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Opinión

Visibles #SinMiedo

Por: Javiera Court Arrau | Publicado: 03.01.2018
Visibles #SinMiedo lesbianas | Foto: Agencia Uno
Tu heteronormatividad te hizo buscar en mí a un compadre. Me abrazaste a lo macho y me dijiste que no querías faltarme el respeto, que no molestarías más y que dejarías a mi “amiga” tranquila. Nuevamente nos invisibilizaste.

Fuiste simpático y dijiste: “Qué linda ella, ¿Cómo se llama?”.

Sólo te di su nombre y sonreí. Le coqueteaste un rato y te dijo que no estaba interesada porque andaba con su polola. Te hiciste el desentendido y continuaste con tu cortejo. Ella insistió amablemente. Te dijo que yo no era su amiga, si no que su polola y te hizo a un costado. Un rato por lo menos

Un par de canciones y otro par de vasos antes de volver a intentarlo. Probablemente fue culpa del exceso de copas. De galante pasaste a cargante. Tus intenciones con mi pareja fueron en aumento. Ya varios se habían dado cuenta.

Decidí ignorarte. Ella no, porque es buena gente. Pasó un rato y volvió a darte una oportunidad para conversar. Era la última. Volviste a referirte a mí como su “amiga”. Con tu traje de Ragnar Lodbrok, nada era imposible.

Te diste cuenta de mi enojo. Tu heteronormatividad te hizo buscar en mí a un compadre. Me abrazaste a lo macho y me dijiste que no querías faltarme el respeto, que no molestarías más y que dejarías a mi “amiga” tranquila. Nuevamente nos invisibilizaste.

Te sientes con el derecho a ningunear nuestro amor, pero no te culpo, lo haces desde tu ignorancia y la falta de educación. Hay algo que se llama diversidad sexual. No lo conoces. Te corregimos más de tres veces. Te dijimos que no somos amigas, si no que POLOLAS.

Tu homofobia no te permite verbalizarlo. Quizás nos toleras, pero no nos respetas. Seguro que ni si quiera entiendes bien por qué la comunidad LGBTI hace tanto ruido cuando pasan cosas como la del pastor Soto. Él y el bus transfóbico habían sido noticia en todos los medios de comunicación.

Paradójicamente – a la misma hora que lidiábamos contigo – en Santiago terminaban los preparativos para el último día de la “Semana de la Visibilidad Lésbica“.

La cosa se puso fea

Avanzó la noche y se nos acabó la paciencia. Cada vez que te acercaste nos alejamos. Hasta que colmaste la paciencia de un tercero. Llevaba un buen rato mirando la situación. Preocupado por nosotras. Lo agotaste.

Un poco de machismo, algo de alcohol y mucho cariño, fueron suficiente para que se acercara con toda su testosterona a pedirte que dejaras de molestarnos. Sacaste tu hacha.

Te encontré ridículo, pero el cumpleañero sabía que el hacha no era de juguete. Se preocupó y te llevó al baño. Tenía que quitarte aquel importante “detalle” de tu disfraz. Te escucharon decir que “te teníamos caliente”; de inmediato tuvimos a todo el team mulchén cuidando nuestras espaldas.

Mulchén es un lugar que jamás imaginé conocer. Es la razón por la que vivimos en una ciudad que no logró enamorarme y de donde nos iremos pronto.

Mulchén es el lugar donde mi polola, no mi amiga, está dando sus primeros pasos como profesional. Fue el pueblo escogido por los creativos de las raras tocatas pencas para la canción de Britney.

Ese fin de semana, MULCHÉN fue el escudo humano que nos protegió de tu nuevo acecho. Un borracho califa – con muy buen gusto –, que  estuvo dispuesto a amenazar a otro con un hacha, sencillamente porque no fue capaz de entender que somos mujeres, lesbianas y felices. Que no queríamos su compañía. Que somos novias y no amigas.

No sé si esa defensa era necesaria. La situación nunca alcanzó a ser peligrosa, pero se sintió esa energía y esa disposición. Se agradece.

Te tuvieron que llevar al auto y te prohibieron la entrada. El cumpleañero, tu amigo, perdiéndose su propia fiesta porque tú estabas “dando jugo”.

Pasó mucho rato antes de que entraras nuevamente, duro como roca. Directo al baño y luego a rellenar tu vaso. No quiero imaginar en qué pudo terminar la noche si te hubieses cruzado con ella en esa ida al baño o si nadie hubiese sabido que el hacha para caracterizar al protagonista de la serie del momento era de verdad.

Nos tenemos que ver

Espero que hayas llegado a tu casa, y que si manejaste a pesar de lo borracho que estabas, no hayas causado ningún accidente. No sé si te acordaste al despertar de tu triste actuación la noche anterior, o si alguien te lo habrá contado. Imagino que nunca vas a leer esto.

Nunca te vas a enterar del miedo que me dio cuando nos fuimos y te vi. Sentado en el auto que estaba justo a la izquierda del nuestro. En el puesto del chofer.

No le dije a nadie. Esperé que mi polola – no mí amiga –, se despidiera dos o tres veces de los que quedaban, tomé fuerte su mano, llegamos al auto, nos subimos rápido y nos fuimos.

Seguramente no eres mal tipo; sólo un zorrón más. Rey en tu pequeño mundo. Entre las copas y tu enorme ego, tuviste una mala noche. No habías visto en tu vida una lesbiana tan, pero tan guapa como mi polola.

Nos tenemos que ver. No le hablo al borracho de aquel fin de semana, si no que a todas las lesbianas, bisexuales y trans. Cada una tendrá sus tiempos y sus motivaciones para vivir su realidad escondida. Dentro del clóset o de manera “menos pública”. Lo creo de verdad. Nos tenemos que ver. Tenemos que existir. Tenemos que tomarnos las manos y pararnos en el mundo #SinMiedo.

Sé que le voy a generar un susto y un dolor de cabeza gigante a mi madre. Ojalá me perdone, además la sigo sacando del clóset. Es necesario. Está lleno de muchachos bien educados y sin malas intenciones, que no saben cómo reaccionar cuando se encuentran con una lesbiana. Una de carne y hueso. Una que no se parece a la caricatura que tienen en su cabeza. Y saben por qué. Sencillo. Porque ni él, ni muchos otros, nos ven. Y cuando nos miren tenemos que estar juntas. Con la frente en alto. Sin miedo.

Javiera Court Arrau