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Morir en la construcción: El derrumbe del proyecto inmobiliario del círculo cercano a Piñera en San Miguel

Por: Pablo Álvarez Y. | Publicado: 23.06.2017
Morir en la construcción: El derrumbe del proyecto inmobiliario del círculo cercano a Piñera en San Miguel San Miguel |
El obrero peruano Jesús Andahua llevaba sus lentes y equipo de protección cuando ocurrió el derrumbe de la obra del Edificio El Llano, en la comuna de San Miguel. Tomó todas las precauciones, pero lo enviaron a un muro que no presentaba las condiciones para trabajar. Junto a él, otros tres compañeros estuvieron por horas con al menos la mitad de su cuerpo bajo tierra. Así fue cómo el proyecto inmobiliario de hombres cercanos a Piñera, como Ricardo Bachelet y José Cox, terminó cayéndose a pedazos.

Era de madrugada el martes 13 de junio cuando, entre las luces y sirenas de rescate de los vehículos que se aglomeraron alrededor de la faena del Edificio El Llano -comuna de San Miguel-, un obrero salió a la calle llorando.

Se acercó a una mujer peruana que esperaba con impotencia la salida de un familiar suyo y, con igual frustración, le dijo: «¡Perdóneme! ¡Perdóneme mamita no pude hacer nada!».

A esos familiares ya hace un rato les habían informado que Jesús Manuel Andahua, trabajador peruano de 26 años, había fallecido en el derrumbe subterráneo que había sufrido la obra impulsada por la Inmobiliaria Puente La Dehesa, sociedad creada por Ricardo Bachelet Artigues, primo de la presidenta de la República y amigo íntimo de Sebastián Piñera.

Los rostros pálidos y ausentes con los que salieron -cerca de las tres de la mañana- los dos hermanos de Jesús, también obreros en esa faena, confirmaban la noticia.

Los trabajadores salían de la obra exhaustos. En lo físico, en lo emocional. Y como si no hubiese sido poco la jornada laboral, sumada a las nueve horas de rescate de sus compañeros, esperaban sin mucha suerte locomoción colectiva que los llevara de vuelta a sus casas.

Cristián Pedrero Urra fue una de las tres víctimas del derrumbe que sí lograron salir con vida. Solo sintió el frío de esa noche una vez que lo sacaron de la obra en una camilla. Lo que pasó ahí y la muerte de su compañero, sin embargo, asegura que hasta el día de hoy son cosas que no logra asimilar.

Las señales del derrumbe

Edificio El Llano. Foto: Portal Inmobiliario

«Cabros querámonos, cuidémonos, somos compañeros en esta hueá y de repente puede haber un derrumbe», había dicho hace un mes Felipe, uno de los trabajadores de la obra ubicada en Salesianos 1128, en la esquina con la Gran Avenida, durante una de las charlas generales que tenían todos los martes.

La obra del Edificio El Llano consta de dos estructuras que forman una L. El edificio mayor está pensado en 23 pisos, mientras que el menor en 7. Esto porque todos los permisos se tramitaron antes del cambio del plan regulador, que limita las construcciones en altura a 5 pisos máximo y 600 personas por cuadra a la redonda.

Para el 31 de diciembre de 2015 ya estaba el permiso de edificación de la obra, mediante el cual la Inmobiliaria Puente La Dehesa S.A. pagó alrededor de $50 millones por permisos de construcción correspondientes a una obra presupuestada en más de $6.000 millones. A cargo de la edificación estaba la Constructora e Inmobiliaria Esperanza S.A. .

Hubo un par de impasses en el proceso municipal, ya que en diciembre de 2016 se registraron dos citaciones de la empresa al juzgado por no contar con los permisos de instalación de faenas y de grúa. Sin embargo, ambos problemas se subsanaron en enero. (Ver permisos de faenas y de grúa).

Dos meses antes del accidente, la inmobiliaria solicitó modificar el número de pisos subterráneos, pasando de 3 a 2.  «En ese sector pasa el metro por debajo, entonces tienen una vibración bastante mayor. Y si no tienes bien calculado el tema de la mecánica del suelo, efectivamente puede se producir un deslizamiento de tierras», dice la concejala del PC Erika Martínez.

«Si ellos detectaron que había que disminuir un subterráneo por alguna cosa, porque pasa muy cerca del metro por ejemplo, a lo mejor hay alguna razón más técnica del tema y puede haber sido esto mismo lo que produjo el derrumbe», agrega.

En la obra, en tanto, los días se animaban con cumbia a todo volumen. Grupo Alegría era de los predilectos. El permiso de trabajo era hasta las 6, por lo que minutos antes de esa hora ya algunos empezaban a retirarse.

En un ambiente lleno de tallas, Jesús Andahua no era de los más extrovertidos. Prefería no responder si lo molestaban por ser peruano y, de ese modo, no incitar a que lo siguieran haciendo. De cualquier modo, conocía ya a varios de los obreros, por lo que era querido. No fumaba ni era bueno para tomar, prefería guardar la plata que hacía trabajando.

¡Tranquilízate, hermano!

Algo raro le pasaba a Cristián Pedrero el viernes. Por lo general se mostraba motivado al trabajar, escuchando el programa de La Tencha en RadioActiva con audífonos y entusiasmado por terminar bien las tareas. Su rutina siempre contemplaba dos idas al baño, una en la mañana y una en la tarde. Pero ese día se sentía inseguro.

La primera tarea que tuvieron respecto a esa zona fue hacer una malla de fundación para el muro subterráneo. Cuando Cristián se disponía a ir a esa zona, su compañero Alexis Valenzuela (32) le dijo que no, que era preferible hacerlo lejos del muro, porque la lechada todavía estaba fresca.

«Cuando pusimos la malla de fundación le dijimos al jefe que no estaban las condiciones; que el muro que habían hecho no estaba bien, que le faltaba. Ahí el capataz le sacó una foto. Yo me quedé armando el muro con el Jesús y el Pedro, otro compañero peruano. Estábamos en la parada de que no se podía hacer la pega porque faltaba un tratamiento ahí. Ahí llega el jefe Rubén (Rebolledo, jefe de operaciones de la Constructora Esperanza) y dice que le demos no más, lo escuché de que le iba a sobrar hormigón y quería meterlo ahí», relata Cristián.

En ese momento fue al baño. Ya era la tercera vez en la tarde. Cuando volvió, sus compañeros ya estaban abajo y, mientras trabajaban, caía una que otra piedra.

Se puso a trabajar con Alexis, Jesús, Pedro y Camilo Bustos. La inseguridad siguió apoderándose de él al ver a un viejo operando un cango en la zona arriba del muro, por más lejos que estuviera. Miró su reloj, vio que eran las 5:30 y, casi por decir algo, dijo:

-¿Sabís qué Ale? Estái haciendo mucho atado, sale de ahí.

Terminaron de acomodar los fierros de abajo y ya habían dado diez para las seis.

-Quedan los de arriba.

Cinco para las seis.

-Vamos que quedan dos pinchazos no más y pa’ la casa -dijo Cristián para animar a su compañero, mientras veía que Pedro ya había salido de la zona.

Justo cuando se disponía a saltar y abandonar el muro, se le vino encima. Tapado hasta las rodillas, solo escuchaba los gritos del Ale.

-¡Tranquilízate hermano, hueón!

A los pocos segundos se vino el segundo derrumbe. Perdió de vista a Camilo y a Jesús. Solo atinó a protegerse la nuca, agachar la cara en su casco y esperar lo peor.

Los amigos de Piñera

Ricardo Bachelet y José Cox.

El derrumbe causó impacto en Apoquindo 3000, el edificio en el que se ubican tanto los cuarteles generales de las empresas responsables de la obra como los centros de negocio y las fundaciones de Sebastián Piñera.

Los hombres detrás de la inmobiliaria y la constructora del Edificio El Llano se conocen desde sus tiempos en el Verbo Divino -aunque algunos estudiaron en el San Ignacio- o de cuando coincidieron, en distintas generaciones, en Ingeniería Comercial en la PUC.

El Desconcierto revisó archivos de constitución y modificaciones de la inmobiliaria y las constructoras involucradas en el derrumbe y se llegó a nombres que comparten amistad, negocios y política desde hace tres décadas. 

Constituida como sociedad cerrada en septiembre de 1997, detrás de la Inmobiliaria Puente La Dehesa S.A. aparecen en sus inicios nombres como el de Fernando Echeverría Vial, Alejandro Quesney Valdés, Ricardo Bachelet Artigues, José Cox Donoso e Ignacio Guerrero Gutiérrez. Su capital inicial fue de $1 millón 200 mil, algo que aumentó en 2007 a $600 millones.

Como consta en sus declaraciones de patrimonio de 2010 y 2014, el ex presidente Sebastián Piñera era el segundo accionista mayoritario de la inmobiliaria con el 18,5% que mantenía a través de Bancard Inversiones Limitada, una de las principales matrices de la compleja estructura de negocios que orquestó para él y su familia. Durante su período como mandatario estuvo dentro del fideicomiso ciego, aunque su socio, amigo y consultor del «tercer piso», José Cox Donoso, se mantuvo activo tanto en la inmobiliaria como en Bancard. Sin embargo, desde Bancard confirmaron a El Desconcierto que desde 2015 que Inversiones Limitada ya no participa en la inmobiliaria.

El nombre clave en la trama detrás del edificio en Salesianos 1128 es alguien que comparte relaciones tanto con el ex presidente Piñera como con la actual mandataria Michelle Bachelet. Su primo, Ricardo Bachelet Artigues, aparece como el representante legal de Puente La Dehesa, así como las dos constructoras subcontratadas para la obra, Nueva Concepción y la Constructora e Inmobiliaria Esperanza S.A. .

En un perfil del año 2006, el primo de la presidenta reconoció que junto a Piñera, Cox e Ignacio Guerrero suelen participar en partes iguales en los proyectos inmobiliarios, aliados con una constructora que tenga parte importante del proyecto. Ahí, la más repetida es Echeverría Izquierdo, de Fernando Echeverría Vial, ex intendente de Santiago y ex ministro de Energía durante el gobierno de Piñera. Echeverría Izquierdo fue accionista mayoritario de la Inmobiliaria Puente La Dehesa S.A. hasta el 25 de septiembre de 2014, cuando dejó la sociedad (como consta en sus memorias de ese año).

Los permisos de edificación muestran que la obra -hoy paralizada- inició con los trabajos de la Constructora Nueva Concepción S.A. -que entre 2006 y 2010 llevaba el nombre de Alto Arauco S.A.-, donde el propio Ricardo Bachelet Artigues es uno de los accionistas mayoritarios, junto con José Cox y Julio Rivero Mejías, quien actuó como el arquitecto responsable y representante de la constructora.

Al momento del derrumbe, el pasado lunes 12 de junio, a cargo de la construcción estaba la Constructora e Inmobiliaria Esperanza, de propiedad del mismo Bachelet Artigues y otro hombre clave de CMB, Moisés Figueroa Benavides. Rivero Mejías aparece también como responsable de la obra en Salesianos con la Gran Avenida.

Todas las empresas están domiciliadas en las oficinas de Apoquindo 3000, desde donde se excusaron de participar en este reportaje.

La manta amarilla

«Se sintió como una avalancha», asegura un trabajador que prefiere mantener su nombre en reserva por miedo a represalias en caso de que se reanude la obra. Después de ese sonido, lo próximo que escuchó fueron los indescifrables gritos de desesperación que reproducía la radio de un jefe.

Bajó de inmediato. Otros trabajadores cuentan que también lo hicieron desde los pisos superiores del edificio mayor, agarrándose de las mallas y saltando. Todo con tal de llegar lo antes posible al subterráneo. El eco de la avalancha fue el descenso de más de cien hombres al sitio del derrumbe.

-¡Traigan palas, hueón! ¡Baldes, carretillas! -eran los gritos que se sentían.

Abajo se veía parcialmente a tres compañeros -Cristián, Alexis y Camilo-, todos tapados hasta al menos la mitad de su cuerpo. Empezaron con las manos a tratar de desenterrarlos, o de al menos despejarles el tórax. Algunos incluso llegaron a romperse dedos en el proceso. Tras unos minutos, el capataz puso la alarma:

-¡Me falta el Jesús!

Para intentar hallarlo, pidieron operar un «gato» (máquina excavadora). En el intertanto llegaron bomberos de San Miguel y Carabineros. Un uniformado intentó apartar a un obrero del lugar y le llegó un manotazo de vuelta sumado a insultos. Fue ahí que un bombero le advirtió: «A ellos no los vas a sacar de acá».

Después de un rato llegaron algunos jefes como Rubén Rebolledo, y los obreros los empezaron a increpar duramente. Carabineros tuvo que sacarlos del lugar.

No fue sino hasta una hora después que pudieron encontrar a Jesús Andahua. «La máquina lo pilló y apareció la punta del casco. Ahí lo empezamos a desenterrar. El Jesús tenía sus lentes, la cara tapada de tierra, los ojos salidos. El paco lo dio por muerto al tomarle el pulso. Ahí lo tapamos con una manta amarilla. Lo más fome es que tuvimos que seguir trabajando al lado de su cabeza», cuenta otro trabajador.

En ese momento uno de los trabajadores subió a apedrear la oficina de los jefes.

Al lado de Jesús se encontraba Camilo que, entre tierra y fierros, tenía un pie muy complicado. Por el otro estaban Cristián y Alexis, con ánimos dispares.

Cristián Pedrero daba ánimos en todo momento. «¡Estamos bien los 33!», «¡Quiero puro tomarme una pilsen!», gritaba, al momento en que se sacaba el mismo la tierra que tenía a su alcance. Tampoco aceptó el suero que le ofrecieron para aliviar el dolor. «¡Ayúdenme, giles culiaos!», decía.

Atrás suyo, Alexis Valenzuela vivía un panorama totalmente distinto. Se desmayaba constantemente y no ocultaba su desesperación. «¡Córtenme las piernas, pero sáquenme!», pedía.

Un trabajador asegura: «El Ale era el que estaba más pa’ la cagada. En un momento, cuando logramos desenterrarlo más, vi que tenía el celular. Con un bombero le cortamos el pantalón y se lo sacamos. Él lo pidió, marcó un número y empezó a hablar. Yo creo que se estaba despidiendo, ahí nos pusimos a llorar».

Incluso hubo obreros que rezaron cerca de Cristián y de Alexis que, sin embargo, fueron los primeros en salir.

Otro panorama era el de Camilo, quien se desmayaba y volvía en sí constantemente. Para intentar sacarlo llamaron a Víctor, operador de grúa. Desde arriba, él sentía la desesperación que existía en el subterráneo. «De repente se les quedaba la radio prendida, entonces escuchaba las peleas con Carabineros y Bomberos -dice-. Intenté sacar la malla que tapaba a un trabajador, pero no se pudo». Fue un trabajo conjunto el que permitió la salida de Camilo cerca de las 11 de la noche.

Posteriormente, un equipo de la Policía de Investigaciones destapó la cara de Jesús y se quedó junto a otros rescatistas periciando el lugar, para sacar luego el cuerpo.

El resto salió en camillas. Mientras estaba en la suya, Cristián Pedrero sintió por primera vez el frío de esa noche. Estaba tiritando. Su reacción ante la muerte de su compañero, quizás por el shock de la situación, también fue fría.

Era algo que había vivido antes, hace unos diez años. Mientras trabajaba en las salitreras de SQM en María Elena, vio cómo un viejo caía al lado suyo desde un peldaño de 50 cm de altura, golpeándose mortalmente con la solera.

No olvida ese episodio. Tampoco a Jesús Andahua. Se arrepiente de una vez en que fue muy exigente con él por un fierro mal puesto. «Quizás lo ofendí en ese momento. Nunca se lo reconocí al Jesús. Ya se fue y no se lo dije. Ahora hay veces que me acuerdo, con lo piola que era y todo lo demás, y me pongo a llorar solo».

Aún sin asimilar del todo lo que les pasó, su reflexión al respecto es tajante: «Aquí la plata hace todo. Esa obra va a seguir porque tiene que seguir. Nosotros sumamos uno más no más. Lamentablemente la muerte de nuestro compañero es un puesto de trabajo que quedó vacante… así lo ven ellos, y tú no podís hacer nada porque no les podís ganar. Podís batallar, pero quita tiempo, quita pega. Si tú me preguntái, yo quiero puro recuperarme y salir a trabajar».

Velatón por Jesús Andahua

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