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Opinión

Constitución: desafíos para la izquierda en Chile

Por: Rodrigo Calderón | Publicado: 09.06.2021
Constitución: desafíos para la izquierda en Chile |
Para la izquierda se abre un desafío, que también es común para la discusión de la Convención Constitucional: poner nombre y abordar los temores de las élites (certeza jurídica, fuga de capitales, expropiaciones, royalty, etc.) y las esperanzas de los que no votan (igualdad, inclusión, respeto, derechos sociales, medio ambiente, etc.). La propuesta electoral tiene que hacer imaginable un gobierno de izquierda para Chile en el siglo XXI. El próximo gobierno tendrá que generar el entramado institucional para implementar la nueva Constitución, vinculando el proceso constituyente con el proceso electoral para un gobierno de transformaciones. El proyecto de país debe convocar a personas que quieren desarrollar sus sueños, en qué tipo de sociedad quieren vivir, con cuáles formas de convivencia, a partir de asegurar derechos sociales ampliamente demandados. Lo anterior, más allá de rencillas o campañas del terror, con una conversación orientada a un proyecto colectivo, con un modelo con políticas públicas participativas con mirada de futuro.

Hoy, la derecha no cuenta con legitimidad para defender el modelo. El dinero no les permitió obtener el tercio buscado. Tampoco triunfó la ex Concertación. Los independientes se toman la Convención, a partir del estallido social y el rechazo al establishment. Encarnan, junto a los pueblos originarios y configuraciones políticas de izquierda, una idea de país distinta. En palabras de la socióloga Kathya Araujo (https://www.theclinic.cl/2021/05/14/kathya-araujo-sociologa-tenemos-una-sociedad-extremadamente-irritada-y-agobiada/), la disyuntiva del estallido es abordar cuestiones ya instaladas (desigualdad, injusticia y abuso), y canalizar emociones manifiestas (rabia, desesperanza, miedo, irritación, agobio). Para el sociólogo Manuel Canales (https://www.latercera.com/la-tercera-pm/noticia/manuel-canales-sociologo-lo-que-ha-triunfado-no-es-la-oposicion-lo-que-ha-triunfado-es-la-otredad/PU2A42OS65ADRIDTI4PD7SGNVU/), los resultados electorales muestran el triunfo de la otredad, de los actores silenciados, de los que no existían, como reflejo de un proceso que parte en 2005. Para Canales, lo que hace crisis es un proyecto hegemónico donde las élites construyeron un relato publicitario (“clases medias mayoritarias”, “prosperidad”, “emprendimiento”, etc.), con un soporte (la Constitución del 80), basada en el individuo, no en la sociedad. Esta sociedad, invisibilizada antes del estallido (“el modelo no se toca porque la sociedad no existe”), se expresó en los resultados de la Convención Constitucional.

El sociólogo Carlos Ruiz (https://www.latercera.com/politica/noticia/carlos-ruiz-comunes-hay-que-apostar-a-una-redistribucion-del-poder-en-la-sociedad/HCOYFCAS4JCVZG2JE4KCZ4RQFY/) señala que la Convención puede canalizar un proceso de reorganización de la política y reconocer el nuevo tejido social. Recalca la oportunidad de inaugurar un ciclo de modernización en la institucionalidad y en el modelo de desarrollo que permita superar la contradicción entre Estado y mercado. Para ello, propone la participación de las organizaciones de la sociedad civil. En esta línea, Araujo (https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/katya-araujo-la-politica-volvio-al-electoralismo-y-no-tenemos-ningun-proyecto-para-el-futuro/6JTV5GDAEVD7PHOUZR5RVCQTRI/) indica que las promesas sobre igualdad y derechos cambiaron tanto la autodefinición de las personas como sus expectativas. Por otro lado, se develó el mito neoliberal sobre la individuación (“las habilidades”, “el esfuerzo personal”, “el emprendimiento”). Afirma que no es posible esperar que la sociedad construya una visión compartida del futuro por generación espontánea. Se requiere de proyectos alternativos, de propuestas políticas para el futuro. En este sentido, alerta sobre la necesidad de abrir espacios para discutir las formas de regulación que la sociedad necesita, salir de la autocomplacencia y “del miedo a los subordinados”, con propuestas que deben ser trabajadas desde la participación, buscando reconstruir “lo común”, “el tejido social”, e incorporando a un porcentaje importante de la población que guardó silencio (57%).

En un artículo anterior (https://www.eldesconcierto.cl/opinion/2020/11/10/proceso-constituyente-al-pizarron-de-cara-al-11-de-enero.html), Araujo alertaba sobre cómo las élites buscaban ajustar sus discursos conforme los resultados del plebiscito de 2020. Hoy resurgen voces buscando digitar la discusión de la Convención, llamando ser “responsables, cautos, racionales, tolerantes”, para evitar una espiral de “demagogia y populismo”. Le haría bien al país saber qué entienden esos sectores y cómo definen dichos conceptos. Al parecer, se enarbolan para evitar la discusión sobre el cambio, anteponerlos a otros (libertad, propiedad privada, subsidiaridad), además de ningunear la capacidad de dialogo de los convencionales.

En efecto, los distintos programas fueron votados. Existe un conjunto de ideas fuerza que ponen el foco en desterrar la matriz neoliberal en la nueva Constitución. Entonces, esa es la plataforma para discutir el nuevo Chile. Distintas organizaciones de la sociedad civil, PNUD y universidades se han comprometido colaborar en una estrategia de participación que permita acompañar el proceso, reconociendo la experiencia del estallido social, de los cabildos y de los nuevas configuraciones políticas y territoriales post elecciones municipales. En rigor, asistimos a una oportunidad histórica de construir un Estado de Bienestar, a través de una constitución democrática, representativa, y que pone al proceso en la mirada internacional.

Sin embargo, como señala Kathya Araujo, no basta que la Convención resuelva una realidad indecente (1% de la población acumula el 30% de la riqueza), sino que se deben abordar temas asociados a la convivencia social. Desde sus investigaciones visualiza al menos tres problemas: individuos competitivos, victimizados e irritados; una narrativa moral que se toma el relato político; y un sistema sólo enfocado a la disputa electoral, sin perspectivas de futuro que ofrecer.

Desde este punto de vista, las relaciones con otros están fuera de la política (¿autoridades y regulaciones sólidas?). Hoy los grandes discursos no significan ante las experiencias cotidianas. Las personas no ven una imagen y sentido edificante en lo social para ellos (trabajo, sueños, expectativas), y sólo quieren escapar de las obligaciones que los desbordan. Por otro lado, los estereotipos (orden, crecimiento), los fantasmas (comunismo, caos) y los miedos (dictadura, violencia), han dificultado el avance de los discursos orientado en lo público.

A mediados de agosto el escenario electoral estará definido. Para la izquierda se abre un desafío, que también es común para la discusión de la Convención Constitucional: poner nombre y abordar los temores de las élites (certeza jurídica, fuga de capitales, expropiaciones, royalty, etc.), y las esperanzas de los que no votan (igualdad, inclusión, respeto, derechos sociales, medio ambiente, etc.). La propuesta electoral tiene que hacer imaginable un gobierno de izquierda para Chile en el siglo XXI. El próximo gobierno tendrá que generar el entramado institucional para implementar la nueva Constitución, vinculando el proceso constituyente con el proceso electoral para un gobierno de transformaciones. El proyecto de país debe convocar a personas que quieren desarrollar sus sueños, en qué tipo de sociedad quieren vivir, con cuáles formas de convivencia, a partir de asegurar derechos sociales ampliamente demandados (salud, educación, pensiones, inclusión, entre otros). Lo anterior, más allá de rencillas o campañas del terror, con una conversación orientada a un proyecto colectivo, con un modelo con políticas públicas participativas con mirada de futuro.

Rodrigo Calderón
Sociólogo.