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Tomás Moulian apunta al PC: «Se ha convertido en un partido de gobierno y demasiado silencioso»

Por: Paloma Grunert | Publicado: 12.07.2016
«No se necesita haber estudiado para darse cuenta que no es ético andar pidiéndole plata al yerno de Pinochet» dijo además el sociólogo sobre Carolina Tohá y Soquimich.

Entre su departamento de calle Tarapacá, en el centro de Santiago y la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, donde imparte clases, Tomás Moulian tarda más que el resto de los transeúntes. Su andar de 76 años no le sigue el ritmo a la cabeza, la misma que lo llevó a ganar el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales en 2015 y que lo tiene hoy a la espera de la publicación de su doceavo libro, uno que recoge las diferentes crisis chilenas desde el suicidio del Presidente Balmaceda hasta los cabildos constituyentes de hoy, “voy a incluir mi participación en uno de ellos y de diferentes pensamientos que han ido surgiendo a partir de mi experiencia” dice el sociólogo.

Ex MAPU y ex pre-candidato presidencial por el Partido Comunista, Tomás Moulian conversó con El Desconcierto sobre el movimiento estudiantil, la Nueva Constitución, la izquierda radical en Chile, Gabriel Boric y Giorgio Jackson, su correligionario en Revolución Democrática, partido en el que milita desde este año.

– ¿Cómo evalúas la participación ciudadana que hubo durante el proceso constituyente?

No tengo una evaluación cuantitativa. Me parece que el número de reuniones que se realizaron, más de seis mil encuentros, es de todos modos significativo, pese a que tengo la impresión que son todavía pocos. Más importante para mí es la evaluación cualitativa, en el sentido de que se abrió un espacio de discusión. Y eso me parece óptimo. Después, qué resultado darán las discusiones se verá con el tiempo, pero me parece una buena cuestión el hecho que la gente se haya juntado para pensar el Chile del futuro, el Chile que quiere, el Chile que desea.

– ¿Tú participaste?

Sí, participé en una reunión junto a un grupo de cooperativista en el que estoy incorporado, y quedé contento por poder decir lo que pensaba.

– En una entrevista hace dos meses, criticaste la forma en que se estaba llevando a cabo la elaboración de una nueva Constitución asegurando que el método más democrático era la Asamblea Constituyente. Con tu experiencia en los encuentros locales, ¿Cómo cambió tu apreciación del proceso constituyente?

No cambió, confirmé que el método más democrático es una Asamblea Constituyente. La etapa de los cabildos está hecha en «la medida de lo posible», para citar la célebre frase; pero yo creo que hay que ir más allá. La diferencia entre la Asamblea Constituyente y los encuentros es que la Asamblea debe ser representativa y debe serlo desde la base hacia arriba; desde el barrio hasta la cúpula del Estado. Y eso no está ocurriendo con los cabildos, hay que pugnar porque ocurra.

 – ¿Consideras que, pese a generar instancias de debate y diálogo, estos encuentros tienen un sesgo importante debido a que la participación en ellos está sometida a ciertos grados de acceso social, organizacional, cultural, político, vecinal. ¿Qué pasa con aquellas familias en riesgo social, en extrema pobreza, ciudadanos marginados, incluso con personas que no quieren participar por falta de espacios para conocer esta iniciativa?

Las personas que vamos somos reclutadas por amistad, por cercanía. Pero el ciudadano de la calle, el que se va en micro o metro, no puede. Entonces eso hace que el proceso tenga una cierta mezquindad. Lo que ocurrió en los cabildos expresa el Chile que tenemos: con una democracia muy poco participativa, donde a los ciudadanos estas discusiones les parecen exóticas, raras y creen que nada va a pasar si es que participan. Prefieren quedarse en los prejuicios que tienen sobre la política y su separación de los ciudadanos comunes. Y eso es real, pero esta es la instancia para que esa separación se minimice un poco.

– ¿Qué tan democráticos te parecen los encuentros locales?

Me parecen incipientemente democrático. Es un comienzo de discusión democrática, pero hay que ir mucho más allá de eso, hay que intentar que el vecino del barrio participe en esta instancia, ir más allá. Yo vivo en un edificio donde la mayor parte de los ciudadanos trabaja todo el día. Y bueno, yo debería haberme movido para hacer un encuentro local, no lo hice, y eso demuestra una deficiencia mía. Entonces, en la medida que actuamos como yo actúo, el “ir más allá” queda convertido en una pura aspiración, en un juego de palabras. Se cree que el proceso de elaborar una Constitución es puramente jurídico, sin percibir que es profundamente político. Estamos hablando del Chile del futuro.

– Los estudiantes reclaman al gobierno que sus posturas no fueron incluidas en el proyecto de Ley de Educación Superior. Llevando eso al proceso constituyente: una cosa es participar de los encuentros y lo otro es recoger esas ideas. ¿Tú crees que eso está garantizado? ¿Participación es incidencia?.

No creo que el hecho de participar en el proceso constituyente asegure la incidencia, en absoluto, hay que garantizarlo siendo capaces de organizarnos para defender una elaboración participativa en la Constitución. Siempre está el peligro de que los mecanismos de elite funcionen y aplasten los surgimientos de los movimientos sociales. Es un peligro que hay que combatir, pero combatirlo no sólo con la crítica sino con la proposición de alternativas. Si no nos movilizamos no vamos a poder hacer ver qué ideas tenemos sobre el futuro de Chile, ni vamos a poder hacer ver qué es lo que queremos del proceso constituyente. Por ejemplo, los estudiantes tendrían que ser más propositivos, puesto que cuando uno los ve, se da cuenta de la indignación, pero deberían tener también un programa del cuál hablar. Un programa de reforma a la educación superior chilena propia, y discutir esta ley. El comienzo es la crítica, ahora hay que avanzar de la crítica a la proposición del tema. El movimiento estudiantil debería moverse y hablar; desfilar y discutir. Actualmente, ellos están concentrados en la Ley de Educación Superior, la cual consideran imperfecta, y la imperfección central que ellos ven es que no fueron consultados.

– ¿De qué forma hay que movilizarse?

Hay que ir a las discusiones más allá del parlamento, e intentar pasar de una democracia representativa convencional, como la que tenemos ahora, a una democracia participativa. Y en una democracia participativa, estas cosas deberían ser obligatoriamente discutidas con los actores que están involucrados. Incluso, llegar a instancias plebiscitarias en caso que sea necesario, pero un plebiscito bien hecho, no el de la Concertación del 80. Y esas son tareas mayores que el movimiento social debe impulsar, porque si no, quedamos en una especie de pesimismo catastrofista. Está bien el pesimismo, no hay que ser ingenuos, pero lo que está mal es el catastrofismo, porque el catastrofismo conduce a no hacer nada, a criticar pero sin proponer cambios y alternativas ni moverse por esas alternativas nuevas.

– ¿Qué responsabilidades crees que tienen los movimientos de izquierda extra parlamentaria, como Ukamau, el Partido Igualdad o incluso colectivos universitarios, en el éxito o fracaso del proceso? ¿Responden a la idea de catastrofismo que planteas de criticar sin proponer?

No he hecho una evaluación de sus posturas, pero una postura anarquista, llamémosla así globalmente, este anarquismo santiaguino que critica pero no propone alternativas, me parece que tiene posiciones pero que no conduce a nada. Es evidente que hay que criticar lo que hace este gobierno, aunque está realizando algunas reformas importantes. Tenemos que tener alternativas, porque sino no estamos haciendo política, y hacer política cosiste en proponer frente a las situaciones de poder cosas distintas, nuevas, conseguir que los ciudadanos las aprecien, porque si al ciudadano de la calle se le pregunta y masivamente dice «a mí qué me importa el proceso» vamos pésimo. Tenemos que hacer esfuerzos para que al ciudadano de la calle le importe la discusión, por lo tanto me parece que estos grupos deben incorporarse en la discusión constitucional y plantear desde ahí sus ideas de Chile, porque si no participan es un vacío grande. Hay que discutir con ellos, hay que persuadirlos.

– ¿Crees que el proceso se verá perjudicado cuando estas ideas lleguen al parlamento y se decida el mecanismo de discusión del proyecto con un quórum mínimo de 3/5 del Congreso?

Claro, pero hay que romper de algún modo la localización de la discusión. Lo único que podemos hacer ahora, es proponer alternativas. Esta es una fase representativa y convencional que está lejos de ser una democracia participativa. Entonces sí queremos que sea una democracia participativa, lo único que podemos hacer frente a estas leyes, es rescatarlas del parlamento. El parlamento va  a tomar decisiones, es inevitable en este sistema. Que decida el parlamento es mejor a que decida la Junta Militar, pero aún es poco. Los políticos que están en el parlamento deberían abrirse a que esta discusión sea una discusión ciudadana, y ellos mismos darse cuenta que no basta con que ellos discutan si al ciudadano en la calle le importa un pepino y después se por los diarios, simplemente.

Tomás Moulian recibiendo el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales / Agencia Uno

Tomás Moulian recibiendo el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales / Agencia Uno

– Perteneciste al Mapu y fuiste pre-candidato presidencial por el Partido Comunista. ¿Por qué hoy te haces militante de Revolución Democrática?

Yo estaba vinculado a RD desde hace mucho tiempo porque uno de sus fundadores me contactaba para que yo diera charlas sobre Chile contemporáneo a estudiantes. Así conocí a la gente que después fundaría RD, y me inscribí porque son un grupo de políticos jóvenes, distintos al Mapu. Todos dicen que RD son Mapus con I-phone, y yo digo que no son Mapu porque el Mapu pretendía ser un partido marxista, pertenecía a la década del 60, y ahora estamos en el siglo XXI. Revolución Democrática tiene influencia de varios sectores, pero yo espero que elaboren una propuesta sobre Chile, que proponga alternativas y proponga cambios; que empiecen a pesar sobre el Chile que se quiere, que se desea, el nuevo Chile. Yo pongo mucho énfasis en el deseo, porque debe estar presente en estos grupos que intentan situarse en una crítica al Chile neoliberal con cultura mercantilizada. Y en cuanto a mi participación, no tengo proyectos de liderazgo dentro de RD porque yo creo que ese liderazgo deben asumirlo las nuevas generaciones. Lo que sí quiero es participar de la elaboración del proyecto. Todos los indicios me permiten pesar que es lo que voy a hacer. Por eso que estoy con ellos, porque no me fuerzan a un liderazgo que no quiero asumir en este momento ya de mi vida.

– ¿Qué te parece Giorgio Jackson?

Nunca he conversado con Giorgio, pero voté por él para diputado por Santiago. Me parece una figura política interesante, tan interesante como me parece Boric. Me parece que son políticos nuevos que pretenden cambios, que postulan una nueva izquierda y que tienen que participar en crear un proyecto de Chile.

– ¿Te gustaría que los movimientos de Boric y Jackson se unieran en alianza como el Unidos Podemos de España?

Sí, me gustaría que hubiera esa alianza, que se conectaran entre sí, porque todo hace pensar que no están muy distantes de un proyecto común. Lo fundamental es que haya discusión y que seamos capaces de pensar el Chile del futuro. Pero creo que estos grupos nuevos no deben asociarse con la izquierda tradicional, ellos deben intentar asociarse entre ellos y plantear nuevas alternativas, lejos del Partido Socialista y el Partido Comunista puesto que ambos están en otras lógicas, lógicas que tampoco denigro pero que no son las que yo quisiera estar.

– ¿Qué lógicas son estas?

Son más de política tradicional. El PC se ha convertido en partido de gobierno y hasta ahora han logrado sobrevivir. Pero creo que habla poco, es un partido demasiado silencioso sobre cuestiones centrales.

– ¿Cuestiones centrales como qué?

 Como que por ejemplo no se ha hecho una crítica a fondo de por qué sigue apoyando a Cuba, que si bien tiene avances en algunos rubros como salud y educación, es una dictadura de partido único, y ese no es el socialismo del siglo XXI que yo quisiera, por eso es que yo no estoy con ellos sino que con estos grupos que están armando sus proyectos.

– ¿Qué países tienen esos modelos políticos de socialismo del siglo XXI que tú quisieras?

Existen referentes que no hay que convertir en ideales: la Venezuela de Chávez, no la de Maduro; el Ecuador de Rafael Correa, eliminando la actitud anti-indígena que marca a ese gobierno; y Evo Morales en Bolivia, que consiguió a través de mecanismos electorales, darle al pueblo boliviano un gobierno estable en una de las sociedades con mayor inestabilidad política del mundo. Cuando apareció Lula en Brasil fue un gobierno muy significativo, pero por desgracia después Dilma se vio envuelta en estos fenómenos de corrupción. Vamos a ver sin embargo cuáles son los efectos de las investigaciones judiciales y políticas que se están haciendo.

– ¿Y en Chile, qué opinas de los casos de corrupción?

Hay una crisis del sentido de la política, provocada por Penta, por Soquimich (SQM) y por Caval. A mí me importa mucho más SQM que Penta, porque en SQM gente de izquierda fue a pedirle plata al yerno de Pinochet, una cuestión que es absolutamente patética, que a mí no me parecía posible, pero ocurrió. Lo de Carolina Tohá para mí es un golpe, puesto que es la alcaldesa de la Comuna donde yo vivo, y como tal lo ha hecho bastante bien, pero no se necesita haber estudiado para darse cuenta que no es ético andar pidiéndole plata al yerno de Pinochet… Todos estos hechos generan este llamado anarquismo. Hay anarquismos buenos y malos. Este es malo, el anarquismo de la abstención. Nunca me imaginé este tipo de corrupción, superó mi capacidad de imaginar. Ya no hay límites.

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