en numerosas ocasiones», añadió en su momento Trump, apuntando a que la decisión sobre aborto debería regresar a la potestad de cada estado. Con el mismo ahínco religioso, Piñera nos dice hoy – en diversas entrevistas-, cuando debe mostraste más de derecha de cara a sus primarias, que «yo creo que siempre hay que jugársela por la vida, porque la vida es algo maravilloso, yo soy cristiano, creo que la vida es un don de Dios, Dios la da, Dios la quita y nosotros tenemos que protegerla». Dios por sobre todo, sugiere Piñera, para luego –tal como Trump- tropezarse en juegos retóricos que lo llevan a decir que “no existe el aborto terapéutico”, porque aborto “es matar”, y terapéutico es “tratar de salvar”. Mismo juego basado en la mentira con que compara a los niños Down con los fetos inviables, apelando a calar con emoción en la ignorancia, igual que Trump. Mismo juego misógino –núcleo de la visión de Trump hacia los derechos de las mujeres- con que dice –según consigna 24 Horas– que «la posibilidad de elegir sobre su cuerpo –de la mujer- puede ser pintarse el pelo, lo que quiera, pero cuando hay una nueva vida, es otro ser, un ser inocente».

Hay violencia, hay bullying en el discurso de Piñera, tal como en el de Trump, cuando pone a la diversidad sexual bajo el epíteto de inestables que no merecen adoptar a niños, por más necesitados que esos niños estén. Hay violencia en Piñera, tal como en Trump, cuando dice –como lo hizo en el programa de Pedro Carcuro- que primero la adopción debe privilegiar a parejas “estables y heterosexuales”, después uniparentales, sin mencionar siquiera la posibilidad de una pareja lesbiana o gay. Ahora, toda esta discriminación es “no por discriminar, sino porque es mejor para el niño”. ¿En base a qué? ¿Con qué dato lo demuestra? ¿En base a los designios de Dios? Eso es, tal como lo hizo en su campaña Trump, pura y dura charlatanería anclada en la ignorancia, el desconocimiento, el prejuicio y la cobardía de achacar a los más desprotegidos supuestos males para sacar provechos personales. Aseveraciones sin documento, apreciaciones personales como ejemplos de políticas públicas. Totalmente poco serio.

Este es Piñera, el fantasma de Trump que recorre Chile, y hoy es el momento de constatarlo y enfrentarlo, no en meses después, cuando la idea de un muro real, de concreto, no sea sólo sea un símbolo mental, sino una amenaza expresada en políticas públicas de rechazo y contención. Rechazo a los inmigrantes, a la prensa insidiosa, a las mujeres y los homosexuales. Hoy es momento de darse cuenta del peligro del discurso de Piñera. No vaya a ser cosa que recién despertemos cuando las noticias de redadas en barrios inmigrantes, con la policía escarbando en búsqueda de alguna ilegalidad, no nos lleguen desde el estado de Nueva York sino que desde los campamentos de Antofagasta. La primera en celebrar serían las propias adherentes de Piñera en la zona, como la diputada Paulina Núñez, personaje xenófobo por excelencia que nos sirve de aviso para comprobar que en esta aventura trumpanesca el ex presidente Piñera no está solo; tiene miles de aliados que calladitos le hacen el amén desde la casa, esos aliados que comienzan a alzar la violencia de su voz mientras más avanza este fantasma.

Richard Sandoval