Avisos Legales
Opinión

La representación del norteamericano medio: Donald Trump

Por: Eddie Arias | Publicado: 17.08.2016
La representación del norteamericano medio: Donald Trump donald |
Lo más interesante es la popularidad de Trump, su discurso transversal que ha logrado encantar a un electorado masivo, es el republicanismo de tradiciones derechistas, pero que en este caso ha logrado hacer pegajoso un discurso de ultraderecha. Ese es el norteamericano que no sabe quién fue Walt Whitman, que cree que Estados Unidos es la capital del mundo, y cuyo sedentarismo intelectual lo supone como un imbécil de marca registrada.

Es la afirmación de Chomsky, sobre una caracterización del norteamericano idiota, la idiotez masiva y exultante en tiempos del predominio del capitalismo mundial USA establece una representación nacional muy identitaria, el resumen de una masa crítica estadounidense que vota la concepción de un modelo de suprapoder. Ignorante y xenófoba, poco sutil y burda, agresiva y fascista, son las facetas de una representación nacional oriunda de esas latitudes, el ciudadano Trump es el símbolo de una civilidad Ku Klux Klan que como en los peores tiempos amenaza a la humanidad.

Es un fascismo extraordinario que establece la supremacía de la raza blanca, homofobia y racismo, violación legitimada de los derechos humanos a nombre de valores superiores, los valores mercantiles que articulan el mundo.

Donald cumple con los contornos de un americano muy oriundo, cuyos gustos culturales pueden establecer todo un consumo de simbolismo chatarra, este tipo compra toda la cultura americana en colores, con patatas fritas, cerveza y brutalidad cultural. De alguna forma hay un biologismo semiótico de este ciudadano exportable a través de los medios reproductores de conciencia y modelación subjetiva.

Un rubio sonrojado con cara de bruto, cuya sagacidad y avaricia fueron el peldaño que lo subió al éxito de los ganadores, no los perdedores de las películas de Allen sino un ganador sin vergüenza sin asco, sin escrúpulos. Es un tipo represor de las libertades públicas, un segregador social y activista de la ignorancia suprema.

Lo más interesante es su popularidad, su discurso transversal que ha logrado encantar a un electorado masivo, es el republicanismo de tradiciones derechistas, pero que en este caso ha logrado hacer pegajoso un discurso de ultraderecha. Ese es el norteamericano que no sabe quién fue Walt Whitman, que cree que Estados Unidos es la capital del mundo, y cuyo sedentarismo intelectual lo supone como un imbécil de marca registrada.

Esa culturización es la que estará en disputa en las próximas elecciones de EEUU, es una situación lamentable que un país tan inmenso se represente a si mismo con la peor cara de sí. La más lamentable expresión del país del norte, y aquí la sentencia de que la historia se repite, y algún día diría el conductismo de la escuela de la psicología norteamericana forjaremos a ese representante mayúsculo de nuestro pueblo, lo han hecho a forja de reflejo condicionado, han mostrado su lado más real.

Este actor de reparto de Hollywood finalmente transito el imaginario y se transformó en alternativa política, en tiempos del primer presidente negro, y de un papa latinoamericano, la resistencia cultural norteamericana muestra la intención de una bipolaridad incierta, cuyos límites de su apertura hacen creer que todo ha sido otro gran montaje de la industria del cine. Y ahora muestran al ciudadano Trump en guiones de antología nazista, cuyos subterfugios económicos plantean un proteccionismo y localismo que colindan con la granja más aislada del adentro del ethos norteamericano.

Suena curioso que estos localismos xenófobos se manifiesten, cuando el capital financiero se ha preocupado de una extensión mundial nunca vista en la historia. Es muy probable, como decía el viejo Marx, que ese capitalismo extensivo genere sus propias contradicciones producto de esas extensiones, y este sea la representación de una regresión de la usanza del capital de desterritorializarse.

Es una resistencia de la cultura media que no distingue ningún avance epocal de la humanidad, y para quienes los reconocimientos sociales son algo que se puede borrar con el codo.

Trump administrara EEUU como una granja, al puro estilo del bruto yanqui que forjo su ética protestante en los valores prestados de otras nacionalidades. El ciudadano Trump es la respuesta del norteamericano medio, el típico yanqui del consumo cultural de las vitrinas del mall. Un manejador de cámaras que ha centrado el debate presidencial en su persona, porque su persona atrae, representa algo muy adentro de ese ciudadano medio que transita por la calles de las grandes ciudades de los estados del norte.

Populista de frases incendiarias y soluciones reduccionistas, un marketero objetual de verso que toca hebra, que se reproduce en el descontento, es la concepción también de que las soluciones tradicionales no harán cambios. Es nuevo pero ha estado siempre en el alma estadounidense, es su ciudadano medio de gustos simples y de una cultura kitsch, es posiblemente el tío Sam en una versión agrícola.

La principal tragicomedia es que es una representación nacional, y su extensión esta diseminada en esa conciencia tan USA de que las soluciones son efectistas, dialogo fácil con eslóganes rimbombantes, y vitoreo de barristas de futbol americano. Una política del show, una política espectáculo muy bien planteada en la dimensión de una crisis después de Obama, en que la fórmula más distinta, fue en gran medida más de lo mismo.

 

 

 

Eddie Arias