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Lucía Delbene y la mirada del ecofeminismo: «Es necesario abandonar totalmente la idea del desarrollo»

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 12.06.2019
Lucía Delbene y la mirada del ecofeminismo: «Es necesario abandonar totalmente la idea del desarrollo» Brotes-de-rebelion.-Mujeres-y-tierra_full |
La especialista y activista uruguaya detalla cuáles son los principios básicos del ecofeminismo y cómo el sistema actual ataca a las mujeres que defienden los territorios. Ellas, dice Delbene, son quienes sostienen las redes comunitarias.

Lucía Delbene es ecologista de formación pero su línea de trabajo dio un vuelco cuando comenzó a profundizar en las teorías ecofeministas, a partir de 2014. Hace unas semanas fue una de las invitadas al taller «Fes-minismos – ¡El futuro es feminista!”, que la Fundación Friedrich Ebert (FES) organizó en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).

La instancia reunió a mujeres de América Latina y el Caribe para pensar la economía feminista, un tema que interactúa de forma ineludible con las teorías ecologistas. Para Lucía, quien participa de la Red Latinoamericana de Defensoras de Derechos Sociales y Ambientales, ambas miradas se complementan: «La ecología profunda no tiene un análisis crítico de las relaciones entre las personas. Cuestiona esa relación con la naturaleza y; el feminismo, por su parte, cuestiona las relaciones de poder entre las personas, hombre y mujer, así como las cuestiones raciales y de clase. Pero no aborda la cuestión de la relación entre seres humanos y naturaleza. Ahí es donde entra el ecofeminismo, que aborda esas dos relaciones de manera conjunta y plantea que en realidad ambas jerarquías se basan en supuestos culturales que son los mismos».

La joven ecofeminista explica que en este sistema las mujeres quedan situadas en una posición más cercana a la naturaleza, por la manera en que se construye la femineidad y por la división sexual del trabajo, basado en los dualismos del pensamiento occidental, «en donde un lado del binomio es superior al otro y la mujer y la naturaleza siempre quedan del lado inferior». El varón, dice Delbene, «se sitúa como aquello puramente humano y eso le da derecho, o se construye culturalmente esta idea, a ser superior. Tiene derecho a hacer uso y abuso de las mujeres y apropiarse de los trabajos de cuidados que llevan ellas mayoritariamente a cabo y de la naturaleza y de los bienes que nos provee».

Lucía Delbene recuerda los conceptos de eco e interdependencia. Mientras la primera alude a que «como personas insertas en un planeta tenemos un montón de necesidades materiales a cargo de la naturaleza y no podemos vivir ajenas de eso, la interdependencia habla que como especie que vive en comunidades y sociedad necesitamos de otras personas que nos cuiden, no sólo cuando somos niños o cuando somos muy viejitos, sino que también necesitamos redes sociales de apoyo durante toda nuestra vida».

A juicio de la investigadora, ambas dependencias están invisibilizadas y totalmente devaluadas en el sistema capitalista. Si se les diera el valor que tienen, que para Delbene es el de sostener la vida, la estructura colapsa porque no le dan las cuentas del modo que funciona: «El sistema actual lo que pone en el centro es el mercado y hay una gran contradicción, cuando en realidad lo que sostiene el día a día y la vida son los cuidados y la naturaleza, con sus materiales que nosotros utilizamos», precisa.

Esta situación se refleja con mayor claridad a la hora de enfrentar proyectos extractivos, que tienen un gran impacto ambiental y social. Lucía recalca que quienes terminan llevándose la peor parte son siempre las mujeres. «Por la división sexual del trabajo las mujeres quedan en una posición más cercana a la naturaleza y todas sus tareas dependen más directamente de ella. En comunidades campesinas o indígenas toman agua directamente de fuentes naturales. Si les contaminan un río, eso va a repercutir mucho más en las mujeres que en los hombres porque son las encargadas, las que tienen la responsabilidad de llevar agua a la casa. Todas las tareas de cuidado necesitan de agua: lavar, limpiar, cocinar, bañar a los niños, etcétera», explica.

La especialista asegura que, por otro lado, si se enferma algún integrante de la familia, esa situación va a recaer en más tareas para las mujeres del hogar. Otros impactos vinculados al extractivismo apuntan a la masculinización de los territorios: «Generalmente, un proyecto extractivo viene acompañado de una gran migración de hombres que no son de la comunidad, que van a trabajar y eso genera un aumento brutal de la violencia, del acoso callejero, alcoholismo».

En la foto: Lucía Delbene. Fes Uruguay.

Violencia contra las defensoras de la tierra

Durante los últimos años en la región se ha agudizado la violencia contra las líderes que se han organizado para frenar algún proyecto extractivo y defender el territorio. Al asesinato de Berta Cáceres en Honduras en 2016, se sumó el de la ambientalista Lesbia Yaneth Urquía cuatro meses después, los ataques contra la defensora y agricultora Máxima Acuña (ganadora del Premio Goldman en 2016) y muchos otros casos.

En Chile, en agosto de ese mismo año, Macarena Valdés, líder ambientalista de Panguipulli, fue encontrada muerta en un caso que inicialmente fue señalado por el SML como suicidio, pero cuya versión fue refutada por una pericia posterior que la familia costeó de forma particular. Hasta hoy existen dudas y versiones que apuntan a una venganza por su resistencia a la hidroeléctrica Mini Central de Paso Tranguil de la empresa RP Global.

En este escenario, Lucía Delbene sostiene que por la manera en que fueron socializadas las mujeres, les resulta más fácil y evidente ver todos aquellos valores no vinculados al dinero que tiene la naturaleza.

«Entonces, si una mujer le decís que va a ganar un poquito de plata porque viene la empresa pero va a perder el río donde se baña y lleva a los niños, las mujeres no negocian, dicen no. Eso también ha llevado a que las luchas ambientales desde hace unos años en América Latina están lideradas por mujeres, porque ellas no entran en el sistema capitalista tan fácil como pueden entrar los hombres, justamente por las imposiciones sociales que se les dan, de proveedor de la casa», argumenta.

La ecofeminista señala que esta situación se ha visto reflejada en que al interior de diversos movimientos campesinos e indígenas mixtos han surgido agrupaciones exclusivas de mujeres, porque ellas han sentido la necesidad de separarse. Al mismo tiempo, asegura que los ataques contra mujeres líderes siempre son basados en el género: «Se utiliza la condición de mujer para devaluarlas, para restarles importancia a sus opiniones o para criminalizarlas, se les amenaza con hacerles algo a su familia, con decir que es una mala madre, o con las agresiones sexuales, todo se usa como estrategia para destruirlas a ellas y a sus redes de apoyo. Eso ha sido estudiado y sistematizado. Es una estrategia que utilizan las empresas».

Desde la resistencia han surgido diversas expresiones de organización ecofeminista. Delbene apunta que este crecimiento se explica «porque estamos llegando a un límite, las personas dicen no más, ya no me creo el discurso del desarrollo, ya no me creo que esto es bienestar, no lo toleramos más. Y, obviamente, esto también viene asociado al movimiento del trabajo de los otros feminismos que se están dando en la región y que están tomando mucha fuerza. Hay varias redes regionales de organización ecofeministas».

En la organización en la que participa se reúnen mujeres de diez países para evidenciar los impactos diferenciados en las mujeres del extractivismo, particularmente minero y petrolero. Además de recopilar información, crear informes para difusión y dar apoyo a organizaciones de base, se ocupan de visibilizar los casos de mujeres que son perseguidas o criminalizadas por defender la tierra.

«En nuestros países el capitalismo se expresa en una profundización del extractivismo a niveles impensados hasta ahora. Para mantener un supuesto sistema que necesita un crecimiento económico constante, es necesario cada vez más aumentar la extracción de materias primas y la intensidad. Como es una práctica sostenida desde la Colonia, las materias primas ya son escasas, lo que implica que la frontera extractiva avance sobre áreas protegidas, sobre territorios indígenas», advierte.

La especialista enfatiza que el sistema capitalista se basa en varios mitos y uno de ellos es que creer que puedes crecer económicamente de forma ilimitada: «En un planeta físico con límites, entonces, eso es algo imposible de sostener. Hay límites materiales y ya sobrepasamos varios de ellos. El otro mito es que las personas aparecen en puestos de trabajo espontáneamente, pero no, necesitan un montón de cuidados y de tareas de las cuales el capitalismo no se hace cargo. Es un sistema al que no le sirve visibilizar ni el rol de las mujeres ni la vida que merece la pena ser vivida».

Al cierre de la entrevista, Lucía cuestiona la idea de desarrollo y asegura que es un concepto que es mejor erradicar por completo. «Es un invento del presidente -de Estados Unidos- Harry Truman, quien dividió el mundo en desarrollados y no desarrollados y donde el concepto de desarrollado era el objetivo máximo de cualquier país. Eso funcionó en los países del norte, pero si todos quisiéramos vivir con el consumo material de vida que tienen en el norte global, no hay planeta suficiente para eso. Es necesario abandonar totalmente la idea del desarrollo y desarrollo sostenible. En eso yo soy radical. Hay que pensar más allá del desarrollo porque es una idea que está muy contaminada y está basada sobre esos mitos que te decía antes. En un planeta que tiene material finitos no hay desarrollo posible».

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