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Porque dios también es hombre

Por: Jaime Coloma | Publicado: 22.07.2017
Porque dios también es hombre corazones |
Una de las plataformas favoritas para desarrollar un discurso limitante para el género femenino es sin duda la televisión abierta, donde los comunicadores y las comunicadoras hacen gala constante de una visión castradora y absoluta de lo que implica ser mujer.

Escuchaba un programa de radio donde se hablaba y mostraba la discusión en el Congreso sobre la ley de aborto en tres causales. La conversación se desarrollaba entretenida y fácil de seguir. Se establecían los diversos puntos de vista sobre el tema, mostrando que efectivamente se debe establecer una mirada amplia frente a la temática y respetar las variadas posturas, entonces, uno de los conductores, Daniel Matamala, desarrolló una teoría a la cual suscribo absolutamente donde establece la idea de que muchos de los discursos desarrollados por nuestros honorables en torno a temas femeninos no es más ni menos que la posibilidad de, lisa y llanamente, dejar en claro quien domina en la sociedad. Lo increíble es que esta actitud está tan naturalizada que abarca otros ámbitos donde se consolida el relato de que la mujer es más débil y debe seguir el criterio masculino para validarse en la sociedad.

¿Será que estamos acostumbrados a una visión específica de la mujer que no nos damos cuenta que finalmente esta especie de estigmatización de lo que es ser femenino es simplemente un tema de poder, de subyugar un género a otro?

Una de las plataformas favoritas para desarrollar un discurso limitante para el género femenino es sin duda la televisión abierta, donde los comunicadores y las comunicadoras hacen gala constante de una visión castradora y absoluta de lo que implica ser mujer.

La mujer en la televisión debe ser delgada, virginal, elegante (aun no logro definir ésta idea ya que la elegancia varía según las culturas y es sin duda un concepto elítico también de poder), lampiña, comedida, graciosa y con opinión algo conservadora, estas características se establecen de tal manera que no se discuten y si por alguna razón sale una voz disidente, simplemente se calla.

Jamás escucharemos a una mujer de televisión en programas de entretención, salvo Alejandra Valle (por eso es que se la quiere y odia con el mismo fervor), que opine sobre contingencia política, sociedad o cultura con la pasión con que podría opinar un comunicador masculino. En general las miradas que se dan en pantalla son cautelosas y se establecen más en el comidillo farandulero que en otras instancias comunicacionales.

Esta visión, que en lo personal no me gusta, establece entonces una sola mirada de lo que es ser femenino y también, desde esa misma perspectiva, construye una unilateralidad respecto a cómo se sostiene este ser femenino. Esa manera de mostrar conlleva como implicancia clara un tema de poder.

¿Por qué es un tema de poder?

Cuando limitas la construcción identitaria y das una sola visión de lo que se puede ser, hacer o decir, sin duda alguna ejerces poder, más aún si eso lo estableces en ámbitos donde se te dice cómo debes vestirte, qué talla usar, qué color de pelo es el que te corresponde y sobre qué cosas debes opinar, evidentemente el tema ya no pasa por la libertad de ser como se quiera ser, sino que muestra una suerte de yugo invisible donde los discursos masculinos son los válidos y variados, los femeninos en cambio corresponden a una sola mirada aceptada por nosotros los hombres.

Ejemplo claro es lo que ha ocurrido con los memes sobre la relación entre la modelo y actriz Mayte Rodríguez y el futbolista Alexis Sánchez, memes en el que se la muestra a ella como una frívola que sólo se interesa en el dinero del deportista, como si el dinero no fuera un elemento altamente erotizante para algunos (hombres y mujeres) y el que ella se haya enamorado a partir de la seguridad económica que puede representar el “Niño Maravilla” fuese un pecado mortal. Lo que sorprende de ésta mirada es que nadie plantea ni por asomo que el “enamoramiento” del joven tocopillano sea a partir del físico de la modelo y, si esto es así, por supuesto que no reviste ningún problema porque las mujeres están para erotizarnos a partir de su físico, no nos interesa su inteligencia, su creatividad, su humor ni nada por el estilo. Quizás por eso es que resulta para algunas féminas tan aterrador envejecer, porque ven en ese proceso natural, la pérdida de su único elemento de poder sobre la masculinidad (los medios y la publicidad hacen de la vejez algo feo y altamente poco erótico). Miradas como estas miles, expertos y expertas en moda muy mediáticos que encuentran que una mujer con sobrepeso no debe usar ciertos colores o ciertos diseños, o que después de cierta edad no debe cortarse el pelo de tal o cual forma, limitándolas en sus gustos personales. Probablemente muchos de los ejemplos históricos a mostrar son brutales: mujeres que no tenían derecho a la educación, a votar, a elegir como sean sus cuerpos, a definir sus gustos y sus discursos.

La historia hasta hoy día nos muestra cómo todo esto que muchas veces vemos como algo natural no es más que una problemática de poder. Qué género le pone el pie encima al otro y los hombres al parecer no estamos dispuestos a ceder ni un poco en éste tema, será que como dicen “Los Prisioneros” en su canción “Corazones Rojos”: “Seguirá esta historia, seguirá este orden, porque dios así lo quiso, porque dios también es hombre”.

Jaime Coloma