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Un Brasil que coquetea peligrosamente con los militares

Por: Victor Farinelli | Publicado: 01.10.2017
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Una profunda crisis política, que tiene al presidente Michel Temer con apenas un 3% de apoyo y una escalada conservadora que no se detiene, es el escenario que ha llevado a que las Fuerzas Armadas del país más grande de Sudamérica hayan despertado el apetito por el poder que tuvieron durante la dictadura de 1964-1985. Ante la ola de corrupción y la posibilidad de que Lula Da Silva vuelva a la presidencia, los militares han empezado a mover sus piezas. Atención, América Latina.

Brasil está hundido en una crisis política que parece irreversible. Las primeras señales de un nuevo quiebre institucional para profundizar el golpe de Estado de 2016 comienzan a aparecer, y esta vez de una forma que se creía imposible tras las dictaduras de la Operación Cóndor entre los ’60 y los ’80: la intervención militar.

Tan sólo en las últimas semanas ya se han difundido tres declaraciones de generales del Ejército brasileño en las redes sociales donde impulsan a que las Fuerzas Armadas tomen el poder del país en contra de la corrupción. 

La primera de ellas partió del general Hamilton Mourão, quien dijo que “llegará el momento en que las instituciones tendrán que solucionar el problema político a través del Poder Judicial, sacando de la vida pública a esos sujetos involucrados con ilegalidades. Si es que no, nosotros (los militares) tendremos que imponer eso”.

Las palabras surgieron durante un evento donde Mourão fue homenajeado por una logia masónica de Brasilia. El general también aseguró que ya existen “planes muy avanzados” para esa posible intervención, y que si bien “no es todavía el momento para ello, eso puede cambiar en breve en sucesivos movimientos de acercamiento”.

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Luego fue el turno del general en retiro Augusto Heleno, quien fue el comandante de las tropas brasileñas en Haití entre 2004 y 2005. El militar respaldó las palabras del general Mourão y protestó en contra de su posible amonestación por parte del Ministerio de Defensa, incluso amenazando “adelantar acciones” en caso de que eso sucediera. Heleno también dijo que “la izquierda derritió el país y ahora entró en pánico por las consecuencias (la amenaza de intervención militar) de sus continuos errores que tienen al país nuevamente rehén de la corrupción”.

Por último, el sábado 30 de septiembre, el comandante militar del Sur, general Edson Leal Pujol, pidió a “los que estén insatisfechos (con la corrupción) que vayan a las calles manifestarse (en favor de la intervención militar), aunque de forma ordenada, no se trata de incendiar el país y si hablar sobre el país que queremos”.

Mourão, Heleno y Leal Pujol están ligados al comando actual de las Fuerzas Armadas pero no son parte del mismo sector del general Eduardo Villas Bôas, comandante en jefe de la institución castrense, quien incluso manifestó su desagrado con las declaraciones, aunque dijo que no habrá ninguna sanción a los dos -según él, para que su posible victimización no sirva para estimular otras posturas similares-.

Quien sí es próximo al sector de los generales favorables a la intervención es el diputado y ex militar Jair Bolsonaro, precandidato presidencial para 2018 que manifestó en sus redes sociales el apoyo sobretodo al general Mourão. Bolsonaro también tiene ligación con el general Leal Pujol, fueron colegas de academia militar.

El hecho de que parte del alto mando castrense no esté conforme con esas declaraciones muestra también que hay una pugna al interior de las Fuerzas Armadas entre un sector más institucionalista -pero que tampoco es totalmente leal al presidente Michel Temer- liderado por Villas Bôas, y otro favorable a recuperar la fuerza política militar de antaño, grupo que es representado por el diputado Bolsonaro.

Para la historiadora francesa Maus Chirio, especialista en historia contemporánea de Brasil, el riesgo de una acción de los militares existe, y aunque sería distinto de lo que ocurrió en el golpe cívico-militar de 1964, tendría elementos parecidos en su contenido ideológico. En entrevista con radio RFI, la académica de la Universidad Paris Est recuerda que la intervención de medio siglo atrás fue justificada por el temor a que el presidente João Goulart hiciera las reformas entonces prometidas. “Lo que pasa ahora es que un sector del Ejército amenaza con intervenir si el Poder Judicial no soluciona el problema político, sacando del escenario figuras indeseables. El mensaje es que si Lula no va a la cárcel y oficializa su candidatura será inaceptable”, afirma.

Otra evidencia de la intención de los militares, aún más considerando el hecho de que los tres generales que hablaron son ligados a Jair Bolsonaro, es que las encuestas sobre las elecciones de 2018 muestran a Lula liderando en todos los escenarios, con Bolsonaro en segundo, aunque asumiendo la punta con buen margen a favor en las simulaciones en que el ex presidente no aparece como opción.

Jair Bolsonaro / Foto: Getty Images.

Mientras tanto en Brasilia

Diferente de lo que dijo el general Heleno, Michel Temer y su agenda neoliberal están lejos de confundirse con la izquierda, aunque fueron elegidos en una alianza con el PT de Lula da Silva y Dilma Rousseff, razón por la cual ese sector militar considera que todavía es la izquierda la responsable por la actual crisis política.

La amenaza militar también aprovecha que el presidente volvió a quedar contra la pared. La semana pasada, la Cámara de Diputados recibió otra denuncia de corrupción en su contra, por la cual es acusado de liderar un sistema de corrupción que también tienen involucrados sus dos ministros del área política: Eliseu Padilha (Casa Civil, similar al Ministerio del Interior) y Moreira Franco (Secretaria General de la Presidencia).

Sin embargo, la simple aceptación de la denuncia -que sería el inicio del trámite que culminaría en la votación para permitir o no su juicio ante la Suprema Corte- ha sido postergada más de una vez por las autoridades de la casa. El lunes 25 de septiembre, cuando sería votado el inicio del trámite, solamente 26 de los 513 diputados brasileños estuvieron presentes en el Congreso, los días siguiente tuvieron más presencias, pero tampoco se alcanzó los dos tercios necesarios para que se votara. Curiosamente, Bolsonaro y su hijo, el también diputado Eduardo Bolsonaro, estuvieron entre los ausentes el lunes y en muchos de los demás días.

La lectura que se hace en algunos medios brasileños es que los militares quieren aprovechar el posible vacío de poder que podría crearse si Temer es enjuiciado por corrupción -lo que en teoría llevaría interinamente al Planalto al presidente de la Cámara, el diputado chileno-brasileño Rodrigo Maia, también denunciado en casos de corrupción- para recuperar la influencia política perdida tras el fin de la última dictadura (1964-1985) y el establecimiento de una nueva Constitución (de 1988), que les relegó a un rol más de control de fronteras, lejos del quehacer interno y de las grandes decisiones del país.

El periodista brasileño Renato Rovai publicó esta semana en Revista Fórum -un importante medio progresista de Brasil- un artículo sobre  importantes para entender la disputa interna entre los militares tupiniquins, para el cual escuchó a seis fuentes ligadas al alto mando de las Fuerzas Armadas. Al día siguiente, el martes 26, el general Villas Bôas se reunió en Río con militares en retiro, lo que confirmó alguno de los puntos señalados en el artículo.

Sobre la situación de Temer, cuando la primera denuncia fue votada en el Congreso, en julio de este año, se logró frenar la investigación. Para obtener los votos a su favor, el presidente no ahorró en beneficios presupuestarios a los diputados de su sector de centro y de derecha, los cuales llevaron el país a un déficit fiscal cinco veces más grande que el registrado por Dilma en 2015. ¿Qué hicieron los dos Bolsonaro? Bueno, ellos fueron algunos de los beneficiarios de esas ayudas, y se abstuvieron en la votación.

Aquel pedido de investigación no alcanzó el quórum mínimo para seguir adelante. Esta vez, el salvataje sería mucho más costoso y, por lo mismo, mucho menos probable. Aunque no imposible.

[Lee también en El Desconcierto: Nadie lo quiere: Temer tiene apenas un 3% de apoyo en Brasil]

/ AFP

La intervención ya presente en Río

Río de Janeiro es la ciudad que más sufre hoy los efectos de las políticas económicas del gobierno brasileño, mezcladas con los desatinos de las últimas administraciones municipales que se excedieron en los gastos para los Juegos Olímpicos.

La Ciudad Maravillosa vive su crisis financiera más profunda, con el municipio dejando a sus funcionarios hace más de siete meses sin sueldo. La situación se hizo más dura aún con los cortes de gastos sociales realizados por el alcalde y líder evangélico Marcelo Crivella, que aumentaron el descontento y la violencia sobretodo en las favelas.

Ante esa situación, las autoridades brasileñas vieron la posibilidad de calmar los instintos militares dándoles la misión de controlar la antigua capital del país, o más específicamente las regiones más pobres de la ciudad. Convocadas por el Ministerio de Defensa, las Fuerzas Armadas no dudaron en aceptar la propuesta.

Quien haya estado hace poco en Río -o quien esté ahora por allá- quizás dudará de este relato, porque la ciudad no se transformó en un caos para los turistas -excepto por las marchas de funcionarios públicos sin sueldo cerca de la sede municipal, en el centro-. Si uno va a las playas no verá tanques, ni soldados de verde, ni protestas. Quizás un mayor despliegue policial, pero no más que lo suficiente para sentirse un consumidor seguro. De hecho, el pasado fin de semana se realizó el Rock in Río (con la presencia de bandas como The Who, Aerosmith, Incubus y Red Hot Chili Peppers, entre otros) justo donde el año pasado fue el Parque Olímpico de Río 2016.

Pero a pocos kilómetros de allá, en favelas como Rocinha y Vidigal, el escenario es otro. Soldados y vehículos militares entrando en las favelas, tanques del Ejército alrededor de las poblaciones, periodistas con cascos y chalecos antibalas, helicópteros sobrevolando los cerros, sonidos de balaceras por todos lados, reclamos de pobladores sobre todo tipos de abusos, desde la invasión a viviendas hasta la exigencia de favores sexuales a las mujeres.

La operación militar en las favelas fue una medida efímera, y aunque se rumoreó que los militares pretendían quedarse, este viernes 29 empezó la retirada de las tropas, lo cual tomará algunos días. El jueves 28, el ministro de Defensa Raul Jungmann -derechista que lideró en 2009 un comité de parlamentarios brasileños a apoyar el golpe de Estado en Honduras contra la decisión de Lula da Silva de darle asilo político a Manuel Zelaya en la embajada tupiniquim en Tegucigalpa- se reunió con los comandantes militares sobre el éxitos mediático de la operación. Pese a un sinnúmero de reclamos de los pobladores, la acción militar en las favelas fue celebrada por los grandes vehículos de prensa, sobretodo la superpoderosa cadena Globo, y no faltaron editoriales alusivos a una posible ocupación militar permanente en esas localidades.

Aunque Jungmann y Temer evalúen que los militares están satisfechos con tener más relevancia en esos asuntos de seguridad interna, y que con eso se calman sus ambiciones políticas, también hay quienes creen que ese apoyo a la operación por parte de la prensa, sumado a un escenario donde el cuestionado presidente puede eventualmente perder el cargo, además de todas las denuncias de corrupción involucrando personeros gubernamentales, pueden hacer que las Fuerzas Armadas se animen a ambiciones mayores. Al menos el sector representado por Jair Bolsonaro ya expresa abiertamente ese afán.

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