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Sally Fenaux, directora de porno feminista: «La cultura del porno sostiene, extiende y representa la cultura de la violencia»

Por: Meritxell Freixas @MeritxellFr | Publicado: 18.07.2018
Sally Fenaux, directora de porno feminista: «La cultura del porno sostiene, extiende y representa la cultura de la violencia» sally fenaux2 | / Instagram
En conversación con El Desconcierto, la artista cuenta en qué consiste esta nueva mirada de las relaciones sexuales que sitúa a la mujer al centro del goce y el placer. Detalla cómo se trabaja en la industria alternativa y los principales desafíos del sector.

«Hago un llamamiento mundial a las mujeres directoras de cine. Quiero encontrar a la próxima ola de mujeres cineastas para adultos, que deleiten los ojos y embriaguen los sentidos, que inspiren y exciten y contribuyan a mi misión de cambiar el porno». Fue el mensaje que en 2016 publicó la directora de cine para adultos, de origen sueco, Erika Lust, quien se ha hecho mundialmente conocida por impulsar el llamado porno feminista.

Sally Fenaux (Madrid, 1986) leyó el anunció y decidió compartirlo en su Facebook. «Jajajaj”, tecleó tras copiar y pegar el link. No pensó, en un primer momento, que podía ser su oportunidad. Luego, decidió responder al llamado. “El mismo día que mandé la propuesta me llamaron”, recuerda.

Vivió toda su infancia y adolescencia convencida de que estudiaría veterinaria y se desempeñaría como jinete profesional, para seguir con la cría de caballos que mantenía su familia. Sin embargo, a los 17 su “idea de futuro” se rompió e inesperadamente afloró la Sally más artística. Tras estudiar y poner en práctica varias disciplinas –danza, teatro, fotografía–, acabó trabajando como estilista en una productora cinematográfica y de allí, casi por casualidad, dio el salto a dirigir cortometrajes. Fue en ese momento de su vida que decidió postular para ser parte del equipo de Lust. La jugada le salió bien y pasó a ser parte del equipo de creadores de la plataforma XConfessions, un portal a través del cual los usuarios pagan para ver porno feminista, con la particularidad de que los suscritores pueden escribir sus fantasías eróticas. Lust se encarga de seleccionarlas y transformalas en cortometrajes reales: “Puedes ver tus fantasías sexuales hechas película”, explica Sally.

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XConfessions suma más de 200.000 usuarios (marzo 2017), un 40% de las cuales mujeres. En cinco años ha difundido el trabajo de más de 20 directores y 150 artistas en más de 5.000 confesiones anónimas y casi 150 películas.

Hija de padre belga y madre guineana, Sally Fenaux ha rodado tres cortos de porno feminista y asegura que en su rol de directora ha tenido más dificultades “como mujer que como mujer racializada”. “Me han llegado a decir: ‘niña cuando tengas un productor vienes a hablar conmigo’, o incluso [me ha discriminado] gente cercana y del mundo alternativo”, lamenta.

El Desconcierto conversó con Fenaux sobre esa nueva forma de hacer pornografía, su impacto y desafíos, y los efectos que producen determinadas representaciones de la sexualidad en nuestra sociedad.

– ¿A qué nos referimos cuando hablamos de porno feminista?

– Tiene que ver con un cambio de rol de la mujer y con el tipo de historias que cuenta la película, pero también porque trata de incluir a mujeres trans, representaciones de la homosexualidad femenina que no estén hechas sólo para el ojo del hombre. Se considera más completo y feminista si contempla esta parte más activista. En términos generales, también se le puede llamar porno alternativo [al mainstream]. Luego hay la pornografía ética que puede representar lo mismo que representa el porno mainstream pero los trabajadores y el equipo han sido tratados de forma digna: nadie ha sido forzado a hacer algo que no quería, se les ha pagado lo que corresponde, y la forma de trabajo ha sido respetuosa. La idea no es acabar con el porno mainstream, porque no hay un porno malo, pero sí generar mucho contenido alternativo –y de calidad– para que el mainstream quede como una narrativa más y se equilibren las historias. Que cuando haya gente que se meta a ver ejemplos de su sexualidad encuentre mucha más variedad que no pase por ver solo penetraciones o abusos, como si estas fueran las representaciones real de la sexualidad.

– ¿Qué diferencias concretas podrá encontrar un espectador de porno feminista respecto al tradicional?

– El porno mainstream está muy centrado en el pene erecto, es el centro de prácticamente cada historia. Todo está hecho para el público masculino porque es el mayor consumidor: si están representando la historia de dos mujeres, también se las representará para que sean apetecibles para los hombres. Es una representación de la sexualidad falocéntrica, solo centrada en la erección, algo que también les hace daño a ellos porque es una exigencia muy masculina y luego el tipo al que no se le pone dura entra en depresión absoluta. También transmite la idea de que cuando la mujer dice que ‘no’, es que ‘sí’, que en realidad hay que insistir, la idea de que el abuso es placentero, que nosotras somos cuerpos para dar placer.

– ¿Tiene que ver que el porno mainstream esté dirigido y producido mayoritariamente por hombres?

– Por supuesto. Las escenas de sexo son una improvisación y se trabajan por intuición, lo que sale de ti es inconsciente. Estamos tan educados a ver el sexo grabado de una forma concreta que, por ejemplo, me ha pasado de estar grabando y tener a dos operadores de cámara hombres y que ninguno de ellos esté grabando al chico. He tenido que acercarme y pedirles que lo graben, porque la información que ellos tienen de cómo se graba la sexualidad y qué ver está totalmente centrado en la mujer.

– ¿En que destaca estética y el lenguaje cinematográfico del porno feminista?

– Intentamos mostrarlo de otras formas. Por ejemplo, el mainstream está muy grabado en picado sobre la mujer, lo que significa que ella está por debajo. Hay muchas cosas en el lenguaje audiovisual del mainstream que va en detrimento de ellas. El alternativo, en cambio, trata de hacer lo contrario: si puedo poner a la mujer en un ángulo contrapicado, para que quede por arriba, como una diosa, lo voy a hacer. Y pese a que nos centremos mucho en ellas, también mostramos los mostramos a ellos porque a nosotras también nos gusta ver el cuerpazo de un hombre.

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– ¿Qué tan cierto es que las mujeres no consumen porno?

– No es cierto. Lo que pasa es un ciclo vicioso: no consumimos tanto porno porque nos damos cuenta de que sólo somos objetos del placer masculino y que a nadie le importa que nos corramos o no. Entonces, desconectamos de ese contenido y no lo queremos ver. Consumimos menos y eso les viene perfecto a los creadores de contenido para no generar nada para las mujeres y seguir manteniendo las historias centradas en el placer masculino. Y con todo eso, el porno es la única educación sexual que tenemos.

– Precisamente, a principios de 2017, el sitio Pornhub posicionó a Chile en el puesto número 38 de los lugares que más acceden a sus contenidos. ¿Qué pasa cuando el porno actúa como sustituto de una educación sexual ausente desde las escuelas, familias y sociedad, en general?

Se acaban reproduciendo los roles del porno mainstream como si eso fuera el sexo normal. La mayoría de los hombres reproduce lo que el porno les enseña.

– ¿Qué efectos tiene eso en los adolescentes cuando inician sus relaciones sexo-afectivas? 

– Como mujer, creo que hay uno que pervive durante mucho tiempo si no llegas a descubrir nunca las verdades de la sexualidad: las chicas pueden vivir mucho tiempo desde la idea que tu cuerpo ha sido creado para el placer de otro. Que tú, como mujer, encontrarás el placer en el placer de él. Por ejemplo, en cuanto él se corre ya se ha terminado la relación o falsear orgasmos. Es una idea muy sutil, pero es el principal problema para nosotras. De las primeras experiencias sexuales aprendemos que, para nosotras, sentir o no placer es secundario, porque lo importante es que encontremos placer en que el otro lo encuentre. Y eso al extremo es el abuso, que también se representa en el porno mainstream.

– ¿Se da el debate entre los profesionales con los que trabaja o del sector sobre cómo pueden influir en casos como el de ‘La Manada’ para sensibilizar a los jóvenes y evitar determinados comportamientos hacia las mujeres?

– Este caso específico no lo hemos hablado tan concretamente porque para nosotros es la conversación de todos los días. Es el problema de la pornografía actual, sobre todo a partir de 2010, que se vuelve cada vez más violenta y radical, y todo tiene que ser brusco o forzado. Eso tiene efectos y para nosotros hablar de eso es una constante. La cultura del porno sostiene la cultura de la violencia; la sostiene, la extiende, la representa y le da permiso, total y absolutamente. Pero también, hay que decir que para que alguien haga lo que estos chicos hicieron tiene que tener muchos más problemas, más allá del tipo de porno que uno consume. Eso no quita que la pornografía mainstream tiene una participación muy grande en que esto sea visto como normal para muchos hombres.

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«Touch crimes», el segundo corto de Sally Fenoux

«Hay que ser más inclusivos»

– ¿Qué condiciones de trabajo tienen los actores y actrices del porno feministas? ¿Son distintas al mainstream?

– Nosotros hablamos mucho de la historia, qué queremos transmitir, cómo queremos hacerlo. Se les pregunta mucho a los actores y actrices sobre cómo quieren hacer las cosas, con quién van a rodar, si les apetece o no, hay mucha conversación en ese sentido. Ellos van a poner su cuerpo para hacer una escena sexual y yo tengo que participar con ellos para decidir cómo la quieren hacer y que sepan que en cualquier momento del rodaje pueden decirme ‘eso no lo voy a hacer’.

– ¿Eso no es así en el porno mainstream?

– Muchas veces, a las más jóvenes las llevan para hacer tal escena y luego es otra cosa. Cuando están allá se ven presionadas por seis o siete hombres –director, productor, actores– diciéndoles que lo tienen que hacer con comentarios del tipo ‘si no lo haces, me voy a encargar yo de que no vuelvas a trabajar’. Y eso se lo creen chicas de 18 o 19 años, que acaban haciendo cosas que no quieren hacer. Ha habido un caso de un director, aquí en Barcelona, supuestamente ético que al final acosaba a las actrices: las llamaba, las perseguía, les pedía hacer cosas que no estaba grabando, es decir, para su goce personal… Las personas que actúan en una película no son prostitutos o prostitutas o, si lo son, en ese momento, no lo son: son actores. Y por lo tanto tenemos que tratarlos con el mismo respeto con el que trataríamos a los actores de una película normal. Por ejemplo, si hay actores que tienen que hacer una escena de sexo falsa, en un rodaje normal, tendría que vaciarse el set y sólo tendría que quedar el cámara, el operador de sonido, el director y una persona en la puerta. ¿Por qué no se hace esto con el porno? Pues bien, nosotros lo hacemos: todos se van y la escena se hace en privacidad.

– ¿Cuánto pagan a los actores y actrices?

– Normalmente, pagamos mejor nosotros que la industria mainstream, excepto en el caso de aquellas actrices o actores que ya tienen un caché. Nosotros pagamos a todas por igual. Pagamos 500 euros [$400.000] por escena. Es una mierda comparado con lo que paga la industria de la publicidad y el cine.

– ¿Los hombres cobran lo mismo que las mujeres?

– No, normalmente cobran menos.

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«Touch crimes», el segundo corto de Sally Fenaux

– ¿Cómo se desempeñan los actores hombres en un formato que da tanto protagonismo a la mujer?

– Me he dado cuenta que, para algunos chicos, no ser el centro de la narrativa puede ser dificultoso. Una vez un actor me preguntó: ‘¿Cuándo me corro yo?’. Yo le respondí que no me importaba porque no grabaríamos su eyaculación. Eso después nos dio bastantes problemas de erección porque la historia no iba de él. Hay que tener cierta sensibilidad para tratar el ego masculino porque es mucho más frágil que el nuestro. Esto lo he aprendido y sobre todo si es un hombre que viene del porno mainstream y está convencido que lo más importante es su erección. Cuando le dices que no va a haber un plano de su pene erecto es bastante frustrante y difícil para ellos.

– ¿Y con el resto de hombres?

– Me he dado cuenta que los mejores actores de porno alternativo son aquellos que viven la sexualidad de forma alternativa, por ejemplo, los queer, que son mucho más flexibles y capaces de conectar con otras cosas. No todo tiene que ser penetración, se puede conseguir placer de varias maneras. Ahora me apetece investigar y trabajar con los hombres más femeninos.

– ¿Cuál crees que es hasta hoy el impacto del porno alternativo?

– Está llegando al público y eso significa sacarle la carga tabú a la sexualidad porque cuanto más tabú se hace, más en peligro estamos poniendo a las trabajadoras sexuales, a los adolescentes y, en general, más en peligro nos ponemos todas. Cuanto más tabú se hace una cosa, más se convierte en algo traumático y que no se puede compartir como algo saludable. Que el porno feminista aparezca en los medios lo convierte en un tema del que hablar. Todos follamos –o deberíamos–, no tiene ningún sentido ir por el mundo como si nadie lo hiciera. Y si vemos mujeres que hacen sexo e historias con las que sí que nos podemos significar, puede que incluso digas ‘igual puedo probar eso’, ‘igual puedo pedir eso’ o ‘yo también quiero eso, lo voy a pedir’. Eso es un poder a nivel individual y personal que tiene un efecto social y global. Cuanto más y mejor sexo exijamos las mujeres, más rápido acabaremos con el sexo abusivo.

– ¿Qué referentes hay en América Latina que estén trabajando en esta línea? En Argentina, conocemos a María Riot.

– Sí, también hay una chica mexicana que vive en Berlín, Lina Bembe, que está haciendo cosas vinculadas al porno feminista.

– ¿Cuáles son los principales desafíos que este sector de la industria tiene por delante?

– Hay críticas que nos llegan mucho desde los colectivos feministas y del mundo alternativo: que el porno alternativo se convierta en un rollo ‘soft hetero’ aburrido. Piden más muchas más representaciones de cuerpos no normativos, también de las discapacidades y de otras identidades sexuales. El trabajo de Erika se basa mucho en lo heterosexual y se pide que sea mucho más abierto, que se más feminista y no sólo ético. Hay que ser más inclusivos porque si no seguirá habiendo identidades escondidas o tabú. También nos falta pornografía con condón.

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