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Opinión

“Annihilation”: El comunismo más allá de la humanidad

Por: Nicolás Ried | Publicado: 20.03.2018
“Annihilation”: El comunismo más allá de la humanidad ani |
Annihilation rescata lo más profundo de la ciencia-ficción, abordando las preguntas nucleares de las reflexiones sobre el universo y el rol de la humanidad en el cosmos. Garland recupera, no sólo las preocupaciones sociales de autores como Fiódorov y Bogdanov (Garland y Bogdanov comparten esa preocupación por el rol del feminismo y el protagonismo de las mujeres en sus obras, algo que incluso está presente en Ex Machina).

En 1908, Alexander Bogdanov publica su novela de ciencia-ficción Estrella roja. Quien según Lenin fuera “el cerebro número uno del partido bolchevique”, estructura su novela como una crítica  hacia el partido tras la fallida revolución de 1905, en la que relata la historia del descubrimiento de una sociedad altamente desarrollada y comunista en el planeta Marte. Los marcianos de Bogdanov, marcando la diferencia con el comunismo del partido objeto de su crítica, eran despreocupados del interés personal, sofisticados en su manera de relacionarse con otros, sumamente conscientes de la igualdad entre ambos sexos e inmortales. Es fácil reconocer que Bogdanov era crítico del partido en cuanto a la corrupción de los principios de bienestar común, a su conservadurismo en términos ideológicos y a su machismo culturalmente asentado, pero el hecho que los marcianos fueran inmortales implicaba una crítica aún más profunda que las anteriores.Los marcianos de Bogdanov en Estrella roja vivían eternamente gracias a que se realizaban transfusiones de sangre de manera constante. Y es que para el escritor ruso la sangre constituía el elemento fundamental para la vida humana, lo cual no era una creencia metafórica o simbólica de otra cosa. Lo creía de manera literal y tan firmemente que tras la Revolución de Octubre fundó el Instituto de Transfusión de Sangre, en pos de llevar a cabo el proyecto de la “comunión humana a través de la sangre”. Fue la misma transfusión la que lo llevó a la muerte tras recibir sangre de un enfermo esperanzado en que eso alargaría su vida, muerte temprana que le impidió llevar a cabo el proyecto de utilizar los métodos de la transfusión de sangre para resucitar a los muertos y completar de manera integral lo que él creía que debía ser el proyecto comunista. Este comunismo de Bogdanov no nacía con él, sino que fue inspirado por la obra de uno de los más influyentes escritores rusos de fines del siglo XIX, cuyo pensamiento aparece a ratos en las obras de Tolstoi y Dostoievsky: Nikolái Fiódorov.

La obra fundamental de Fiódorov es La filosofía de la causa común, publicada en 1906 de manera póstuma. En aquel libro da cuenta de los principios fundamentales de lo que sería conocido como el “cosmismo ruso”, cuyo postulado central es que la ciencia comunista ha llegado al punto en que puede manejar los aspectos centrales de la vida humana a fin de realizar la revolución comunista más allá del tiempo y del espacio. El cosmismo de Fiódorov defendía como misión central de la ciencia comunista la exploración del universo, para extender el proyecto más allá de las barreras terrestres; la resurrección de los muertos, dado que la explotación seguiría presente si es que una generación aprovecha el bienestar comunista a costa de la generación anterior ya difunta; y la vida eterna, como objetivo final del control de la naturaleza y la biología humana. En vista de estos tres objetivos principales —la exploración intergaláctica, la resurrección de los muertos y la vida eterna— los cosmistas sugerían una mutación física de la humanidad respecto de como la conocemos, algo que el mismo Bogdanov deja ver en sus obras de ciencia-ficción al representar a esos seres comunistas-cosmistas como monstruos con aspecto deforme e irregular, perdiendo incluso su individualidad.

La deformación de la humanidad para alcanzar lo que Fiódorov llamó la “causa común” es un asunto no pasado por alto en el cine. No podía ser otro que Andréi Tarkovsky quien diera forma a la idea de la pérdida de la apariencia humana para incorporarse al mundo de lo común, que en el fondo es la pérdida de la individualidad para hacerse parte de ese universo comunista. En sus obras Solaris (1972) y Stalker (1979), Tarkovsky muestra en su manera estrictamente cinematográfica dos sitios en los que aquellos humanos que entran no salen sin ser afectados en su identidad. En Stalker, específicamente, se muestra una zona en la que quienes entran mueren de forma violenta por razones que superan la lógica humana, algo que Tarkovsky logra mostrar con maestría, siendo a su vez esa una de las razones que le han merecido el título de autor incomprensible. Esta idea de una forma humana que se pierde en favor del proyecto comunista y que lleva a cierto tipo de narrativa incomprensible se ha convertido en un grito constante de las obras cinematográficas. Basta con pensar en 2001, a space odissey (1968) de Stanley Kubrick para darnos cuenta de la relación entre la superación de lo humano tal como lo conocemos y la imposibilidad de relatar ese proceso de mutación en base a las formas narrativas tradicionales. Contamos también en esa tradición cinematográfica a The Congress (2013) de Ari Folman, basada en un libro de Stanislaw Lem al igual que Solaris de Tarkovsky: mientras la de Kubrick nos muestra una imagen panorámica de la evolución humana, desde su nacimiento con los primeros homínidos hasta su desintegración con la inteligencia artificial de su HAL 9000; Folman nos muestra un futuro en que el cine evolucionó de modo tal que cualquier persona puede convertirse en cualquier otra al consumir un químico, dando lugar a un mundo alternativo al real, similar al jardín de las delicias de El Bosco donde todos mutan a voluntad en un paisaje caricaturesco. No es que Tarkovsky, Kubrick o Folman no sepan contar una historia y simplemente se hagan los difíciles para quedar como inteligentes, sino que el problema que abordan con su cine no es soportado por las formas argumentativas clásicas.

Es en esta línea donde se instala la más reciente obra de Alex Garland, Annihilation (2018) producida por Netflix. Siguiendo el tono de su celebrada opera prima, Ex Machina (2015), el impacto de un meteorito alienígena que contiene vida inteligente, pero que se desarrolla y expande provocando mutaciones celulares en todo aquello que toca. El impacto se da en un faro y la zona de influencia se expande a lo largo de un parque nacional, al que las organizaciones a cargo de estudiarlo y detener su avance llaman “Área X”. En paralelo se cuenta la historia de Lena, una bióloga y soldada que pierde a su pareja al quedar atrapado en el Área X. El filme nos muestra la exploración a la zona que ella realiza junto a un equipo conformado exclusivamente por mujeres. En esta misión autodestructiva (el filme se encarga de aclararnos que no es una misión “suicida”, en palabras de la psicóloga a cargo) se muestra una zona boscosa afectada por un manto plasmático que la cubre como un domo, dentro del cual hay una flora y fauna diversa y mutante al nivel de ver maravillosas plantas de las que florecen cientos de flores distintas o cocodrilos cuya dentadura tiene tantas corridas como la de un tiburón. Lena en calidad de bióloga cuenta que estas mutaciones son celulares y similares al cáncer, de modo tal que si ocurrieran sobre el cuerpo humano serían letales. Pero al avanzar en la travesía el grupo se da cuenta que esta mutación, si bien es mortal en relación con los individuos, se trata de una inmortalidad en el marco general, dado que las mutaciones resultan ser modos de convertirse en parte de esa unidad mayor que invadió la Tierra. De alguna manera, morir significa formar parte de la eternidad. A medida que el filme continúa la sumisión de la imagen a la narración se desvanece y se convierte en algo más difícil de capturar desde el punto de vista argumentativo clásico, al igual que lo hizo Tarkovsky, Kubrick y Folman. Es digno de destacar que originalmente el filme de Garland iba a ser producido por Paramount, quienes cedieron los derechos en favor de Netflix, dado que el filme no era “apto para todo público” dado que no seguía los parámetros narrativos correspondientes a un blockbuster. Netflix no puso mayores limitantes a Garland, dando lugar a la Annihilation que tenemos disponible.

Annihilation rescata lo más profundo de la ciencia-ficción, abordando las preguntas nucleares de las reflexiones sobre el universo y el rol de la humanidad en el cosmos. Garland recupera, no sólo las preocupaciones sociales de autores como Fiódorov y Bogdanov (Garland y Bogdanov comparten esa preocupación por el rol del feminismo y el protagonismo de las mujeres en sus obras, algo que incluso está presente en Ex Machina), sino que también instala su obra en una línea cinematográfica que tiene por proyecto liberar a las imágenes de la sumisión a lo narrativo.

Nicolás Ried