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Opinión

De mente cerrada y boca deslenguada: Oda a Fernando Villegas

Por: José Guerrero Urzúa | Publicado: 24.05.2017
De mente cerrada y boca deslenguada: Oda a Fernando Villegas villegas |
Por más que se empeñe en leer a Schopenhauer y a Anatole France, no podrá extinguir de su cabezota los piojos de clasismo y fascismo que lo carcomen día a día.

Opinar sobre esta persona significa enfrentarse de entrada con una suerte de protosujeto de la amargura y la odiosidad galopantes. Con un devoto del más anodino descreimiento, portador de un sopor apocalíptico que encarnan sus juicios; quien desde su tribuna radial, en el programa «Digamos las cosas por su nombre» -donde la intolerancia campea-, con inusitada violencia a menudo salpica mierda con ventilador mediante atrofiados pensamientos, en cuyos comentarios la inteligencia, que se afana en exhibir, le es muy esquiva y en efecto brilla por su ausencia.

Es que sólo individuos de la laya de Fernando Villegas podrían rebuznar declaraciones tan infundadas y mezquinas entre tantas barbaridades que sistemáticamente suele desenfundar. Como aquella que disparó en junio de 2015, cuando Carmen Gloria Quintana fue la invitada estelar del programa «Tolerancia Cero» de Chilevisión. Mientras ella explicaba las acciones legales llevadas a cabo en torno al macabro “Caso Quemados”, el personaje en cuestión lanzó una de sus frases más incendiarias y desafortunadas, de una brutal falta de empatía. A saber, dijo “pasó la vieja”, en alusión a la búsqueda de verdad y perdón por parte de las víctimas y familiares de Detenidos Desaparecidos y asesinados en dictadura.

En otra oportunidad, refiriéndose al caso de la Machi Francisca Linconao, sostuvo: «Es cómplice de un crimen salvaje, pero como hizo huelga de hambre ahora es mártir».

En otra ocasión, barrió el piso con el movimiento estudiantil y las agrupaciones políticas endosándoles la responsabilidad prácticamente de las peores catástrofes sociales: «Más que una solución, son un problema que han terminado por destruir la educación pública de este país». Suma y sigue, pues no para con la misma cantinela y sus berrinches timoratos, lo que demuestra que su necedad es inconmensurable. 

En otro momento, respecto de la irrupción de la candidata (periodista) por el Frente Amplio, Beatriz Sánchez, cacareó: «Es una mezcla de hormonas, frases hechas y lecturas a media…». Etcétera, argumentos ad nauseaum.

En verdad, no se podría esperar menos de Fernando Villegas que, digamos las cosas por su nombre, es un ser evidentemente muy reaccionario y rastrero. Quién podría negarlo, al igual que quienes le dan crédito a sus subidas por el chorro, como sucede con sus coleguitas limítrofes (informadores y opinólogos) que le siguen el amén, sin chistar.

Dueño de una extraordinaria falta de consistencia argumentativa y por cierto literaria (de cuyo lastre pareciera aún no darse por enterado), de la que padecen tanto sus malintencionadas invectivas -que discurren como pútrida flema dentro de su discurso espurio- como sus textos y libros ramplones, sebosos como su pretenciosa melena, provistos de una prosa inocua y no menos ponzoñosa, que más se asemejan a libritos de autoayuda, con el sello de un triste caricaturista de subjetividades sociales, cuya anodina condición de escribano no le da para ensayista ni menos para libre pensador. Y por más que se empeñe en leer a Schopenhauer y a Anatole France, no podrá extinguir de su cabezota los piojos de clasismo y fascismo que lo carcomen día a día.

De mente cerrada y boca deslenguada, Fernando Villegas, L’ enfant terrible, o más bien dicho el monigote de la estupidez neocapitalista que nutre el espíritu predador de la derecha neopinochetista. El parlanchín ilustrado, una auténtica impostura en constante expansión. Un cretino de talla mayor, el hombrecito mala leche, prepotente y pusilánime, que siempre arrellanado en su sillón cartesiano, ostenta dictar cátedra creyéndose dueño de la verdad, legitimándose en medio de contubernios entre alianzas facinerosas y nuevas mayorías (fascistas y traidoras, respectivamente). Ahí donde entre todos sus caudillos, democráticamente, se la maman y se doran la píldora a fin de perpetuar parásitamente el status quo y la obscena repartija del poder.

Fernandito Villegas, genuino exponente de la lujuria del poder, el sigiloso lamebotas de Piñera, el mocito lacayo de la derecha más cínica, ignorante y socarrona. Fernando Villegas, el continuismo lisonjero del pinochetista Hermógenes Pérez de Arce, que no son lo mismo, pero son iguales, vale decir: dos bazofias parlantes y muy despreciables.

José Guerrero Urzúa