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Opinión

¿Por qué Sebastián Piñera se equivoca en educación?

Por: Valentina Quiroga | Publicado: 16.11.2017
En su discurso, el candidato revela una visión del mundo (legítima, por supuesto), pero reñida con la evidencia académica, la experiencia internacional, el nivel de desarrollo de nuestro sistema educacional y las convicciones de quienes creemos en la igualdad de oportunidades, al margen de la cuna en la que se nace o de la billetera de nuestras familias.

Hay tres grandes declaraciones del ex presidente Sebastián Piñera que merecen una reflexión. Primero, sus críticas al nuevo sistema de admisión escolar porque supuestamente impediría que los padres elijan el establecimiento para sus hijos. Segundo, su afirmación de que «las cosas gratis (en educación) generan menos compromiso». Finalmente, lo que dice en su propuesta de programa: “aumentar a 300 los Liceos Bicentenario (de excelencia)”.

En su discurso, el candidato revela una visión del mundo (legítima, por supuesto), pero reñida con la evidencia académica, la experiencia internacional, el nivel de desarrollo de nuestro sistema educacional y las convicciones de quienes creemos en la igualdad de oportunidades, al margen de la cuna en la que se nace o de la billetera de nuestras familias.

El nuevo Sistema de Admisión significa terminar con el triste récord de tener el sistema educativo más segregado del mundo como resultado de la discriminación que hacían muchos establecimientos a los estudiantes y sus familias, sea por procedencia socioeconómica o por estado civil de los padres, entre otras cosas. Esa selección discriminatoria ha terminado y, por primera vez, hemos logrado que los padres escojan de manera justa el colegio que quieren para sus hijos.

Esta decisión ha sido resistida por un sector de nuestra sociedad. Sin embargo, la presidenta tuvo la valentía y la convicción de iniciar un cambio cultural que puso al país en sintonía con el siglo XXI. Los investigadores más serios, de distintas sensibilidades políticas (incluso del mismo sector que el candidato), han señalado que el ejemplo de los países desarrollados que usan un sistema similar y la experiencia que hemos acumulado en estos pocos años demuestran lo acertada de la medida. Sin embargo, el ex presidente Piñera se niega sistemáticamente a reconocerlo e insiste en retroceder.

La segunda afirmación es igual de retrógrada: el ex presidente piensa que los vínculos no monetarios no generan compromiso verdadero; olvida que hay solidaridad e incentivos más allá del mercado y, por cierto, no recoge la evidencia de muchos países donde la gratuidad es un hecho hace décadas. En nuestro caso, si bien aún es temprano para sacar conclusiones, los estudiantes con gratuidad en educación superior muestran tener una retención de casi un 9% mayor que la de otros estudiantes (86,7% frente al 77,9%) lo que demuestra que la gratuidad ha implicado mayor compromiso, no menor, como afirma el ex presidente Piñera.

También hace una mala caricatura de la Reforma Educacional y desinforma al decir que los padres no pueden contribuir económicamente a la educación escolar de sus hijos o que el gobierno no valora la diversidad de los proyectos educativos. La Reforma sí permite que las familias aporten de manera voluntaria y, todo lo contrario, hemos respetado y fomentado proyectos educativos diversos: estatales y particulares subvencionados que apliquen novedosos sistemas pedagógicos, que sean laicos o que representen a distintas religiones, que prioricen la excelencia académica o el arte, o los idiomas o la ciencia. De hecho, ahora todos los establecimientos están recibiendo más recursos. Lo que hemos hecho, es terminar con el copago obligatorio porque era una forma de discriminar entre quienes podían pagar y quienes no.

En tercer lugar, lamento que el ex presidente proponga focalizar la excelencia en solo 300 liceos (sobre un universo de 12 mil establecimientos); esto es un retroceso significativo en la discusión educacional porque después de lo que hemos avanzado en las últimas décadas, estamos en condiciones de ambicionar que todos nuestros establecimientos entreguen educación de excelencia. Esa fue la discusión y la meta que la presidenta puso sobre la mesa y ese es el sentido de todas las medidas de la Reforma Educacional: carrera docente desde educación parvularia, Nueva Educación Pública y desmunicipalización, creación de centros de liderazgo educativo, currículum más integral e innovador, gratuidad, nuevos centros de formación técnica y universidades estatales, consolidación del Sistema de Aseguramiento de la Calidad en Parvularia y Escolar, entre otros. La presidenta Bachelet nos invitó a soñar en grande y ser ambiciosos: podemos y tenemos que dar el salto a garantizar educación de calidad en todos los establecimientos del país. No es fácil ni rápido, pero tenemos la convicción de que podemos lograrlo. Sin ir muy lejos, la Agencia de la Calidad ya reconoce que casi mil establecimientos que imparten básica tienen un muy buen desempeño y prontamente conoceremos los resultados de media donde esperamos que una cifra significativa también tenga ese desempeño.

Decir que solo se reconocerán 300 no se condice con los avances del país, nos hace retroceder más de una década en el debate y no constituye un desafío a la altura de lo que Chile se merece y necesita.

Ojalá que todos los candidatos en competencia tengan el coraje de comprometerse a continuar en la senda de garantizar educación de calidad para toda la población. Aún queda largo camino por recorrer, pero ambicionar menos es cortarle las alas al desarrollo de nuestro país. Esto significa reconocer el avance de la Reforma Educacional y, por supuesto, de mejorarla en lo que se requiera, profundizarla y complementarla. No perdamos de vista su norte: contribuir a modernizar el país desde los territorios y generar igualdad de oportunidades que permitan aprovechar el talento de miles de niños y niñas, jóvenes y adultos quienes serán los que construyan el camino por el cual encontraremos el desarrollo que tanto anhelamos.

Chile se merece y necesita que todos los actores políticos sueñen en grande, especialmente quienes aspiran a liderar la nación.

Valentina Quiroga