Avisos Legales
Nacional

Chao no más, Peñita

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 05.10.2012

  El ex fiscal, Alejandro Peña, hoy renunció en medio de la polémica por la investigación y denuncia de sobreprecios efectuada por los colegas de CIPER Chile, sobre la licitación y compra de equipos para detectar droga. A continuación una columna sobre su perfil sicológico y que apareció en el nº4 de El Desconcierto en papel, actualmente en kioskos a lo largo de todo el país. Por Andrea Rodríguez – Ilustración: Magdalena Armstrong La denuncia por violencia intrafamiliar que le estampó en agosto de 2007 su esposa, Katherine Bernales, en la 48ª Comisaría de Carabineros, no hacía más que corroborar un posible perfil sicológico agresivo y avasallador. Alguna vez un conocido, aludiendo a que mi estatura corporal me ubicaba dentro del grupo de las “altas”, me explicó que había toda una relación sicológica entre el carácter, la personalidad y el cuerpo. Me pareció que esa peregrina tipología fisionómica era una extravagancia racista a la manera de Cesare Lombroso (el criminalista italiano que a fines del siglo XIX intentó probar que los anarquistas y delincuentes tenían una estructura ósea craneana particular y que por tanto su “mal” era un asunto genético); pero después, oyéndolo, pensé que no perdía nada con hacer observaciones empíricas. Mi conocido, bajo de estatura, tenía la película clara. Me dijo: los bajos desarrollamos como mecanismo de defensa una personalidad “alta”; es decir, nos acostumbramos desde niños a la burla por ser el más chico del curso y fuimos obligados a destacar con armas que no fueran las corporales. Nos impusimos agrandar bastante nuestro ego para que no nos aplastaran, agregó. Y se refirió a una pachorra y viveza avasalladora, incluso agresiva y, a veces, temeraria, que los “chicos” asumían en su personalidad “alta”. Hasta ese momento jamás había calibrado las consecuencias “sociales” o “interpersonales” de haber nacido genéticamente alta y no baja. Sin quererlo me empecé a fijar en los personajes públicos que eran bajos de estatura. Y, sorpresa, la mayoría de las veces concluía que el fenómeno que ocurría en ellos era muy parecido al descrito por mi “chico” conocido. Noté que había “chicos” más agresivos que otros, pero que en general habían desarrollado un ego altísimo (y los que no, sencillamente eran todo lo contrario: bastante ninguneados). Algunos, más elaborados, habían trabajado el lado empático para destacar entre sus pares. Por ejemplo, dentro de los personajes públicos de baja estatura Andrés Zaldívar no me parece agresivo. Independiente de si a uno le sean “simpáticos” sus comportamientos políticos, se destaca por su afabilidad y capacidad de imponerse en un mundo donde la corporalidad estereotipada no lo acompaña. Piñera, por el contrario, no es un “chico” empático: es más bien antipático. Pero vaya que se destaca, y en él su fuerza agresiva y avasalladora, por cierto que unido a otros atributos potentes (como su ambición inconmensurable y viveza), lo ha llevado nada menos que a la Presidencia de la República. Pero también lo ha llevado a usar literalmente zapatos con tacones más altos que lo normal, en su intento por simular una estatura que no alcanza. Cuando apareció en escena el entonces fiscal Alejandro Peña y vi la primera imagen de él, me acordé inmediatamente de aquella seudo teoría fisonómica-sicológica humana. Su estatura corporal, aunque ignoro los centímetros que van desde la planta del pie hasta el último pelo de su cabeza, era particularmente notoria por su reducido tonelaje. Le escuché alguna cuña por televisión, al parecer dirigiendo una pesquisa de drogas, y su afán de figuración, altanería y prepotencia me recordaron aquella extravagante “teoría”. Después, como emblema de la persecución a los jóvenes anarquistas acusados por el Caso Bombas, y ya hiperventilado y sobrevendido, no había otra que rendirse a mi conocido. La denuncia por violencia intrafamiliar que le estampó en agosto de 2007 su esposa, Katherine Bernales, en la 48ª Comisaría de Carabineros, no hacía más que corroborar un posible perfil sicológico agresivo y avasallador que, según mi informante, solían asumir las personas bajitas para imponerse ante el ninguneo del que supuestamente habrían sido objeto en su infancia por sus pares nada más que por su condición de ser más chicos que el resto. Desde entonces Peña no ha hecho más que reiterar en lo mismo. Su última actuación pública como sheriff en La Araucanía en la persecución al alzamiento mapuche, por tanto, vino a ser como una desesperada actitud gubernamental, precisamente por actuar en representación del Ejecutivo, de apagar el fuego con bencina. La realidad no es un asunto dado ni menos objetivo, sino una construcción permanente, interpretable a cada rato, y modificable también, donde los factores sicosociales están mucho más presentes de lo que se piensa. Puede que el ex fiscal Peña tal vez haya sufrido el injusto abuso cuando era niño, de que se mofaran de él llamándolo “Peñita”, lo que perfectamente podría haber desencadenado vastos resentimientos que hayan salido a flote muchísimos años después. No todo es ideología ni maldad en la vida. A veces, según me hizo ver la persona citada en este texto, hay que acudir a la sicología e inventarse extravagancias para entender muchas actitudes públicas y de Estado que nos parecen tan impropias. Peñita es sólo un ejemplo de ello.  

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