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Opinión

Manuel García y un simulacro de socialismo

Por: Patricio Vega Gómez | Publicado: 02.05.2016
No se puede desconocer el correlato que existe entre «la música» y el «ser músico», con «la política» y «el ser político». Esta relación se puede apreciar tanto en los aspectos estéticos de la propuesta musical de cada artista, como en las declaraciones explícitas que este realiza (sea en las letras o en las entrevistas o relatos), es decir, en su discurso

No se puede desconocer el correlato que existe entre «la música» y el «ser músico», con «la política» y «el ser político». Esta relación se puede apreciar tanto en los aspectos estéticos de la propuesta musical de cada artista, como en las declaraciones explícitas que este realiza (sea en las letras o en las entrevistas o relatos), es decir, en su discurso. En este sentido, es valorable que se explicite aún más desde la funcionalidad respecto de un determinado ideario o programa político.

Lo que hace Manuel García con su canción “Corazón para hacer constitución”, es seguir el ejemplo de los grupos de la Nueva Canción Chilena, principalmente, Inti Illimani, así como de los compositores Ortega y Advis, donde la relación inmediata es con su «canto al programa» de la Unidad Popular.

Tomando en cuenta lo anterior, es necesario hacer un análisis tanto del discurso como de los elementos estilesmáticos o musemáticos (constructos musicales bajo los cual se busca representar una expresión, el primero, desde una recopilación de fragmentos, y el segundo, desde la creación a partir de un imaginario), de la propuesta musical que ofrece Manuel García vinculada a la Constitución Política que hoy se busca “construir” colectivamente.

El artista en más de una ocasión se ha presentado como «heredero» de la Nueva Canción Chilena y del discurso político que ésta pregonaba. La gran diferencia entre Manuel García y los músicos de aquella época (independientemente de que algunos de ellos ya no desarrollen dichos discursos con consecuencia), es la omisión de conceptos claves en sus declaraciones explícitas (letras), dejando en claro la cercanía que tiene Manuel García con la política del gobierno actual. A saber, la nula comunicación en su canción de conceptos tales como «pueblo», «popular», «clase», es decir, omitiendo aspectos centrales del discurso político histórico (de la UP) del cual declara ser descendiente. Así, es más bien consecuente con un proceso constituyente improvisado por la Nueva Mayoría que no privilegia las directrices vinculantes con el «pueblo como creador de la nueva constitución», sino simplemente como un «opinador». Un saludo a la bandera.

Desde un ámbito neutro como diría el musicólogo y semiólogo musical francés Jean-Jacques Nattiez, se puede analizar brevemente «el rastro» que deja la música más allá de las intenciones del compositor, del interprete y el auditor.

Así, se podría esperar que la propuesta musical para comunicar un determinado programa político tenga cierta consonancia con la (in)determinada identidad chilena, la cual hoy se encuentra -o quizás siempre lo ha estado- sin posible definición ni cercano a estarlo. No obstante, al defender la canción un proceso constituyente, se esperaría una búsqueda honesta de las posibles representaciones y proyecciones de identidad que existen en las diferentes localidades y pueblos de nuestro país. Esto no ocurre. Lo que logra Manuel García es generar una propuesta estética que se sostiene básicamente en un solo elemento identitario, envuelto en una masa sonora moderna.

Vale decir, la alusión permanente al 6/8 con bajo a contratiempo (desde lo sonoro, la rítmica de la cueca con la respuesta de las palmas) que se establecería (casi abusivamente) como la única cercanía a «lo chileno», entendido como los diferentes aspectos musicales que han emergido de expresiones populares chilenas diversas. No hay que ser purista para lograr generar una propuesta musical más pertinente.

Es necesario entender las intencionalidades (y contradicciones) detrás de cada autor y su obra. En este caso, Manuel García, tanto desde lo explícito así como desde el rastro musical, es consecuente con la política del gobierno de turno: un simulacro de socialismo.

 

 

Patricio Vega Gómez