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«Las aventuras de Pinocho»: Con nueva traducción made in Chile vuelve el clásico infantil

Publicado: 08.06.2021

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Pinocho es una de las obras más traducidas y adaptadas de la literatura infantil. Su nariz que crece cuando miente o el grillo que le habla como su conciencia son parte de las historias que han formado a generaciones. Pero es el viaje de este niño de palo, quien trata de entender el mundo que se le puso en frente una vez armado, lo central de la novela. Serán el amor y la generosidad o la travesura y la rebeldía las elecciones que determinarán, en su camino por los campos y ciudades, bajo el mar entre los peces, trabajando para un circo o vuelto un burro, si merece la magia que lo convertirá en un niño de verdad.
El italiano Carlo Collodi público esta obra en una serie de entregas en el periódico periódico Giornale per i bambini, entre 1882 y 1883. La amplia difusión que ha tenido este libro desde entonces demuestra que el humor, la ingenuidad, el peligro y los dramas de Pinocho logran superar cualquier propósito para instalarse como una obra más de la imaginación. Las aventuras de esta marioneta cuentan una historia para niños, no obstante, volver sobre el original de algo tantas veces modificado siempre alimenta una interesante curiosidad.

Traducción propia

La Pollera Ediciones trae este libro de nuevo a sus lectores, pero esta vez en versión original y traducido especialmente por la chilena Francesca Barbera, master en Estudios de la Era Moderna, quien da a conocer su opinión sobre el libro en esta entrevista.
-¿Cómo llegaste a Las aventuras de Pinocho?
Llegué a este libro como supongo que llega la mayoría, a través de sus adaptaciones al cine. Cuando crecí lo leí de nuevo porque influyó en mucha gente que admiro, como Benedetto Croce e Italo Calvino. Y ahora lo traduje porque La Pollera me lo propuso.
-¿Por qué traducirlo habiendo ediciones disponibles?
Porque es un libro que se suele adaptar. Se le quitan las partes más crudas, se lo sanitiza en anticipación a lo que resulta inquietante que los niños vean, como la muerte o la violencia. También se aplana lo humorístico para destacar lo moral y obtener un texto más equilibrado, siendo que uno de los grandes encantos de Pinocho es su desequilibrio.

Más allá de la conducta ejemplar

-¿Es un libro para niños?
Sí, es para niños. Más allá de la historia, me parece que Collodi supo imitar mejor que nadie la ausencia de reglas para imaginar que tienen los niños. Lo veo, por ejemplo, en la sucesión de personajes disparatados que entran y salen sin mucho orden aparente, en la resolución rápida de conflictos, en el humor que interrumpe todo intento de solemnidad. Esta libertad de pasar de algo muy oscuro a algo muy brillante sin una transición elaborada me parece que es algo muy propio de los niños.

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-¿Qué desafíos de traducción implicó?
Pinocho es un libro muy coloquial; hay partes que parecen un registro de un cuento contado en voz alta en vez de algo pensado para ser escrito. Eso le da un encanto muy difícil de traducir. Además, como es un libro que se escribió en entregas para un diario –a veces con varios meses de distancia entre una y otra–, es un texto que repite mucho para recordarle al lector dónde quedó la historia. En italiano esto se disfraza un poco por lo coloquial de la obra, pero al traducir hay que intentar replicar la simpatía de lo coloquial sin que el texto se vuelva repetitivo.
-¿Qué nos puedes decir detrás de la simbología del libro? ¿Hay una intención moralizante o son solo las aventuras de una marioneta?

Yo creo que sí hay una intención moralizante. El cambio interno de Pinocho precede al cambio externo y eso es un cambio moral. Sin embargo, no es una moral que requiera de una conducta perfecta; la transformación resulta del amor. Además, el mismo hecho de que el mundo del «portarse mal» sea tan vívido y divertido y el mundo del «portarse bien» sea mucho menos atractivo, por no decir aburrido, le resta peso a la idea de Pinocho como un libro de conducta y lo asemeja más a un bildungsroman o a un libro de aventuras. Cuando Pinocho se equivoca o desobedece es más humano que cuando se porta bien, y en su transformación final se ríe de sí mismo, no se castiga.

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