Avisos Legales
Nacional

El Silencio de Arriba y los Gritos de Abajo

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 20.03.2013

Cuando la derecha se solaza en su viaje en paracaídas, las preguntas se dirigen a los que –se dice– tienen la carrera ganada antes de iniciarla. ¿Podrán unos que han estado fuera de la conversación precisamente cuando ésta se puso interesante, llegar a terminarla y establecer las conclusiones? Por Rodrigo Ruiz El silencio de la (no)candidata Es realmente notable el modo en que coinciden el grito masivo de abajo con el silencio en los pisos de arriba. La (no)candidata no es la (no)candidata, es la encarnación de una política. Podrá tener tal o cual currículo, tal o cual imagen pública, cercanías con tal o cual tendencia, pero si aspira a sostener un liderazgo político hoy, debe resolver el modo en que soportará un pedazo de historia bastante distinto al que enfrentó en su pasada presidencia. Su silencio es una pésima señal. En estos años este país se ha dado vuelta entero, a los que no les era permitido hablar se les ha llenado la boca de palabras y se han trastocado sentidos que parecían muy comunes, a tal punto, que nadie realmente comprometido con la justicia social puede seguir callado. Justificar el silencio con las lógicas de la “transición”, implica no entender que la movilización social actual no se agota en su demanda económica y ha puesto sobre la mesa la necesidad de una nueva política. La chiva del papelito Hay una importante diferencia entre un documento escrito por “expertos” que pone en circulación un saber autorreclamado superior, y la elaboración de un segmento social activo, cuyo ejercicio escritural es un momento de su práctica política. Se le llama a ambas cosas del mismo modo, pero el hecho es que si lo que denominamos programa tiene algún sentido efectivo, debe dejar de referirse a un documento y pensarse como una práctica; anhelo condensado y escrito de un segmento activo de la sociedad. Poco importa si han publicado ya el programa o si lo tienen guardado bajo el colchón. La pregunta es cómo lo harán, con la energía de cuántos y de quienes. Un momento de máximos El campo amplio, enredado y en más de un sentido artificioso de los movimientos sociales, ha experimentado un ascenso cargado de consecuencias. Abandonado por las redes que sostenían la gobernabilidad, dirige ahora sus fuerzas contra aspectos estructurales del neoliberalismo, configurando demandas “máximas”: el movimiento estudiantil entiende el problema de la gratuidad y la estatización de un modo concreto e inmediato; muchos movimientos regionales han demandado cuestiones urgentes –el cierre de la planta de Freirina, revocación de permisos, etc.–; el movimiento mapuche instaló nada menos que la demanda de la autodeterminación. En el mismo plazo y proporción en que ha involucionado la “clase política” han evolucionado políticamente los movimientos sociales y las colectividades donde se sostiene la imagen y la acción de eso que –hoy con un nuevo significado– se llama ciudadanía. ¿Se atreverá? Por ahora, las cosas parecen indicar que si no se acude en serio a las demandas planteadas, volverán la calle y el desorden. Significa detener los proyectos energéticos que abastecen a la gran minería, hacer una reforma tributaria en serio, firmar los decretos que devuelvan la educación al bien público, poner la autodeterminación mapuche por encima de la gran propiedad forestal. En fin, modificar el mapa del poder. ¿Se van a atrever? ¿Les interesa? ¿Qué alianza política podría dar sostén a semejante cosa?

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