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La autocrítica de uno de los sacerdotes en Chile del Sodalicio, el grupo religioso acusado de abusos sexuales en Perú

Por: Pablo Álvarez Y. | Publicado: 09.03.2017
La autocrítica de uno de los sacerdotes en Chile del Sodalicio, el grupo religioso acusado de abusos sexuales en Perú Hernan Alvarez |
El padre Hernán Álvarez -uno de los tres sacerdotes en Chile del Sodalicio, sociedad de vida apostólica que controla la U. Gabriela Mistral- comentó la decepción que sintió al enterarse de los abusos de los que en otro tiempo fueron sus mentores, habló de la «complicidad ciega» en la que cayeron los miembros de su agrupación y ve en la crisis una llamado de atención para que «el Sodalicio sea lo que dios quiere que sea».

Una asamblea para su comunidad en Lo Barnechea y otra para la de Maipú fueron las primeras medidas que tomó el Sodalicio de Vida Cristiana -la agrupación religiosa peruana que en Chile controla la Universidad Gabriela Mistral y el colegio Saint Joseph de Huechuraba-, para manejar el desconcierto que provocaron en 2015 las revelaciones de abusos psicológicos y sexuales del movimiento en Perú.

El tono de las reuniones, según cuenta un integrante del Movimiento de Vida Cristiana -movimiento eclesial conformado por simpatizantes del Sodalicio-, fue el de: «La comunidad acaba de recibir este golpe, feísimo. Ahora, ¿qué hacemos?».

Entre las medidas que adoptó el movimiento, hubo formaciones de prevención de abuso sexual para todos los sodálites. Además, llegaron a Chile delegados de la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, la cual fue convocada por el mismo Sodalicio en Perú y terminó emitiendo un crítico informe en el que llamaba, entre otras cosas, a repudiar a Luis Fernando Figari -laico fundador del movimiento, actualmente recluido en Roma-, a la reparación de daños en las víctimas y a que quienes hayan desempeñado cargos representativos en el Sodalicio durante los años de los abusos no puedan volver a ejercerlos.

Uno de los sodálites que comparte en gran medida las conclusiones a las que llegó la Comisión es el padre peruano Hernán Álvarez, uno de los tres sacerdotes que tiene el Sodalicio de Vida Cristiana en Chile -junto al chileno Sebastián Correa Ehlers y al padre peruano Rafael Otero- y párroco de la Parroquia Madre de los Apóstoles de Maipú.

Cuando llegó a Chile en 2012, Álvarez se instaló en un primer momento en la comunidad de Lo Barnechea, ubicada al lado del exclusivo terreno de la hacienda y club de golf Santa Martina. Pero apenas se inauguró la parroquia maipucina, cambió la misa dominical tardía y la capilla rodeada de autos por la tradicional misa de las 12 y la feria dominical de Maipú.

El sacerdote afirma que existe un contraste «muy grande» entre ambos sectores, pero que la gente que trabaja con la parroquia maipucina tiene un «corazón de oro».

Asimismo, asegura que lo ha marcado el visitar los blocks de la Villa Bernardo O’Higgins y el asumir la tarea de darle la gracia a los enfermos terminales del Hospital El Carmen. «Ver la transformación que se da en ese minuto en la persona llena de paz no solamente a quien está recibiendo la gracia, que tiene más tranquilidad y serenidad, sino que también a uno como sacerdote», dice Álvarez.

El sacerdote sodálite habló con este medio en la Parroquia Madre de los Apóstoles, justo después de dirigir la misa dominical y de hacer algunas confesiones.

Ahí mismo, en Maipú, destaca que su agrupación haya trabajado desde sus primeros días en Chile en un sector vulnerable: «El trabajo solidario es algo que creo que el Sodalicio tiene muy presente. Debe explotarlo mucho más pero, a partir de todas las cosas lamentables que han ido dándose en la comunidad, es un cuestionamiento para trabajar más con la gente necesitada. Creo que es algo que dios nos pide».

¿Cómo ve precisamente esa crisis que ha vivido el Sodalicio de Vida Cristiana luego de las denuncias que se dieron en Perú?

Es muy fuerte, porque es gente emblemática la que hoy tiene denuncias muy verosímiles. Ha sido una crisis muy fuerte, con abusos sexuales, de poder, internos y externos a la comunidad. Es doloroso, pero al mismo tiempo es algo que hay que enfrentar sin escondernos, sin ocultar, sin defender lo indefendible. Yo soy de la postura de alguien que quiere que salga la verdad, sea la que sea, porque creo que solamente ahí uno puede curar la herida y la enfermedad, que estoy seguro que hemos tenido. Yo creo que esto, espiritualmente hablando, ha sido permitido por dios para que el Sodalicio realmente sea lo que dios quiere que sea.

¿Cómo le afectó personalmente el estallido del caso?

Mucho, porque yo he sido muy cercano a mucha gente que ahora está denunciada. Nunca me hubiera imaginado las cosas que han salido. De verdad nunca vi cosas raras, pero sumando y viendo ahora con otros ojos, uno dice: «sí pues, es muy probable que haya pasado, es muy verosímil que se haya dado eso». A mí me pasaron dos cosas: por un lado decepción, desilusión, pero por otro lado también mirar lo esencial, y que en este caso en mi vida es Jesús, Dios. Incluso la Iglesia es humana, no soy tonto y sé que hay muchas cosas corruptas en la Iglesia y que van saliendo a la luz también, como le acaba de pasar a mi comunidad. Y todo eso me lleva a mirar a Jesús y tratar de ser fiel a lo que él me pida.

¿A qué personas se refiere como cercanas?

A Luis Fernando Figari, el fundador, y a Germán Doig (ex vicario general del Sodalicio). Sobre todo esos dos.

¿Qué recuerda de su experiencia con ellos?

Eran personas que eran referentes, modélicos, una especie de tutores espirituales que yo tuve en determinados momentos de mi vida, muy significativos. Además que tenían un peso muy grande en el Sodalicio y no era sólo para mí, sino para todos eran personas que uno miraba buenamente. Creo que todos o la gran mayoría nos metimos a esto porque queríamos seguir a Dios y queríamos ayudar a la gente, no porque era una secta y «qué bacán ser parte de la secta», no. Uno se da cuenta que hay cosas raras y criterios malos y cuestiones incluso medio sectarias de las que yo no era consciente. Ahora lo soy y haré todo lo posible para cambiar eso.

Cómplices ciegos

Sitio web Arzobispado de Santiago

Ahora, un tema es con la gente que pudo haber tenido participación en estos actos, pero también otro tema es la gente que ocupaba direcciones superiores y pudo de alguna manera haber sido cómplice. ¿Qué opinas de eso?

A ver, yo pienso que lamentablemente hemos vivido en un sistema tan distorsionado, en el que se dejaron pasar cosas que eran raras, extrañas, de abuso de poder. Y sabemos que siempre cuando hay abuso de poder, es muy probable que haya abuso más de índole sexual. Pero estábamos ciegos, yo creo. Si partimos de eso, muchos han podido ser cómplices, pero ciegos, no dándose cuenta que eso era un signo o síntoma de algo más. Me parece complicado juzgar y decir «tú eras cómplice» o «tú sabías», porque efectivamente yo lo pienso en mí mismo, yo también fui un momento formador.

¿Qué actitudes recuerda que tuvo en esa posición de poder?

Yo era parte de un sistema y quizás fui de una manera a pedir una cosa en la que hoy en día nunca lo haría. Nada inmoral ni nada, sino que, por ejemplo, exigir de una manera física, ejercicios y tal que uno ahora dice «para qué». Yo creo que yo pondría ese título, de una especie de cómplices ciegos.

¿Cuáles cree que son los desafíos para afrontar esta crisis?

El primero es mirar la verdad. La verdad nos hace libres, dice Jesús, y que salga con la crudeza que tenga que salir. Lo segundo es la reforma, donde tienen que estar las ventanas abiertas para que entre un aire nuevo y que la gente tenga la libertad de ver bien si su vida va a seguir acá o no, porque han habido tantos atropellos, que no es raro que alguien se cuestione. Un tercer desafío es la reparación adecuada con las víctimas, que no sea algo por encimita o algo tibio para decir «cumplimos», sino ayudarlas a un nivel integral, o sea espiritual, psicológico, físico, material. Y un desafío final es que tengamos la libertad de poder también atenernos -en los casos que deba ser así- a lo que la ley civil y la ley canónica nos pidan. No resistirnos, sino tener esa libertad de espíritu de poder ser ayudados.

Finalmente, antes de seguir atendiendo a la gente que llega a confesarse a su parroquia, Álvarez reflexiona: “Este es un sistema que ha estado corrupto en muchas cosas, pero no en todo. Hay cosas muy buenas que ha tenido el Sodalicio, y por eso yo he estado aquí, porque vi cosas muy buenas. Incluso las personas denunciadas o acusadas también hacían cosas buenas. Pero así es el ser humano, es capaz de ser un santo, de ser un ángel o de ser un animal, un monstruo”.

*Artículo originalmente reporteado para el diplomado de Periodismo de Investigación de la Universidad de Chile, dirigido por la profesora María Olivia Mönckeberg.

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