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Camas UCI al límite sobreexigen al sistema sanitario: «La situación es más grave que la que vivimos en julio»

Publicado: 12.03.2021

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Cuando Chile atravesaba por su momento más crítico de la pandemia en sus primeros meses, esto en el año 2020, entre junio y julio las camas críticas crecieron a una capacidad máxima de 3.216 camas UCI habilitadas el 10 de julio, de acuerdo con la cifra publicada en la mesa de datos del Ministerio de Ciencia. Adicionalmente por esos días, la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva, Sochimi, ya informaba de pacientes ventilados fuera de las Unidades de Pacientes Críticos. 

Como antecedente el año 2019, previo al arribo de COVID-19 a nuestro país, la capacidad de camas UCI para enfrentar demandas de diversas patologías en Chile, era de 1.331 con una cifra inferior a los 1.000 ventiladores, dispositivo fundamental para abordar la demanda de pacientes graves con coronavirus.  

Ocho meses después, la sobredemanda por estas camas se repite en medio de contagios de COVID-19 crecientes que aún no otorgan señales de remisión. 

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Así lo certifica la evidencia científica con los datos aportados por Rafael González, académico del Centro de Nanotecnología Aplicada de la Universidad Mayor e investigador del Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la Nanotecnología – CEDENNA. 

UCI al 93,5% de ocupación nacional

De acuerdo a los antecedentes que nos entrega el académico, este viernes 12 de marzo la contingencia sanitaria representa una situación apremiante para el sistema de salud -con una ocupación UCI país del 93,5%-, considerando el creciente incremento de camas críticas que se ha ido implementando en medio del alza de contagios de COVID-19, que reportó 5.983 nuevos contagios sólo en las últimas 24 horas. 

Si tomamos como referencia  la ocupación de las últimas semanas, es evidente que las cifras son preocupantes. A saber, entre el 26 de febrero y el 5 de marzo últimos, las camas UCI utilizadas por toda causa a nivel país llegaron a un total de 2.683, mientras que entre el 5 de marzo y hoy 12 de marzo, esta escaló a las 2.909 camas críticas, lo que se traduce en un incremento de 226 camas UCI en sólo siete días y 310 en los últimos 14. Hoy, cerca de dos tercios de los pacientes en UCI obedece a demanda por COVID-19. 

«La situación es grave»

¿En qué escenario se encuentra Chile, considerando el inclemente avance de la pandemia, y con la Región Metropolitana entrando a cuarentena total los fines de semana desde la madrugada de este sábado 13? ¿Cuánto puede seguir creciendo la disponibilidad de camas UCI en el país? Son diversas las preguntas que surgen en medio del preocupante escenario que expertos aterrizan en diálogo con El Desconcierto. 

«La situación es grave. Si la comparamos con lo que ocurrió en junio y julio. En ese tiempo el 80% de los casos era en la Región Metropolitana y la medida de cerrar la mayor parte de la región tuvo un efecto en frenar esta alza de pacientes COVID-19, pero tomó tiempo. Desde la adopción de esta medida hasta que se alcanza el máximo de pacientes en UCI, pasaron cerca de seis semanas, eso fue los primeros días de julio. Y luego empezaron a reducirse los pacientes en UCI. Hoy la mayor parte de los casos se reporta en regiones, aunque ha ido aumentando fuertemente la proporción de la RM y las medidas no muestran que se esté frenando en algo este aumento. Y si se adoptan medidas, uno esperaría que se tarden algunas semanas en tener algún efecto», comenta el doctor en física Rafael González. 

Por su parte, Juan Carlos Said, médico cirujano de la Universidad Católica y master en Salud Pública, detalla la situación sanitaria por la que atraviesa Chile, dejando claro que si esta es compleja en estos momentos, podría ser peor durante las semanas próximas. 

«Ha habido un acelerado incremento de la ocupación de camas críticas y estas camas no son ilimitadas»

«El sistema hospitalario chileno se encuentra en una situación muy grave, más grave que la que se vivió en el peor momento de la pandemia en julio, producto de que ha habido un acelerado incremento de la ocupación de camas críticas y que, evidentemente, estas camas no son ilimitadas», comienza diciendo en su análisis. 

Said apunta al impacto de la inoculación, que no es inmediato. «Aún no estamos viendo el efecto de la vacunación y probablemente le hemos pedido a las vacunas algo que no pueden dar, que es una resolución inmediata de esta crisis. Para que haya una reducción del número de casos, especialmente en el número de fallecidos y hospitalizados, que es lo que deberíamos notar primero, deberían estar vacunados al menos los adultos mayores con dos dosis y haber pasado al menos dos semanas de esta segunda dosis, por lo que es probable que recién las primeras semanas de abril empecemos a ver un descenso del número de hospitalizados y fallecidos, especialmente en los grupos de mayor edad», plantea. 

Y agrega que, por el momento, «sólo nos queda esperar que este aumento de casos inevitablemente se va a traducir en mayor número de hospitalizados en las próximas semanas, lo que hace que la situación del sistema sea muy crítica. Y no es descartable que, si en las próximas dos semanas el retroceso a Fase 2 no logra contener este incremento de casos, se tengan que tomar medidas más extremas, como eventualmente podría ser terminar con las clases presenciales o, incluso, pasar a Fase 1 o lockdown, que es lo que ya se vivió en países como Inglaterra, donde tuvieron que instaurar cuarentenas severas incluso cuando ya habían empezado a vacunar». 

«Cuando el sistema de salud se encuentra sobreexigido, la calidad de atención se reduce»

Said admite que «cuando el sistema de salud se encuentra sobreexigido (actualmente), la calidad de la atención se reduce. Hoy tenemos que pensar que el número absoluto de pacientes hospitalizados es cuatro veces la capacidad habitual del sistema y, por otra parte, el personal de salud se ha visto reducido respecto a lo disponible en junio. Sabemos que hay un incremento de licencias médicas, que han fallecido médicos, enfermeras, técnicos paramédicos, eso significa que el sistema de salud está en un peor pie para para enfrentar esta segunda ola y que, si bien puede haber camas y ventiladores, el personal no es el suficiente y, sin duda, está en una situación de estrés constante», detalla. 

Lo anterior, agrega, «ha llevado a muchos a lo que podríamos llamar un burnout (trastorno emocional derivado de un estrés significativo generado por condiciones laborales de sobreexigencia), que hace más difícil prestar una atención de calidad». 

Y claro que el escenario se puede poner aún más complejo. Así lo advierte Said: «la saturación del sistema efectivamente lleva a un colapso. Ahora, hay que entender que este colapso no significa que los pacientes dejan de ser atendidos, sino que se produce un deterioro progresivo en la calidad de la atención y quizá un paciente que debería recibir un ventilador mecánico, recibe uno de ventilación no invasiva, alguien que debiera recibir uno de ventilación no invasiva, recibe una cánula de oxígeno o, quizá, un paciente que habitualmente es atendido por un broncopulmonar o un especialista, es atendido sin esos conocimientos del especialista, y así es sucesivamente, eso es lo que se llama un colapso, un deterioro en la calidad de la atención. Evidentemente esas cosas se empiezan a ver cuando un sistema se encuentra sobreexigido al nivel que se encuentra el sistema ahora, que por cierto es una situación más grave que la que vivimos en julio». 

¿Nuevamente nos enfrentamos al dilema de la última cama?

Por último, ante la consulta de si estamos nuevamente enfrentados al dilema de la última cama, Said dice que no cree «que se estén quedando sin atención. Esta última cama, entendida como un paciente que sea atendido y otro no. Cuando un sistema se encuentra tan colapsado se produce un deterioro de la calidad y una priorización natural de la atención médica, donde evidentemente se cuenta con escasos recursos (y) se termina ocupando el ventilador mecánico para el paciente que tiene mayor posibilidad de sobrevida y se asigna esa cama en forma prioritaria»

Por último, el salubrista recalca el mal momento sanitario que enfrentamos en el país. «Insisto, nuestro sistema está en una situación que es peor que la de julio, y cuando los sistemas de salud son exigidos de esta forma, inevitablemente se produce un colapso. No significa que a un paciente se le deje en la calle, pero la atención dista de ser la óptima y de ahí que los esfuerzos en salud pública tienen que estar centrados en cortar la cadena de contagios y reducir el número de enfermos, que es al final lo único que podemos hacer para reducir el colapso. Esto mediante las medidas conocidas de diagnosticar, trazar y aislar y la implementación de medidas más restrictivas de la circulación, como un retroceso a Fase 2 (RM), que me parece adecuada, a lo cual quizá haya que sumar la suspensión de las clases presenciales, considerando que no ha habido un descenso de los casos y que continúa una curva ascendente a nivel de hospitalizados en Unidades de Pacientes Críticos», concluye. 

 

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