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La llamada desconocida que llevó al lonko Alberto Curamil a la cárcel

Por: Natalia Figueroa | Publicado: 08.05.2019
La llamada desconocida que llevó al lonko Alberto Curamil a la cárcel lonko |
Se desconoce quién realizó la llamada y desde qué número lo hizo, pero fue recepcionada a través del Plan Denuncia Seguro, dependiente del Ministerio del Interior. Así da cuenta una diligencia realizada en el marco de la investigación que lleva adelante la Fiscalía de Lautaro por un asalto en Galvarino, que ocurrió hace poco más de un año. Esta denuncia anónima vinculó a Curamil y también señaló que tenía conocimiento de dónde se guardaban los armas que se utilizaron para el robo. La que sigue, es la historia de cómo esa llamada encendió la chispa de una indagatoria que tiene mantiene preso al lonko que recientemente fue reconocido a nivel mundial con el “Nobel Verde”.

El lonko Alberto Curamil, recientemente reconocido con el llamado “Nobel Verde”, se encuentra en prisión preventiva en la cárcel de Temuco desde agosto del año pasado, pues se le involucra con un asalto en Galvarino, en la Araucanía, junto con otras tres personas. ¿El hecho que motivó el caso? Una misteriosa llamada, hasta ahora desconocida.

Efectivamente, ya que el nexo inicial que permitió vincular a Curamil con el asalto fue una llamada telefónica anónima recepcionada a través del Plan Denuncia Seguro, dependiente del Ministerio del Interior. Por lo mismo, no existe registro de quién la hizo ni desde qué número, de acuerdo a los antecedentes que maneja el Ministerio Público en la carpeta investigativa del caso.

El martes 24 de abril de 2018 fue el día en que se registró el asalto a la Caja de Compensación Los Héroes en Galvarino. Se trata de una sucursal ubicada al lado de la botillería “El Puente”. Las cámaras de seguridad registraron desde el ingreso de las personas encapuchadas hasta cuando salieron corriendo con un saco rojo que llevaba adentro más de 70 millones de pesos. En medio de todo, hubo disparos y heridos. Todo ocurrió durante la mañana.

De ese procedimiento policial, se detuvo a dos personas, José Cáceres Salamanca y Víctor Llanquileo y los imputaron por robo con violencia, homicidio frustrado y porte ilegal de armas. El saco con los fajos de billetes, finalmente, fue devuelto a la institución financiera.

La noticia se difundió por distintos medios de alcance nacional en los que incluso se habló de la supuesta “Banda de Galvarino”. Este sería el hecho que, con el tiempo, implicaría a Curamil.

Versiones contrapuestas

Sumado a la denuncia anónima, otro testimonio señaló que había reconocido a Curamil por el espejo retrovisor de su camioneta, además, de otras dos personas que estuvieron en las cercanías de la sucursal de la Caja de Compensación.

Pero esa misma mañana y a casi cien kilómetros de distancia, en Curacautin, el lonko ya habría partido su jornada. Apenas amaneció, el también integrante de la Alianza Territorial Mapuche (ATM) comentó a El Desconcierto que se fue a alimentar a los animales, mientras Isabel Cañio, su compañera, preparó las cosas y salió temprano al colegio donde hace clases junto a sus hijos, a unos once kilómetros del campo donde viven.

Antes de partir cada uno con sus actividades, Alberto le comentó que al mediodía tenía una reunión con la abogada Manuela Royo por el proceso que llevaban adelante para evitar la instalación de una hidroeléctrica en el sector. El encuentro se realizó en el Mercado de Victoria y también participó el werken Mijael Carbone, Álvaro Millalen e Iván Morales.

Fue ahí cuando vieron lo que ocurría en Galvarino por televisión, según también contó la abogada a este medio, y fue tema de conversación entre ellos el disparo que había recibido Llanquileo.

—Tomamos la decisión de que tres personas viajarían a verlo, lo conocíamos porque pasaba por las comunidades vendiendo sus productos. Quedamos en que yo me devolvería a la comunidad porque tenía asamblea. Ahí Alberto viajó para ver si el disparo que había recibido había sido de alto riesgo o no y como sabíamos que tenía epilepsia nos preocupamos toda la mañana—, recuerda, a la vez, Mijael Carbone.

A la vuelta de ese viaje, sigue con su relato Carbone, a Alberto le hicieron un control de identidad junto a las otras personas que venían viajando en la misma camioneta.

Pasaron cuatro meses y vino el allanamiento en la comunidad Pancho Curamil. La rutina del lonko se mantenía con las labores propias del campo: buscar leña y el forraje para los animales bien temprano. Pero fue una mañana de agosto cuando Alberto fue hasta Curacautín e Isabel se fue a la escuela y lo tomaron detenido.

Isabel recuerda que cuando llegó a la escuela vio a un hombre desconocido, con un radiotrasmisor en su mano. Ella entró a firmar el libro para entrar a la sala de clases y cuando volvió a mirarlo, ya no estaba.

—Jamás pensé que pasaría algo en mi casa. Pero después me di cuenta que lo hicieron para asegurarse de que Alberto estuviera solo. Me imagino que me siguieron los pasos (…) Salimos con mis dos niños y pasó todo. A Alberto se lo llevaron cuando estaba a la entrada de Curacautín—, cuenta Isabel.

Estos relatos también han sido parte de los testimonios entregados durante el proceso judicial que actualmente se encuentra en curso.

Información reservada

La supuesta participación de Curamil en este asalto se originó a partir de una llamada telefónica anónima, según consta en una de las diligencias de la carpeta investigativa del caso –Curamil Denuncia Seguro– realizada por el OS-9 de Carabineros de la Araucanía y que fue entregada a la Fiscalía de Lautaro, el 14 de enero de este año.

Según la diligencia, un funcionario, Víctor Matus, ligado al área jurídica del Plan Denuncio Seguro, fue contactado para entender el funcionamiento de este mecanismo y profundizar sobre los antecedentes de dicha llamada. Matus entonces era coordinador del programa que tiene por número el 600 400 0101.

Él recordó que recibió un borrador –informe 23158- FS-2018–  por parte de un colega en el que se contenía transcrita la información del total de las llamadas telefónicas que se recibieron durante el día. Una de ellas tenía relación con el robo en Galvarino.

“Se redacta el borrador a un informe escrito que pasa por distintos filtros y luego es recepcionado por el área jurídica, que también hace modificaciones a ese primer informe”, se lee en el oficio.

Ese informe al que aludió el funcionario “señalaba a grandes rasgos que se tenía conocimiento de donde se guardaban las armas que habían sido utilizadas para la comisión del delito, nombres que por ahora no recuerdo por el paso del tiempo”, según respondió al teniente de carabineros a cargo de la diligencia.

Por tratarse de hechos de connotación pública, la información pasó directo al gabinete, precisó, conformado para asesorar y filtrar la información que llega posteriormente a la Subsecretaria de Prevención del Delito. Por protocolo, estos antecedentes se canalizan como una denuncia hacia la Fiscalía, algo que ocurrió en este caso.

En este Plan Denuncia Seguro se recibe información sobre hechos delictuales y tiene como característica principal que no se graban las llamadas telefónicas, no se visualiza el número de la llamada entrante, como tampoco se pide información sobre quién hace la llamada. Se garantiza la reserva absoluta.

En esta diligencia, que es parte de la carpeta investigativa, quedó consignado que, cuando ingresa un llamado que trate sobre información de connotación, es declarada reservada. El funcionario agregó, además, que era toda la información que tenía al respecto.

Otra fuente que podría entregar información es la compañía de teléfono asociada al número que ingresó al Plan Denuncia Seguro, pero esto no se ha solicitado. Y hasta ahora, la defensa y el círculo cercano del lonko siguen preguntándose quién y qué motivó aquella llamada anónima que, a su juicio, involucra injustamente a Curamil con el asalto en Galvarino.

Hace algunas semanas, Curamil recibió el máximo galardón medioambiental por su defensa territorial en Curacautín, el Premio Goldman, entregado por la Fundación del mismo nombre, llamado también el “Nobel Verde”.

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