Papa reconoce violaciones de DD.HH. en aeródromo Maquehue y dice que «no se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro»

En su segunda jornada en Chile, este miércoles el Papa Francisco se trasladó hasta la región de La Araucanía para realizar un masivo encuentro con más de 200 mil personas en el Aeródromo Maquehue de Temuco, denominado como «Misa por el Progreso de los Pueblos».

La máxima autoridad católica comenzó la ceremonia saludando en mapudungun y dirigéndose «de manera especial a los miembros del pueblo mapuche, así como también a los demás pueblos originarios que viven en estas tierras australes: rapanui (Isla de Pascua), aymara, quechua y atacameños, y tantos otros». Además, citó a Violeta Parra: «Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar».

Tal como se esperaba, fue esta la temática central de su discurso debido a que también es uno de los principales asuntos pendientes de la zona, sin embargo, antes de meterse de lleno, Francisco hizo una pequeña mención a la historia del recinto en el que se encontraba, que funcionó como un centro de detención, prisión política y tortura en la dictadura de Augusto Pinochet.

[Lee En El Desconcierto: La historia de prisión política y tortura que guarda el aeródromo elegido para la misa del Papa Francisco en Temuco]

«Y lo hacemos en este aeródromo de Maqueue, en el cual tuvieron lugar graves violaciones de derechos humanos. Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron, y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias. La entrega de Jesús en la cruz carga con todo el pecado y el dolor de nuestros pueblos, un dolor para ser redimido», dijo.

Luego, el líder de la Iglesia se refirió a la crítica situación de conflicto entre el Estado y el pueblo mapuche, que aún no encuentra salida, y señaló que no se debe confundir la unidad con ser todos iguales, sino que corresponde cuando cada uno comparta su “sabiduría” con los demás. “La unidad de nuestros pueblos necesitan, reclaman que nos escuchemos, pero principalmente que nos reconozcamos”, dijo.

Además, advirtió sobre dos tipos de violencia que atentan contra los procesos de unidad y reconciliación. “Debemos estar atentos a la elaboración de bellos acuerdos que nunca llegan a concretarse. Bonitas palabras, planes acabados, sí —y necesarios—, pero que al no volverse concretos terminan «borrando con el codo, lo escrito con la mano». Esto también es violencia, porque frustra la esperanza”, afirmó

Y luego, en segundo lugar, señaló que «una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas. No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación».

Además, agregó que «la violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos «no a la violencia que destruye»», y pidió ser “artesanos de la unidad”.