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Opinión

El patriarcado nuestro de cada día y el mayo feminista

Por: Luis Vivero Arriagada | Publicado: 31.05.2018
El patriarcado nuestro de cada día y el mayo feminista marcha educacion no sexista confech | / M. F.
Las valientes estudiantes, y trabajadoras académicas y no académicas de no pocas universidades en Chile, han denunciado públicamente de los abusos sexuales que han sido víctimas o sabiendo de ello, tuvieron que callar, cargando con ese dolor, con esa rabia. Esto, ha generado el despertar, para enfrentar este y otros tantos abusos de poder, arraigados en nuestra sociedad hegemonizada por la ideología patriarcal.

Sin lugar a dudas mayo de 2018 pasará a la historia como el levantamiento más importante de los distintos movimientos y colectivos de mujeres en Chile. Si bien es cierto, este movimiento se ha venido incubando desde hace unos años, donde Ni Una Menos, fue parte importante de esa materialización de la acumulación de fuerzas no solo de movimientos, sino también de individualidades. Las valientes estudiantes, y trabajadoras académicas y no académicas de no pocas universidades en Chile, han denunciado públicamente de los abusos sexuales que han sido víctimas o sabiendo de ello, tuvieron que callar, cargando con ese dolor, con esa rabia. Esto, ha generado el despertar, para enfrentar este y otros tantos abusos de poder, arraigados en nuestra sociedad hegemonizada por la ideología patriarcal.

Sin ser parte de colectivos, o tener alguna adscripción política partidista, muchas mujeres, fueron saliendo del anonimato, sumándose a otras mujeres, en una lucha pluriclasista e intergeneracional, para confrontar directamente uno de los pilares de la superestructura de la sociedad modera: la ideología patriarcal. Ese machismo que ha marcado nuestra historia de atropellos, de vulneraciones de las más diversas formas, en donde el abuso y violación sexual, son las experiencias más humillantes y aberrantes que puede sufrir una mujer en su dignidad, hoy está siendo confrontado, desnaturalizado.

En Chile las luchas de las mujeres no son algo nuevo, solo que no están como lecturas obligadas en los libros de historia. Pero ya con mucha fuerza, y un acervo de experiencias acumuladas, desde comienzos del siglo XX, las mujeres ya están dando una lucha contra el patriarcado y las formas de poder machista que se daban en aquel momento –  en el fondo no distintas a las que vemos hoy – en todos los espacios, y, sobre todo, en el campo del trabajo. Así entonces, se forman los primeros sindicatos de mujeres trabajadoras, como el sindicato de costureras, creado por Micaela Cáceres, en Valparaíso el año, 1887. En el campo de la educación también hay importantes experiencias, como la conformación de la Asociación de Mujeres Universitaria (1931), el cual estuvo liderada por Amanda Labarca y Ernestina Pérez (además aquí comienza una activa participación de Elena Caffarena, una de las feministas más reconocidas en la lucha por el derecho a voto de las mujeres) y el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH, año 1935).

La lucha política feminista de estas y tantas mujeres anónimas, se tradujo que recién en el año 1949 se le diera el derecho a voto. Es decir, hace menos de 70 años que la mujer ha podido participar en los distintos procesos electorales de nuestro país, es decir, su derecho a elegir a los/as gobernantes. El campo de lo político es solo un detalle, en la compleja trama de la reproducción del poder y dominación patriarcal. El mundo clerical, del trabajo, académico-intelectual, educacional, económico-productivo (empresas, servicios públicos o privados), es decir, los principales espacios de control y producción material y simbólica de la sociedad, han estado controlados por los hombres, y se les ha impedido, con los más diversos y más absurdos argumentos que las mujeres participen en igualdad de condiciones y derechos.

Este mayo feminista, enhorabuena, está copando la agenda pública. Porque no es una cuestión que solo tiene que ver con las mujeres, sino con derribar las formas más recalcitrantes de relaciones patriarcales, que en nuestro diario vivir han sido naturalizadas. Se trata pues, de un destape ideológico político, que como telos, apunta a una refundación de la sociedad. Una de las consignas dice que “la revolución será feminista o no será”. Y tiene mucho sentido, pues, las revoluciones modernas les han negado el espacio a las mujeres. Aunque se le quiso impregnar un protagonismo de la mujer, el cual queda grabado en la reconocida obra del romanticismo francés “la libertad guiando al pueblo”, pintado por Eugène Delacroix en 1830. Pero la historia nos demuestra que más allá del protagonismo real que han tenido las mujeres, el devenir, ha sido la imposición de un capitalismo de esencia patriarcal. Ni la derecha liberalismo o neo-liberal, ni la izquierda con las experiencias de los marxismos i-reales han sido capaces de quebrar la hegemonía patriarcal, y dejar que las mujeres ocupen los espacios que ellas quieran, donde quieran, cuando quieran y en las formas que ellas lo determinen. Cuando el marxismo ortodoxo, centró la lucha de clases, solo en una cuestión vinculada a la propiedad de los medios de producción y las formas de producción capitalistas, no hizo sino, invisibilizar, que esas formas de producción y relaciones de producción capitalistas, de reproducen y fortalecen sobre la base de los atropellos y esclavización de las mujeres, y no necesariamente ni únicamente en su rol de asalariadas.

La profunda e histórica desigualdad que han tenido que enfrentar las mujeres, no solo ha permitido la reproducción del patriarcado y sus formas de ejercer el poder. Entonces, la revolución proletaria que enarbolan las tesis marxistas más clásicas, no han hecho más que invisibilizar la doble explotación de las mujeres, en el espacio de la producción mercantil, como el en seno de sus relaciones familiares. Hoy las mujeres nos han dado una gran lección, al postular que esta revolución, no puede ser solo proletaria, sino que feminista multiclasista, a lo cual agregaría lo intercultural, pues hoy con los procesos migratorios, también aparece con fuerza ese racismo y xenofobia capitalista-patriarcal.

Pero, por otro lado, los atropellos y abusos, dan cuenta de cómo la sociedad y sus relaciones, han estado cimentadas en una racionalidad patriarcal, que se autodefine como superior. Al igual que la colonización occidental, que autodefine la raza blanca como superior, e impone la racionalidad occidental moderna como una verdad absoluta, el patriarcado, se ha impuesto bajo las mismas premisas, aunque no siempre tan explícitas como el colonialismo occidental. Nuestra historia, está bañada vergonzosamente de atropellos hacia las mujeres, subvaloración, invisibilización o estereotipos que los hombres hemos naturalizado y reproducido sin cuestionamientos, pues, esa ha sido la forma en que se nos ha enseñado a ser hombre y mujeres. En esto, las industrias culturales, se han encargado de reproducirlas, por medio de la literatura, del cine, la televisión, la educación en todas sus expresiones y espacios formales e informales. La mujer sumisa, cándida, tierna, acogedora, dedicada a los cuidados familiares, es el estereotipo que se ha encargado de hacer la valoración positiva al ser mujer. Por su parte, la bruja, la harpía, la suelta, la histérica, la trepadora, entre otros calificativos, para dar cuenta de lo negativo de la mujer. Y esto se naturaliza, se asume como verdad, y en el sentido común eso se ve fortalecido, más aún porque el control y la dominación se da de formas más violentas y explícitas, donde el femicidio ha sido la cara más horrible de estas relaciones de dominación, y en donde el imaginario machista, ha denigrado a la mujer a una condición de objeto de posesión, de transacción.  El discurso posesivo, graficado en la recurrente frase de “mi mujer”, está impregnado de ideología machista, de control, de dominación, de abusos. Mi mujer, que me sirve y obedece, que es buena, que es de la casa. Como me dijo en una conversación un amigo de infancia “me salió buena mi mujercita”, pues le cocinaba, le planchaba, cuidaba a los hijos, es decir, una mujer de la casa.

La construcción de nuestro estado nacional, se dio sobre la base de un sincretismo ideológico, en la cual se fortaleció el capitalismo, con la oligarquía criolla y el patriarcado. Una trilogía, que hasta hoy se reproduce de formas más complejas, o en otras más sutiles o sofisticadas de dominación y atropellos.  El derecho a pierna, propio de la oligarquía terrateniente, se sigue asumiendo como un derecho del hombre con poder.  Por ello, que donde hay poder, también existe dominación y atropellos a la dignidad de las mujeres. Y hoy, con más claridad y fuerza que nunca, también hay resistencias. El poder, para que sea poder, pareciera que debe ser ejercido bajos los códigos de lo masculino, o al menos así pareciera ser. Debe ser autoritario, debe “imponerse”, y así es valorado como tal. No olvidar que a la ex presidenta Michelle Bachelet Jeria, las fuertes críticas en su primer gobierno – incluso desde su mismo partido- era que “le faltaban pantalones”, es decir, no ejercía el poder autoritariamente, como debía ser un “presidente”, como si lo fue el ícono del autoritarismo patriarcal Ricardo Lagos Escobar.

Entonces, este es el mayo feminista, es de la revolución feminista. Una revolución protagonizada, liderada por las mujeres, donde los hombres, más allá de un sentido apoyo y compromiso político, no podemos permitirnos ni la más mínima pretensión de protagonismo. Ya ha sido mucho el machismo que ha incubado el movimiento social, consciente o inconscientemente, pero machista y opresor al fin de cuentas. Este mayo feminista, cuenta con una importantísima herramienta de análisis y cuestionamiento de la realidad social, que es el feminismo. De este acervo de saberes y experiencias tenemos mucho que aprender. Ustedes, las mujeres, en sus diferentes roles que desempeñan libremente, sin opresión ni imposición, son las que conducirán la construcción de una nueva sociedad, la fundación de la sociedad libre, de la tan esperada emancipación política y humana.

Luis Vivero Arriagada