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«Pisqueros», el libro que reivindica a los pequeños productores de pisco del Valle del Elqui

Por: Sebastián Flores | Publicado: 19.07.2016
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En lo más profundo de la IV Región se encuentra la localidad de Paihuano, un pueblito donde viven menos de 5.000 habitantes y que basa su economía en la producción de uva pisquera. La antropóloga Andrea Gallegos, autora de «Pisqueros», conversó con El Desconcierto sobre su trabajo, una completa etnografía a los trabajadores independientes del pisco en la comuna. Un libro que reivindica una actividad invisible para el resto de Chile, la cual pareciera extinguirse bajo el arrollador paso del progreso.

«Ser capaz de mirar lo que no se mira, pero que merece ser mirado. Las historias de la gente anónima, que los intelectuales suelen despreciar. Ese micromundo que alienta la grandeza del universo» es la cita que hace de epígrafe en las primeras hojas de «Pisqueros: Pequeños productores de uva de Paihuano», de la antropóloga Andrea Gallegos (34). La frase es de la autoría de Eduardo Galeano, y es una precisa descripción del espíritu de este libro: una etnografía que reivindica la identidad de los trabajadores independientes en el oficio agrícola más importante de la Región de Coquimbo.

Financiado por un Fondart y publicado en agosto del 2015, «Pisqueros» es un libro de 74 páginas donde se repasan todos los aspectos que involucran la producción de uva pisquera en la localidad de Paihuano, un pequeño pueblito del Valle del Elqui que basa su economía en este oficio. Al contrario de muchos trabajos antropológicos que se llenan de tecnicismos para desarrollar su tesis o explicar su objeto de estudio, este texto está escrito con un lenguaje amigable y cercano, donde se nota incluso el cariño de la autora por los trabajadores pisqueros de la zona, la mayoría pertenecientes a las tercera edad, quienes aparecen perfilados contando parte de sus biografías.

Las motivaciones que dieron impulso a la realización de esta obra provienen también desde la ternura. Gallegos, siendo santiaguina, viene haciendo etnografías en la zona desde hace más de tres años. Anteriormente había realizado junto a su equipo de trabajo un libro intitulado «Criando cabras: Produciendo quesos. Relatos de crianceros de Paihuano», contado desde los relatos orales de los mismos productores y que también fue parte de un Fondart.

En conversación con El Desconcierto, la autora desmenuzó las razones que la llevaron a analizar una actividad que califica de patrimonial y que hoy está cerca de desaparecer: por los grandes grupos económicos que compran terrenos en la región, por la sequía y el avance de los desiertos hasta los valles transversales o simplemente por la falta de motivación de las nuevas generaciones para llevar a cabo un oficio que forma parte de la tradición del Valle del Elqui.

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¿Qué fue lo que te llevó a investigar sobre los productores de uva en una localidad como Paihuano? ¿Qué viste ahí?

En el 2013, con mi equipo de trabajo nos ganamos un Fondart para un proyecto que se llama «Etnógrafos escolares», en el cual enseñábamos etnografía a niños de III° y IV° medio de la especialidad de turismo en el liceo de Paihuano. Nosotros les pedimos a los chicos cuatro temas que ellos encontraran que eran patrimoniales, y uno de aquellos era sobre los pequeños productores de uva pisquera. Entonces los chicos hicieron una investigación sobre eso -el cual también está en un libro de la etnografía de ellos- y de ahí que yo me empece a interesar en el tema, me llamó la atención que estuvieran todos organizados en cooperativas. De ahí surge la idea de la investigación.

Tu libro está escrito con un lenguaje súper amable para ser un trabajo antropológico. ¿De dónde nace el cariño y respeto que se denota en el texto hacia los productores de pisco?

Es que esa era la idea del libro: mostrar las particularidades de cada uno de los productores. Generalmente cuando uno habla de la uva pisquera se restringe a las grandes empresas, como Capel o Control. Entonces la idea era mostrar que hay personas, que hay sujetos que tienen vidas particulares, vidas propias, que cada uno tiene su campo, que han dedicado su vida a esto. La idea era contar esto. Y el cariño va porque yo voy al Valle del Elqui desde que soy chica. Mi familia es de Coquimbo, entonces como que le tengo un especial cariño a ese valle y para mí fue muy emotivo conocerlo desde la perspectiva de la gente que vive y trabaja ahí.

El simple amor a la tierra

La introducción dice así: «Este libro no tratará sobre el pisco propiamente tal, ni de las luchas nacionalistas sobre el origen de este. Tampoco sobre las parras en su condición biológica. Nos valdremos de ellas para convertirlas en un caleidoscopio: Mirarlas significará ver a través de ellas toda una gama de fenómenos económicos, sociales, culturales y simbólicos, que anteceden a la conversión de sus frutos en pisco. Permitirá también distinguir y rescatar el rol que cumple el pequeño productor en este proceso de la uva pisquera, cuyo lugar ha sido desplazado e invisibilizado por el pisco y sus grandes marcas».

Impreso en un diseño que se deja leer de manera muy sencilla (muchas fotografías, los pies de página se encuentran a un costado del texto y los títulos están destacados en color), Andrea enfatiza en que «Pisqueros» es un libro político, que tiene como fin narrar la lucha de los pequeños productores contra las incertidumbres de la naturaleza, pero sobre todo contra el voraz mercado. Gracias a la unión y el apoyo que les brinda la Cooperativa Agrícola Pisquera Elqui Limitada -más conocida como Capel- aún logran resistir, pero de todas formas parecieran ir directo hacia la extinción ante el avance de las grandes empresas pisqueras.

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La conclusión del libro parece devastadora: dejas entrever que ésta será la última generación dedicada a este oficio, que pronto se extinguirá. ¿Es tan así?

Sí, a mí me da la sensación. O sea, no es una sentencia, pero a mí me da la sensación que sí. Las cifras de producción cada año son menos, está el problema de la sequía y los grandes productores que se comen todos los terrenos. Ahora muchos de estos pequeños productores son obreros agrícolas y cultivan la parra sólo en su momentos libres. No tienen tiempo para tener grandes campos, son mas chiquititos. Entonces lo que desaparecería sería la actividad pisquera a nivel individual, por así decirlo, porque a nivel corporativo sigue creciendo.

¿El avance de las grandes empresas en el sector, sobre todo de Control -perteneciente a la CCU y, por ende, a Andrónico Luksic- es la razón más importante para sentenciar el fin de este patrimonio humano en la región? También dices en el libro que a los hijos de estos trabajadores no les interesa trabajar la tierra y la mayoría se va a estudiar a Santiago o a La Serena.

Es una mezcla de todo un poco. Una que los cabros ya no están muy motivados con el tema agrícola y por eso se quieren ir. Y tambien porque no ganan nada de plata vendiendo uva, comparado con otras opciones que les da la ciudad, que les da La Serena, Coquimbo o Santiago, que le dan otros trabajos como la minería o sencillamente irse a estudiar una carrera. Y como las grandes empresas han acaparado todos los terrenos, el 98% de los terrenos del Valle del Elqui cultivable pertenencen a los Luksic o a otras familias, pero principalmente a los Luksic. Lo de la sequía también, es vital: cada vez hay menos agua. Entonces es como lógico que las generaciones mas jóvenes se quieran ir, porque la uva no da para vivir.

Además, como dices, la mayoría de los que aún trabajan las parras, cultivando la tierra en pequeñas hectáreas, tiene que dedicarse a otras cosas porque es muy difícil vivir solamente de la uva.

Y es irónico, porque igual viven de la uva, pero de la uva de exportación, porque trabajan como obreros agrícolas. Son cooperados de Capel, pero ademas tiene que trabajar en otros viñedos, que son de uva exportación que no se ocupan para el pisco. Con las cooperativas es muy poco lo que se gana, porque la mayoría tiene sólo una hectárea o menos de una hectárea, con parras muy antiguas que producen muy poco. Entonces es casi que por el simple amor a la tierra que ellos siguen trabajando en esto.

Detrás de cada botella de pisco en un carrete

Dividido en tres partes, «Pisqueros» narra todo el llamado «ciclo de la uva» que finalmente deriva en el mismo pisco que cualquiera de nosotros ingiere cuando carreteamos o disfrutamos con amigos. La descripción del trabajo anual del pequeño productor pisquero está descrita de manera didáctica, desde el abono y la limpieza de terrenos, pasando por la poda y la brotación, hasta la cosecha durante la época estival. Además, el libro enmarca no sólo al pisco en su contexto nacional -narrando su historia y cómo terminó convirtiéndose en un producto único de la zona-, sino también a Paihuano, un lugar al que dan ganas de visitar tras terminada la lectura.

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Y es que el espíritu del libro es precisamente ése: reivindicar este olvidado patrimonio cultural inmaterial de Paihuano, que contiene conocimientos, vínculos sociales, prácticas formas de modificar la naturaleza, técnicas y destrezas únicas. Un patrimonio que es sobre todo humano y que, a causa del arrollador paso del progreso económico, podría desaparecer en el corto plazo. Como bien lo plantea Andrea en sus páginas: «En ningún otro lugar del mundo podremos ver a un pisquero cortando racimos de uva Rosá Pastilla encajonado en un estrecho valle, bajo un sol impecable, rodeado de cerros que ocultan el horizonte». Al final, si todavía existen los pisqueros y pisqueras, cuando ya hace varios años dejó de ser un negocio rentable, es únicamente por el simple amor a la tierra.

Después de leer el libro uno queda con una sensación de pena y un poco de rabia, porque pareciera que la producción pisquera de las grandes marcas en el Valle del Elqui es lo que finalmente acabará con los pisqueros independientes.

Mira, hay dos cooperativas allá, una es la Capel y la otra es la Control, y si bien no quiero hacer una defensa corporativa de Capel, igual yo creo que gracias a ellos se mantienen los pequeños productores de uva pisquera. Es la única empresa que todavía lo respeta, o al menos los considera en las reuniones.

¿Y Control no?

No, porque Control es una rama de la CCU. Igual tienen las reuniones, pero en el fondo Capel es una cooperativa, no depende de nadie ni de nada más que de los cooperados. La defensa que le hago a Capel es por los cooperados, que si bien tienen que tirar por los precios y todos, muchos se mantienen porque el papá les heredo la condición de cooperados, entonces ellos tienen un arraigo súper importante con esa cooperativa, mas allá de las criticas que se puedan tener.

¿Cuál es el espíritu político que quisiste darle a «Pisqueros»: la denuncia al abandono de estos pequeños productores, el avance de las grandes empresas o simplemente una reivindicación histórica de una labor olvidada?

El fin de este trabajo era mostrar que detrás de cada botella de pisco presente en un carrete, hay un trabajo humano súper sacrificado que poca gente conoce.

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Pisqueros: Pequeños productores de uva de Paihuano
Andrea Gallegos
Grupo de Estudios Antropológicos y Sociales
Proyecto Fondart
Precio de referencia: $6.000

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