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VOCES| Manuel Guerrero, comunista, profesor y colocolino

Publicado: 29.03.2021

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Manuel Guerrero Ceballos nació en Santiago y estudió en la Escuela Normal José Abelardo Núñez, fue un profesor que cumplió funciones como dirigente de la Asociación gremial de educadores de Chile y militante del Partido Comunista. Colaboró con las campañas de Pablo Neruda y de Salvador Allende y estuvo a cargo de los trabajos voluntarios que desarrollaba su partido.

Fue detenido en 1976 por miembros del Comando Conjunto y estuvo privado de libertad siendo torturado en Cuatro Álamos y en Tres Álamos, desde donde fue liberado partiendo al exilio a Suecia, país en el que se mantuvo activo en grupos de solidaridad con el pueblo de Chile.

Retornó a Chile en 1982, asumiendo algunos roles directivos y trabajaba siendo inspector del colegio Latinoamericano de integración. La mañana del 29 de marzo  de 1985 se encontraba en la puerta del colegio dando la bienvenida a sus alumnos cuando fue tomado detenido junto a José Manuel Parada, que acababa de llegar para dejar a su hija. Antes del secuestro, Guerrero hablaba con su hijo Manuel, contándole que había habido unos operativos en los que habían preguntado por él y ante la preocupación de su hijo lo miró y le dijo que no era mucho lo que podía hacer, que era su responsabilidad, era su trabajo, que ya se había ido del país una vez y que no quería volver a huir. Que su lugar era junto al pueblo.

Los responsables del secuestro actuaron con una violencia brutal, disparando a un profesor que intentó evitar que se llevaran a ambos. Todo esto en el marco de un gran operativo ya que los secuestradores contaron con el acompañamiento de un helicóptero y extraños desvíos de tránsito que fueron finalizados una vez ocurrido la siniestra maniobra.

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El hecho generó un impacto tremendo en el país y en el exterior, pero a pesar de los intentos por saber qué había pasado con ellos no se supo nada hasta el día 30 de marzo en que aparecieron degollados en un camino de la comuna de Quilicura que conectaba con el Aeropuerto de Santiago.

Las investigaciones posteriores pudieron dar cuenta—tal como está consignado en el Informe Rettig—que fueron conducidos al cuartel de la DICOMCAR (Dirección de Comunicaciones de Carabineros) ubicado en la calle Dieciocho. En el lugar fueron torturados quemándolos con cigarrillos, sacándoles las uñas y quebrándoles los huesos de la frente a culatazos para luego asesinarlos. La noche anterior, Santiago Nattino había sido secuestrado en la vía pública; publicista de militancia comunista, se sumó a Guerrero y Parada. 

José Manuel trabajaba en la sección de documentación de la Vicaría de la Solidaridad y había recibido información sobre la estructura y funcionamiento del Comando Conjunto. Andrés Valenzuela, perseguido por el arrepentimiento relató los episodios de secuestros y torturas en las que había participado y para poder contrastar su información, el testimonio de Manuel resultaba fundamental al haber sobrevivido a dicho Comando. Por desgracia, el testimonio de Valenzuela se publicó en el extranjero antes que los involucrados pudieran tomar resguardo. La dictadura, al enterarse del hecho, prefirió solucionar el problema asesinar a los testigos.

Manuel Guerrero Ceballos fue comunista, profesor y colocolino

Lo de comunista y colocolino lo heredó de su familia y fueron elementos de su identidad que traspasó a su hijo Manuel. En realidad toda su familia tiene ese gen, ser de izquierda y colocolinos es parte de la herencia familiar. Pero Manuel no solo era un hincha como hay millones, sino que además era socio del club. 

El 2018 el Club Social y Deportivo Colo-Colo decidió replicar el gesto que realizaron algunas universidades de entregar títulos universitarios póstumos a los alumnos que hubiesen sido detenidos desaparecidos, realizando un reconocimiento simbólico de entregar la calidad de socio honorario póstumo a Manuel Guerrero y a Tucapel Jiménez. Este gesto nació desde la convicción de que de no haber sido asesinados hubiesen seguido pagando sus cuotas, como acostumbraban hacerlo. 

El reconocimiento a estos dos socios asesinados por la dictadura cívico-militar fue realizado en el marco de la conmemoración del golpe de Estado del 11 de septiembre, en el acto organizado por la Corporación Estadio Nacional Memoria Nacional realizado en el coliseo de la comuna de Ñuñoa, frente al memorial que recuerda a quienes pasaron por el centro de detención y tortura más grande que tuvo Chile. 

El gesto fue profundamente agradecido por la familia de Manuel, representanda por su hermano, quien recibió la credencial y un diploma que acreditaba tal reconocimiento. En el diploma se leía: “Porque la unión de este lazo permanente es en verdad indestructible, en cada uno de nuestros socios el Club se haya a sí mismo. Abrazados en tantas alegrías, también juntos nos dolemos ante el terror y la ausencia. Concédese la calidad de honorario, distinción máxima de la colocolinidad, de modo póstumo y simbólico, honrando su truncada membresía en la institución y representado en su condición de ejecutado político a los miles de socios e hinchas que fueron víctimas de la dictadura cívico-militar que se instaló en Chile entre el 11 de septiembre de 1973 y el 10 de marzo de 1990”.

Hoy a Manuel –y a los compañeros que fueron asesinados junto a él– se le recuerda en un memorial de tres sillas vacías en el lugar que les dieron muerte, en un memorial donde se ubicaba el colegio Latinoamericano y en un patio del colegio Francisco de Miranda. Pero desde el 2018 también tiene un lugar en la institución que tanto quiso y que hoy lo recuerda con la intención de nunca olvidar su historia y entender que en momentos como los que vivimos actualmente, la lucha por la defensa de los derechos humanos no es algo del pasado sino que es una lucha constante y permanente.

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