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Elección presidencial 2013: prolongación del desgaste del sistema de partidos

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 29.01.2014

Este texto forma parte del primer Cuaderno de Coyuntura,
presentado por la Fundación NODO XXI el 12 de diciembre de 2013.

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El domingo 17 de noviembre se efectuó la elección presidencial. Tal como se esperaba, Michelle Bachelet se impuso por una amplia mayoría (46,69%) sobre Evelyn Matthei (25,01%), pero no logró evitar –pese a los pronósticos de casi todas las encuestas y expertos electorales- la segunda vuelta electoral. Sin embargo, tras estos resultados se oculta un hecho significativo: más de la mitad de los chilenos no votó o no expresó una opción entre las nueve candidaturas que se presentaron, constituyéndose esta elección presidencial en la menos concurrida desde la transición a la democracia.

Junto lo anterior, irrumpió con fuerza el liderazgo de Franco Parisi (10,11%) que con un discurso “anti políticos” logró imponerse en varias zonas del país a la candidata presidencial de la derecha tradicional. Asimismo destaca que, pese a los cerrojos que impone el sistema binominal, se proyectan –y triunfan- las candidaturas parlamentarias independientes de Gabriel Boric y Giorgio Jackson -primeras mayorías individuales en sus distritos-, provenientes del movimiento estudiantil. En su conjunto, con contadas excepciones, las fuerzas políticas obviaron estos hechos y sacaron cuentas en función del nuevo peso relativo que cada una de ellas alcanzó en el Parlamento.

A continuación se analizan los resultados más significativos de la elección 2013. Una lectura que indaga, más allá de los resultados particulares, respecto al creciente debilitamiento que registra el sistema político chileno.

 

1.  Abstención electoral y debilitamiento de los partidos políticos

La abstención electoral no es un fenómeno nuevo en Chile, en ese sentido no es responsabilidad -como han insistido políticos e intelectuales- de la inscripción automática y el voto voluntario. Efectivamente, desde 1993 la abstención ha ido en aumento (cuadro 1), pero desde el 2006 ésta se combina con protestas sociales estudiantiles, medioambientales, regionales o en favor de mayores libertades individuales. En conjunto, ambos elementos, sin vinculación manifiesta, horadan los basamentos del sistema político forjado durante la transición a la democracia. Luego, los resultados electorales 2013 constituyen una importante expresión del desgaste del sistema político institucional sustentado, principalmente, en la participación de la ciudadanía mediante el voto.

 

Cuadro 1: Abstención electoral en elecciones presidenciales en primera vuelta, 1993-2013 (en porcentaje y número de votos)

Abstención electoral

1993

1999

2005

2009

2013

No inscritos

10,68

20,16

27,39

31,98

0,00[1]

Abstención

7,83

8,03

8,95

8,38

50,04

Nulos y blancos

4,50

2,10

2,34

2,35

0,85

Total Abstención[2]

23,02

30,33

38,69

42,71

50,89

Total votos válidamente emitidos

6.968.950

7.055.128

6.942.041

6.977.544

6.582.474

Fuente: Elaboración propia en base a Servel.

 

Lo que parece agotarse, y que se expresa en la creciente abstención, es la fórmula de gobernabilidad democrática que la Concertación apostó a mantener en base a la desarticulación social heredada de la etapa autoritaria. Más aún, durante 25 años, los gobiernos democráticos apostaron a mantener la gobernabilidad sin construir una modalidad de pacto social que permitiera sustentar la democracia, más allá de la desarticulación y la participación reducida al voto. Pero la radical transformación del panorama social chileno –anotada ya por diversos intelectuales- proyecta nuevas identidades sociales que no encuentran cabida en un sistema político que pierde progresivamente capacidad para procesar institucionalmente los intereses de una heterogénea sociedad forjada a lo largo de cuarenta años de neoliberalismo. En definitiva, el umbral de legitimación del sistema político cae profundamente y se cristaliza en niveles de abstención electoral por sobre el 50%.

La abstención golpea con fuerza a las dos principales coaliciones de partidos políticos. En el cuadro 2 se pueden observar las variaciones en la votación de las elecciones a diputados en 2005-2013.

 

Cuadro 2: Votación en elección de diputado según partido político, 2005-2013 (en número de votos)

Partidos

2005

Dif. 2005-2013 (%)

2009

Dif. 2009-2013(%)

2013

PDC

1.370.501

940.265

965.364

PS

663.561

653.367

690.620

PPD

1.017.956

839.744

684.041

PRSD

233.564

251.456

225.869

Concertación

3.285.582

-21,9

2.684.832

-4,4

2.565.894

Independientes

131.625

115.828

135.073

Concertación + Independientes

3.417.207

-21,0

2.800.660

-3,6

2.700.967

PC[3]

339.547

133.718

255.242

Total Nueva Mayoría[4]

 

*

2.934.378

0,7

2.956.209

RN

932.422

1.178.392

924.780

UDI

1.475.901

1.525.000

1.174.411

Total Alianza

2.408.323

-12,8

2.703.392

-22,3

2.099.191

Independientes

148.063

153.261

145.923

Alianza + Independientes[5]

2.556.386

-12,2

2.856.653

-21,4

2.245.114

Fuente: Elaboración propia en base a Servel.

 

En comparación a la elección de Diputados del 2009, los partidos que constituían la otrora Concertación obtienen un 4,4% menos de votación en 2013. Y respecto al 2005 la votación desciende un 21,9%. La caída de la Nueva Mayoría sólo es frenada por la mayor votación de los candidatos independientes y del propio Partido Comunista. De lo que se trata es de un debilitamiento de los partidos de la Concertación que se expresa, por ejemplo, en la derrota de figuras emblemáticas como Soledad Alvear (DC) –esposa de Gutenberg Martínez (DC)- y Camilo Escalona (PS). En cambio, candidatos independientes dentro de la Nueva Mayoría obtiene triunfos holgados en territorios marcados por la alta abstención, que no logran traspasarse a la candidata de la coalición. Es el caso, por ejemplo, de Fernando Guillier y Pedro Araya quienes doblan en la región de Antofagasta,  alcanzando una votación sumada del 64,64% que no se transmite al voto de Bachelet, que llega al 39,43% en la misma circunscripción. Este caso particular,  da cuenta de un “voto cruzado” –en su mayoría migra a la candidatura de Parisi- que expresa lealtades políticas escasamente constituidas. Pese a ello, la caída de los partidos de la Alianza (cuadro 2) termina amplificando el peso relativo de los candidatos electos de la Nueva Mayoría que, gracias al sistema binominal y una eficacia electoral, transforma un 47,7% de la votación en un 56,6% de representación parlamentaria.

En el caso de la Alianza la caída es aún mayor. En relación a la elección del 2009, la UDI –el partido más grande del país- pierde cerca de 350.000 votos mientras que RN lo hace en torno a los 250.000. Este fenómeno se explica tanto por las actitudes “antropofágicas” de sus principales liderazgos que disputaron la nominación presidencial, como también por las dificultades que enfrentaron algunos de sus candidatos  al defender posiciones valóricas en extremo conservadoras. Al igual que en el caso de la Concertación, los candidatos independientes dentro de la Alianza prácticamente no ven alterada su votación, lo que afianza la idea de que lo que se debilita es el sistema de partidos políticos. En todo caso, la drástica caída de la votación de la derecha en relación a la elección en que triunfa Sebastián Piñera –que requiere una indagación más profunda– da cuenta de lo voluble que resulta una fracción considerable de los actuales votantes, que abandonaron a la otrora Coalición por el Cambio.

En suma, esta realidad, expresada en la elección 2013, interroga sobre la efectividad que detenta la institucionalidad política vigente para canalizar intereses y procesar conflictos cada vez más heterogéneos.

 

 2. Dimensiones del “fenómeno Bachelet”

La figura de Michelle Bachelet se instaló como el gran salvavidas de la crisis de representación que atraviesa al sistema político chileno. O al menos, muchos vieron en ella la posibilidad de retrasarla por algunos años. Se hizo énfasis en que su persona concentraba los anhelos de cambio que la sociedad había plasmado los últimos años en la calle. Pero más allá de todos los pronósticos, no pudo hacerse de la mayoría relativa necesaria para ganar la elección en primera vuelta. Tampoco superó la cantidad de votos alcanzada por los partidos políticos que componen la Nueva Mayoría en la elección de diputados (47,70%) y senadores (50,60%). Pero sobre todo, no pudo ganarle a la abstención electoral.

 

Cuadro 3: Votación elección presidencial primera vuelta, 2005 y 2013 (en nº de votos)

Elección presidencial 2005

Elección presidencial 2013

Candidato

Total votos

%

Candidato

Total votos

%

Michelle Bachelet

3.190.691

45,96

Michelle Bachelet

3.073.570

46,69

Sebastián Piñera

1.763.694

25,41

Evelyn Matthei

1.647.490

25,02

Joaquín Lavin

1.612.608

23,23

Marco Enriquez-Ominami

723.066

10,98

Tomas Hirsch

375.048

5,40

Franco Parisi

665.959

10,11

Total votos Válidamente Emitidos

6.942.041

 

Total Válidamente Emitidos

6.582.474

 

Fuente: Elaboración propia en base a Servel.

 

En la presente elección Michelle Bachelet pierde 117.121 votos en relación a su propia participación como candidata en las elecciones presidenciales de 2005 (cuadro 3), constituyéndose, en términos absolutos, en el segundo peor resultado en una primera vuelta electoral de la Concertación[6]. Lo último ocurre pese a que, por primera vez, el Partido Comunista apoya en primera vuelta a un candidato presidencial de este conglomerado, retornan el MAS de Navarro y se incorpora la Izquierda Ciudadana. Sin embargo, el variopinto arcoíris que se constituye en torno a Bachelet no fue capaz de constituir una nueva mayoría electoral.De seguro, de no retornar Bachelet al país la abstención habría sido mayor y el triunfo electoral de la Nueva Mayoría habría quedado en entredicho. Pero los resultados dejan en evidencia que la exitosa gestión de Bachelet en ONU Mujeres, su ausencia de la coyuntura, su lejanía con las “malas prácticas” del sistema político y su demoledor triunfo en las primarias, no se traducen electoralmente en una mayor convocatoria a la ciudadanía. Luego, la enorme adhesión que su figura genera no es suficiente para tapar la deslegitimación que alcanza la institucionalidad política chilena.

 

3. Franco Parisi: otra expresión más del debilitamiento de los partidos políticos

Otro hecho que llamó la atención fue el resultado de Franco Parisi. No por la adhesión obtenida a nivel general (10,12%). Tampoco porque haya amagado el tercer lugar de Marco Enrique-Ominami (10,96%) –que obtiene un 48,5% menos de votos que en la elección del 2009, pese a contar ahora con un partido legal (el PRO)- o el rendimiento electoral de Matthei. Más bien, por el tipo de adhesión que fue capaz de convocar.

En la pasada elección el liderazgo personal de Parisi -desprovisto de toda estructura partidaria- obtiene una proporción significativa de su votación en regiones marcadas por el boom económico, derivado de la explotación minera, pero que deja escasos beneficios a nivel local, en circunscripciones con elevada abstención y de una fracción de jóvenes que se inscriben automáticamente el 2012.

De las 10 ciudades con menor porcentaje de participación a nivel nacional -espacios  donde casi 6 de cada 10 ciudadanos no fueron a votar- Parisi obtuvo su más alta votación en 5 de ellas (cuadro 4). En las dos capitales provinciales de la región de Atacama –Calama y Antofagasta- logra la segunda mayoría de votantes, con más del 20% de las opciones de voto, dejando atrás a la candidata de la derecha tradicional Evelyn Matthei.

 

Cuadro 4: Las cinco capitales de provincia con más alta votación de candidato Parisi (en porcentaje)

Candidato/Ciudad

Calama

Antofagasta

Arica

Iquique

Copiapó

Franco Parisi

24,26

21,86

20,66

19,83

16,45

Marco Enriquez-Ominami

12,48

14,48

10,26

13,23

12,3

Michelle Bachelet

38,93

37,28

41,86

34,01

44,96

Evelyn Matthei

18,54

20,06

21,75

24,8

19,77

Fuente: Elaboración propia en base a Servel.

 

La desafección a los partidos políticos genera que Parisi no sólo eleve su votación en las regiones mineras y caracterizadas por la elevada abstención, sino que consiga un apoyo importante de la población joven que enfrenta por primera vez una elección presidencial.

 

Cuadro 5: Comparación entre votación nacional y mesas nuevas, Elección presidencial 2013 (en porcentaje)

Candidato

Mesas Nuevas

Nacional

Michelle Bachelet

24,83

46,69

Franco Parisi

24,68

10,11

Evelyn Matthei

17,63

25,02

Marco Enriquez-Ominami

17,16

10,98

Marcel Claude

8,07

2,8

Alfredo Sfeir

4,46

2,35

Roxana Miranda

1,55

1,25

Ricardo Israel

0,51

0,57

Tomas Jocelyn-Holt

0,12

0,19

Fuente: Elaboración propia en base a Servel y datos de Diario La Tercera.

 

Al revisar los resultados de las nuevas mesas –en la que sólo hay nuevos inscritos- se observa que la abstención supera el 76,0%. Además, las dos primeras mayorías las representan Michelle Bachelet (24,83%) en un “empate técnico” con Franco Parisi (24,68%). El panorama contrasta con el resultado nacional: la Nueva Mayoría ve reducido su apoyo a casi la mitad, la derecha mengua a un 17%, empatada con Marco Enriquez-Ominami y la opción de Marcel Claude crece al 8%. Por otro lado, en las mesas nuevas Parisi le gana a Michelle Bachelet en 8 de las 15 capitales regionales -Antofagasta, Copiapó, Valparaíso, Talca, Concepción, Temuco, Coyhaique y Punta Arenas-, quedando en éstas como primera mayoría, con porcentajes que superan el 25%[7].Si bien este fenómeno de un liderazgo personalista y por fuera del sistema de partidos tampoco es nuevo en Chile –candidaturas como las de Ibáñez del Campo o de Francisco Javier Errázuriz así lo reflejan-, lo que hoy podría estar emergiendo es una base de sustentación para proyectos personalistas y autoritarios. A ello apelaba, al menos en parte, la frustrada candidatura de Longueira, y en ello se ancló Parisi, con una fórmula totalmente inorgánica. Su desempeño electoral no fue descollante, pero cabe preguntarse si con mayor organicidad y menos “tejado de vidrio” su apuesta pudo haber sido más exitosa.

En cualquier caso, la efímera presencia de Parisi en el escenario político no indica que este fenómeno sea pasajero. La desconfianza de la ciudadanía en una institucionalidad que se resiste a escuchar, en un escenario de desarticulación social, encuentra espacios de manifestación más allá de los límites establecidos por un orden estanco. Y es eso lo que termina alimentando este tipo de figuras que sin provenir de la política, sino del mundo de los medianos y pequeños negocios, transmite su exitosa experiencia personal y convoca a una fracción de la ciudadanía que ha visto con sus propios ojos la riqueza generada –regiones de actividad exportadora-, sin poder acceder a ella.

Este profundo escenario de desafección con la política no es ajena a la realidad de la izquierda anti neoliberal, que pese a los intentos, resultó incapaz de articular un frente unitario que convocara parte del malestar expresado en la calle durante los últimos años. La inexplicable estrategia de llevar tres candidaturas con programas similares –que sumadas alcanzaron apenas un 6,40% de los votos- minó cualquier posibilidad de proyección electoral de estos esfuerzos.

En el estado actual de la política chilena, y a modo de síntesis, se detecta que la irrupción de nuevas identidades sociales que se proyecten a la política, puede ser socavada por una recomposición espuria de ésta, por la irrupción de liderazgos que interpelen a la ciudadanía en su condición de masa a cambio de la promesa de mayores beneficios económicos, o por el endémico fraccionamiento de la izquierda anti neoliberal.

 

4. Nuevos liderazgos se proyectan a la política

Las nuevas identidades sociales del Chile neoliberal, que se manifiestan, mediante la protesta social, en los últimos años son ignoradas por la política. Sin embargo, algunas fuerzas logran proyectar, contraviniendo la lógica del binominal, a algunos de sus principales liderazgos.

Los casos más llamativos son el de Gabriel Boric y Giorgio Jackson. El primero, logra imponerse como primera mayoría individual en la elección de diputado en la región de Magallanes. El miembro de Izquierda Autónoma y director de la Fundación Nodo XXI, se impone a los dos candidatos de la Alianza juntos, quedando tras la suma de los candidatos de la Nueva Mayoría. Así, en una combinación de liderazgo nacional e identidad regionalista Boric logra ser elegido como candidato independiente (26,20%), por primera vez en la historia, sin provenir de una militancia anterior en uno de los dos grandes bloques políticos. El segundo, se impone como primera mayoría en la emblemática comuna de Santiago (48,17%) sobre los candidatos de la Alianza, gracias a que los candidatos de la Nueva Mayoría se omiten en favor del representante del movimiento Revolución Democrática.

 

5. Conclusión

En síntesis, en la elección presidencial 2013 se impone la abstención y, con ello, se acelera la deslegitimación de la propia institucionalidad política. El “fenómeno Bachelet” y la variopinta oferta de candidatos que levantaron programas de transformación del orden vigente, no fueron capaces de revertir la creciente baja participación ciudadana en elecciones y menos de convocar a la ciudadanía que se manifestó en las protestas sociales de los últimos años. Por otro lado, la pérdida de peso de los partidos políticos se grafica en la derrota de figuras emblemáticas de los partidos de la Concertación, la masiva fuga de votos de los partidos de la derecha y  la irrupción de un liderazgo personalista y anti partidos como el de Parisi. La excepción a la regla la constituyeron los liderazgos de ex dirigentes estudiantiles -Boric y Jackson- que se impusieron como diputados con independencia de los partidos políticos, pero reivindicando la política.

No obstante, la gran mayoría de los actores políticos ha optado por pasar por alto la baja participación, prefiriendo destacar sus desempeños en relación a sus adversarios, y eludiendo lo que ocurre en la relación entre la política y la sociedad. Lo que en definitiva, interpela a una refundación de esta actividad, con el fin de dotarla de una nueva capacidad para procesar el malestar y la conflictividad social.

 


[1] En 2012 entra en vigencia Ley de Inscripción Automática y Voto Voluntario (Ley 20.568), luego ya no existen los “no inscritos”.

[2] En cálculo de abstención total se toma como referencia la Población en Edad de Votar (PEV). El cálculo de PEV se efectúo en base al Padrón Histórico publicado por Servel y la proyección de población en edades simples del Instituto Nacional de Estadísticas.

[3] La caída de la votación del PC se explica por la omisión que realiza en una gran cantidad de distritos del país.

[4] El 2009 el PC y la Concertación fueron en la elección a diputados en un pacto por omisión. Se excluye la votación del MAS que se incorpora recién el 2013. En todo caso, en la presente elección de diputados obtiene 6.374 votos.

[5] No se consideran los votos de Chile Primero que participa sólo el 2009 y alcanza 18.021 votos.

[6] El mínimo histórico lo alcanza Eduardo Frei el 2009 con el 29,60% (2.065.081 votos) y el máximo histórico lo alcanza el propio Frei en 1993 con 57,98% (4.040.297 votos). Fuente: Servel.

[7] El cálculo está hecho sobre la base de un total de 1069, correspondiente a las mesas nuevas de las capitales regionales. Para detalles técnicos de la revisión ver: ttp://diario.latercera.com/2013/11/23/01/contenido/reportajes/25-151426-9-el-esquivo-voto-joven.shtml

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