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Tres razones para NO ir a ver al Papa

Por: Karen Espíndola | Publicado: 14.01.2018
Tres razones para NO ir a ver al Papa cruz | Foto: Agencia Uno
¿Y adivinen quién se opuso férreamente a despenalizar el aborto en solo tres dramáticas situaciones? ¡La Iglesia Católica otra vez! De hecho, la iglesia utilizó todo su poder con el objeto de impedir (o retrasar) una legislación como la que tenemos hoy, incluidos medios de comunicación y universidades.

Soy atea. No desde hace mucho. De hecho, hasta hace solo unos cuantos años me consideraba católica. Pero ya no. Mis vivencias me hicieron cuestionarme muchas cosas, incluidas mis creencias religiosas.

No obstante, y a pesar que la moral cristiana hoy me parece nefasta –ligada a la culpa y al miedo; al premio de la vida eterna que reciben delincuentes que se “arrepienten a última hora”, o al castigo del infierno que deben soportar ateas como yo (por el solo hecho de no creer); a la creencia de que un tercero (Jesús) liberó al mundo de un pecado original que nunca existió (la historia de Adán y Eva es un mito que desclasificó Darwin)– tengo la firme convicción que un creyente o un católico por tradición familiar, puede perfectamente estar de acuerdo conmigo en que asistir a alguna de las actividades en las que participará el Papa en Chile es, por decirlo suavemente, una muy mala idea. Acá mis principales razones:

  1. La Iglesia Católica vulnera los derechos de los niños y niñas

Si hay algo que me parece profundamente inmoral es aprovecharse de la inocencia natural de los niños y niñas, para adoctrinarlos en creencias religiosas. Una decisión moral es, por definición, una decisión que se adopta en libertad y con plena autonomía. Por esta razón, es que el catolicismo actúa inmoralmente al adiestrar a infantes en pensamientos que los invitan a creencias de seres y sucesos sobrenaturales, a sabiendas que estos niños aún no tienen desarrollado un pensamiento crítico, necesario para reflexionar sobre un asunto tan relevante como lo es la religión. El científico Richard Dawkins ha sido quizá el ateo que con mayor firmeza ha salido a criticar la inmoralidad que se esconde detrás del adoctrinamiento infantil. En un debate televisivo sostenido con el cardenal australiano George Pell –actualmente bajo investigación judicial por abusos sexuales– dijo: “Lo que creo que no está bien, lo que creo que es profundamente inmoral, es decirle a una niña que cuando muera, si no es buena, se va a ir al infierno. Eso me parece un abuso mental infantil y una vergüenza absoluta”. En este mismo sentido, Dawkins afirma en su libro “El espejismo de Dios” –record de ventas en todo el mundo– que no hay tal cosa como “niños católicos”, tal como no existen “niños musulmanes” o “niños capitalistas”, pues esas etiquetas no pueden ser impuestas a niños que aún no tienen las herramientas intelectuales para discernir en un contexto de autonomía. Por eso, Dawkins nos invita a hablar mejor de niños “con padres católicos”, niños “con padres musulmanes”, niños “con padres capitalistas”.

Este adoctrinamiento infantil es público y notorio en todo el mundo y nuestro país no es la excepción. Y en estos días usted podrá verlo con sus propios ojos, en las distintas actividades en las que participará el Papa. ¡Estará repleto de niños!

  1. La Iglesia Católica (Papa incluido) ha encubierto a delincuentes: Curas pederastas

Como si el adoctrinamiento infantil no fuera suficiente, debemos agregar que la complicidad de la Iglesia Católica, y del Papa en particular, respecto de sacerdotes pederastas, es a estas alturas un hecho indesmentible. De hecho, hace solo unas cuantas semanas, el propio Francisco, en un hecho que reviste un simbolismo evidente, lideró el funeral del fallecido cardenal Bernard Law, acusado de ser el principal encubridor de curas que abusaron sexualmente de niños en Boston, EE.UU. (escándalo en el que se basó la película ganadora del Oscar “Spotlight”). Pero no es solo que haya oficiado el funeral de un delincuente, sino que además, mientras aquel vivió no fue objeto de mayores cuestionamientos de parte de la Iglesia Católica. En efecto, Law solo sufrió la “drástica” medida de ser trasladado a Roma.

Pero eso no es todo. En Chile, también existen víctimas. Muchas víctimas. Algunas anónimas, y otras que se han atrevido a desafiar el poder del ala más conservadora de la iglesia Católica. En este último grupo están las víctimas de Karadima, a quienes el Papa no ha querido siquiera escuchar.

Una de estas víctimas es James Hamilton, quien, con una valentía que emociona, ha ofrecido a la opinión pública –junto a otros valientes como Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo– sus vivencias, con el noble propósito de evitar que la Iglesia Católica siga permitiendo el abuso sexual y sicológico de niños y niñas. Esto, a pesar que la curia chilensis se ha empeñado en atacarlos, tildándolos incluso de “serpientes”, como lo hizo el cardenal Francisco Javier Errázuriz. En una de sus últimas entrevistas, Hamilton acusó a la iglesia de tener “redes de pederastas” y fustigó al Papa por tratar de “tontitos zurdos” a los osorninos que le han solicitado reconsiderar su decisión de nombrar en el año 2015 a Juan Barros como Obispo de la Diócesis de Osorno, sacerdote perteneciente al círculo cercano de Karadima, y a quien Hamilton acusa de ser, al menos, un abusador sicológico.

¡Y para qué vamos a hablar del propio Karadima! ¿Sabe dónde está hoy? La Iglesia Católica, a modo de penitencia (castigo), lo condenó a tener una apacible vida en el cómodo Hogar “San José”, en la comuna de Lo Barnechea. Mismo lugar –dicho sea de paso– que acogió años atrás al fallecido “cura Tato” (Otro más. ¡Otro de tantos!).

  1. La Iglesia Católica se ha opuesto sistemáticamente a cambios en favor de la dignidad de hombres, mujeres, niños, niñas y minorías sexuales

Tildar de conservadora a la Iglesia Católica no debiera ser algo controversial. Es más bien un hecho. Lo que sí rebaten los conservadores y la propia iglesia es que algunos de los valores que dicen defender vayan en contra de la dignidad humana, como yo lo afirmo acá. No obstante, los porfiados hechos dicen otra cosa.

Basta con hacer algo de memoria, considerando nuestra propia y reciente historia nacional (esto, pues si fuéramos más atrás en el tiempo y ampliáramos nuestra visión a todo el mundo, la situación sería todavía peor): ¿Recuerda usted qué posición tenía la Iglesia Católica sobre el divorcio? ¡Claro que se acuerda! ¡Todos nos acordamos! Su negativa al debate y el lobby realizado por la iglesia para frenar –o al menos retrasar lo máximo posible– este indudable avance en las sociedades modernas, es algo difícil de olvidar. Difícil, pues Chile recién en el año 2004 aprobó una ley que permitió el divorcio. ¡2004! Realmente, una vergüenza, considerando que fuimos el último país de occidente en contar con este derecho.

Luego vino la discusión acerca de si los niños nacidos fuera del matrimonio debían o no tener los mismos derechos que los nacidos dentro del matrimonio. Obviamente, usted ya recordó cuál fue la posición de la Iglesia Católica y el mundo conservador presente en nuestro Congreso Nacional: Acá no debía haber igual trato, pues el objetivo era “favorecer” la institución del matrimonio.

Recientemente, Chile salió del vergonzoso listado de países que prohibían el aborto a todo evento. En efecto, hasta hace unos cuantos meses, compartíamos este penoso “record”, con El Salvador, Nicaragua, Malta y Ciudad del Vaticano. ¿Y adivinen quién se opuso férreamente a despenalizar el aborto en solo tres dramáticas situaciones? ¡La Iglesia Católica otra vez! De hecho, la iglesia utilizó todo su poder con el objeto de impedir (o retrasar) una legislación como la que tenemos hoy, incluidos medios de comunicación y universidades. Lo mismo que hizo un poco antes, cuando se discutió acerca de la pastilla del día después.

En fin, hoy en día, la Iglesia Católica se opone a leyes como las de Identidad de Género o Matrimonio Igualitario, dándole la espalda a niños y niñas trans, y perpetuando la discriminación en contra de las personas homosexuales.

Es, como se ve, un comportamiento sistemático. Y yo agregaría, enfermizo, pues se paralizó en un pensamiento medieval.

En suma, acá reflexiono sobre solo tres razones para no validar ni otorgarle poder a una institución que ha demostrado históricamente no actuar en función de lo que profesan: Paz y amor. Y por estas razones animo a todos los chilenos y chilenas –creyentes o no –a no ser cómplices de todo esto; a no avalar ni validar a esta Iglesia Católica.

Piense, por último, que si existiera un Dios, no estaría del lado de Bergoglio y compañía.

Karen Espíndola