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Javiera Román, mujer fisicoculturista: “Yo no entreno para parecer un hombre, si fuera así ya me habría cambiado el sexo”

Por: El Desconcierto | Publicado: 13.12.2017
Javiera Román, mujer fisicoculturista: “Yo no entreno para parecer un hombre, si fuera así ya me habría cambiado el sexo” 01 |
Javiera Román (24) es una de las pocas mujeres fisicoculturista en Chile. Aunque nunca ha estado en un encuentro nacional o internacional ya reconoce la alta competitividad del sector, especialmente para las mujeres. Aun así, lo disfruta. “Los hombres se achican cuando ven mis músculos”, dice.

Hace tres años, un día en la calle, vi a un hombre muy musculoso caminando. Yo pensé “si hay un hombre así de musculoso con buen cuerpo, las mujeres también deberían”. Normalmente las mujeres se meten al gimnasio para ser flacas o tener buen trasero, pero rara vez se ve a una mujer musculosa. No creo en eso de que haya deportes para hombres y otros para mujeres, ver solo hombres musculosos y no mujeres me motivó para meterme al culturismo, a desarrollar masa muscular.

Un día en la noche estaba en mi pieza y empecé con el proceso. Me hice unas pesas. A un lado un tarro con cemento, al otro lado otro y le crucé un palo de escoba, hice pesas y abdominales. Como hacía deporte desde chica tenía calugas, pero ahora mi objetivo era hacer músculos.

Al principio fue difícil. El tema de aumentar musculatura es complejo, sobre todo para las mujeres. Al tener menos testosterona nos cuesta más. Pero los cambios comenzaron a notarse. Después de un año empecé a escuchar comentarios como “oye estay fibrosa”, “estái más musculosa”. Contrario a eso estaban los comentarios de mi mamá que me decía que las mujeres no deben tener músculo, no quería que me pareciera a un hombre. Pero no le hice caso.

Mi entrenamiento al principio fue por cuenta propia. Después de un año y medio me metí a un gimnasio. Era la única mujer en la sala de pesas, las demás iban en la noche a hacer zumba, mientras yo me pasaba todo el día en las máquinas. Los hombres no me decían nada, pero sí me miraban raro, de abajo hacia arriba y mostraban sus músculos, como queriendo sacar pica de que ellos pueden desarrollar más masa muscular que una. Yo solo los miraba y no los pescaba. Hacían los ejercicios mal, no tenían técnica, yo sí, gracias a que estuve estudiando preparador físico.

No quiero más poto, quiero más músculos

En el gimnasio se da el contexto adecuado para “jotear” a otro, y no me he salvado de eso. Un día fui a un gimnasio y un tipo prometió entrenarme. Me decía “yo te voy a llevar al campeonato nacional”. Me prometió ropa deportiva, batidos de proteína. Pero finalmente el tipo me estaba entrenando para ser una mina fitness, para tener más poto y pechuga, yo le dije que no, porque mi objetivo es tener músculos, no ser una mina normal y flaca. Me fui de ese gimnasio porque además empezó a pedirme cosas con doble sentido, que me entrenaba gratis o que me fuera a quedar a su casa.

Los tipos intentan hacerse “los lindos”, queriendo ayudarte. Cuando estoy haciendo un ejercicio, por los conocimientos que tengo, sé que lo estoy haciendo bien, pero ellos me dicen “ese ejercicio no lo estay haciendo bien” e intentan ayudar. A veces les hago alguna pregunta capciosa sobre algún ejercicio y responden mal, porque ellos no saben que yo sé. Lo hago para ponerlos a prueba.

Los hombres se achican cuando ven mis músculos

Los que van al gimnasio son muy vanidosos y yo soy muy vanidosa. Lo hago notar en la calle o cuando entreno. Si voy caminando y veo a un hombre musculoso y sintiéndose superior, yo también hago lo mismo. Al verme que también tengo músculos, se achican. O cuando estoy entrenando y veo a un tipo que está cargando 20 kgs, yo cargo 30 kgs. El ser vanidosa igual se me permite al ser una de las pocas mujeres metidas en las pesas. Me gusta mostrarme, me gusta usar petos para que se me vean más los músculos o ir a la playa. Y también me gusta encresparme las pestañas y pintarme los ojos, aunque después de entrenar quedo con los ojos todos negros por el sudor, es horrible.

En septiembre mi profesor del curso que estoy haciendo de personal trainer me motivó a entrenar para una pre competencia de culturistas en noviembre. Fue cuático porque hice la dieta más estricta que he hecho. En la mañana comía avena con leche entera y tres huevos —dos enteros y una yema—, luego 100 gramos de jamón de pavo. Al almuerzo 100 gramos de arroz con 100 gramos de pollo y una ensalada verde. Después una lata de atún con una palta y pampita integral. De cena pescado o pollo con arroz y una ensalada verde. Mi última comida debía ser hasta las seis de la tarde. Así todos los días. A veces mi mamá hacía calzones rotos y yo no podía comer, además era septiembre.

En cuanto al entrenamiento lo hacía dos veces al día. De lunes a viernes, dividiendo el cuerpo en músculos pequeños y grandes. Lunes pecho con bíceps hasta más no poder. Martes y jueves piernas. Miércoles hacía hombros. De tres a cuatro ejercicios por músculo. La misma rutina y dieta por un mes y medio.

Finalmente, no pude ir a la pre competencia por temas de trabajo, justo coincidió que fue un día domingo y me tocaba trabajar. Todo se fue a la cresta. Nunca he ido a una competencia, pero me imagino arriba de una tarima. Esa es mi meta, gane o pierda. Ser reconocida en el deporte, sobretodo acá en Chile donde es súper poco valorado. Si llego ahí, después de eso no creo que pare, seguiría hasta que pierda todas mis fuerzas.

Si hay pocas mujeres en el culturismo es por miedo

Hay momentos en los que pienso “¿por qué estoy haciendo esto?”. Eso es cuando tengo que elegir entre trabajar o entrenar. Cuando no tengo plata para los suplementos, para mis cosas, para la comida, me deprimo y digo que voy a mandar todo a la cresta. Pero después pienso que me ha costado tanto llegar hasta donde estoy, que tampoco ha sido muy lejos, y no quiero dejar todo lo que se por dos o tres meses en que me da la depre.

El culturismo tiene cosas malas, y son los efectos adversos de las inyecciones y las pastillas de esteroides anabólicos. El año pasado fue la primera vez que empecé a tomar pastillas e inyectarme, fue donde empecé a notar más los cambios, a verme más musculosa. Y ahora estoy sintiendo los efectos secundarios. Siento la voz un poco más grave, en la actitud me siento más agresiva, tengo granos en el pecho, la cara, la espalda y la piel más seca. Ahora voy a comenzar un nuevo ciclo de pastillas.

Si hay pocas mujeres en el culturismo es por miedo. Miedo a los anabólicos. Miedo a ser como un hombre. Miedo a tener gestos masculinos. Miedo a estar llenas de acné o a que tu voz se vuelva más grave. Es mal visto que una mujer tenga músculos, sobretodo en un país tan machista como Chile. Por eso quiero que la gente me mire y sepa que las mujeres se pueden ver bien con músculos. Yo no entreno para parecer un hombre, si fuera así ya me habría cambiado el sexo. Me gusta ser mujer, una mujer con músculos.

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